The daughters of the moon

Prólogo

Las campanadas de una iglesia cercana anunciaban las doce de las noche en un pequeño hospital de Almha, el lugar donde residían los guerreros más fuertes, y los magos más poderosos, el centro de una tierra llamada Athnea. Una adolorida madre estaba dando a luz, la estancia poco iluminada no facilitaba el proceso, el doctor estaba de los nervios, pues ese parto no estaba saliendo según sus planes. Los bebes se negaban a salir, parecían estar peleándose para salir primero. La mujer cansada, dejó de empujar, las fuerzas la abandonaban, notaba como su vista se nublaba a la par que su mente se debilitaba, << ¿Me estoy muriendo?>> pensó ella entristecida. El doctor no pareció notar el estado en que se encontraba la madre, pues siguió con lo que estaba haciendo sin prestar atención a nada más.

Fuera de la habitación se hallaba un hombre preocupado, tenía un mal presentimiento de aquello, él no creía en los Dioses, pero, en ese momento rezaba con todas sus fuerzas, pues no podía hacer otra cosa para ayudar. El tiempo parecía ralentizarse más a cada segundo y la situación no mejoraba, las niñas seguían sin salir. En un momento de rabia y frustración, el doctor le gritó a su paciente.

-¡ Si no empuja con todas sus fuerzas, cuando nazca su hija le diré que usted es una mala madre que se rindió con ella! - la mujer se quedó petrificada al escuchar aquello, el hombre tenia razón, debía luchar- ¡eso es, un poquito más! ya esta...

Ya comenzaba a salir poco a poco, la niña nació con los ojos cerrados y la nariz arrugada, con un físico frágil, sin embargo, no lloró, simplemente parecía estar durmiendo. El doctor se relajó relativamente al sostener al bebe entre sus brazos y mandó a llamar al padre, que enseguida interrumpió en la estancia, pero algo estaba mal, la madre estaba estática, sus ojos no tenían el brillo, de sus labios no salía una palabra...estaba muerta. Sin embargo sonreía, era una heroína que había conseguido terminar el parto con las escasas fuerzas que le quedaban antes de caer en el sueño eterno.

Mientras ellos estaban rodeados de felicidad, nadie se dio cuenta de la criada que salía de la habitación de al lado, entre sus brazos sostenía una bebé que no lloraba.