Prólogo

132 2 1
                                    

-Por aquí, por favor- Me señaló con una sonrisa coqueta la rubia de las tetas operadas, su nombre era ¿Taylor?, me da igual, tal vez en unas horas me la folle en uno de los baños de este lugar.

Pasé por un largo pasillo mientras oía como mis "compañeros" lanzaban una que otra guarrada a la mujer a mi lado y llegué a la ultima puerta, al abrirla me encontré con un cuarto grande lleno de personas cargando carpetas, encendiendo luces o hablando entre ellas. Me dirigí directamente al sillón negro en medio de la habitación.

Una hilera de cables negros y gruesos rodeaba todo el lugar y conducía a una de las tantas puertas de esa habitación y por primera vez después de años pensé en fugarme, en sentir la libertad por mis poros, pero me arrepentí absolutamente al recordar lo que pasó la ultima vez.

Frente a mí, un hombre de unos cincuenta y tantos se posicionó con una cámara muy grande la cual me provocaba el impulso de salir huyendo de esta mierda, odiaba a la prensa y todas las porquerías llevaba consigo.

La chica rubia se sentó a la par mía todavía con esa sonrisita, esa que ponen cuando están más calientes que el coño de la mejor actriz porno, no sabía si quería darle un golpe o poner mi polla en su boca para que dejara de sonreír como una perra en celo. Definitivamente no estaba de humor.

La cámara mostró una luz roja por el costado, traté de taparme la cara con las manos pero las esposas me lo impidieron. No pude hacer más que soltar un suspiro de frustración y mirar al suelo.

-Bueno Zayn, aquí vamos, cuéntanos tu historia- En su mirada había fuego puro así que decidí seguirle la corriente y le lancé una de mis sonrisas más letales, de todos modos me la iba a follar así que porque no un poco de comunicación antes de la acción.

-Mira Taylor- La chica agrandó su sonrisa haciéndola más exagerada y susurro un "Tiffany" entre dientes.

-Tiffany- proseguí- La vida en la cárcel es la jodida mierda que cagas todos los días, lo único que puedes hacer es golpear las paredes hasta el aburrimiento o con un poco de suerte conseguir un cuchillo y jugar al quien apuñala a quien primero con tu compañero de celda...

-¡CORTEN!- un hombre de estatura muy pero muy baja, calvo y con una carpeta roja entre manos se poso en frente mío mirándome con cautela.

-Eso no es lo que acordamos muchacho, a la gente no le interesa tu historia aquí ni como vives tu vida a diario, a la gente le interesa Valerie, lo que pasó y como pasó, y eso es lo que les daremos- Mi cerebro reaccionó al instante al escuchar lo que dijo, el solo hecho de escuchar su nombre me erizó los bellos de la nuca. Deseaba con todas mis fuerzas golpear al hombrecito calvo pero estas esposas del infierno no me lo permitirían así que reuní toda la fuerza de voluntad que logré acumular durante estos años y decidí proseguir.

-Como digas calvito- el hombrecito me lanzó una mirada gélida y fue de nuevo a su lugar, junto a dos enanos gordinflones más, sentándose en sillas tan altas que sus pies ya no tocaban el suelo.

Las manos esposadas a mis espaldas me sudaban y me maldije a mi mismo al no poder hacer nada para oponerme a esto. Espero que la rubia me dé al menos un orgasmo, el destino me tendrá que recompensar por hacer esta mierda de una forma u otra. Reuní fuerzas, cuanto más rápido comience, mas rápido acabaré. Y lo relaté todo, paso por paso, momento por momento, aún sabiendo que esto volvería a abrir más heridas de las que han podido cicatrizar.


Jailed | (ZM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora