Dolor.
Es todo lo que registra mi cuerpo al despertarme.
Punzante, pero latente. Solo dolor.
Mis ojos se abren lentamente y se vuelven a cerrar. Los siento pesados.
-Aaaaaa -es lo más que consigo expresar.
¿Podrá doler el pelo? Estoy segura que también lo siento quejarse del sufrimiento, desde la raíz a la punta.
Es como si una estampida de elefantes hubiera pasado por encima de mí... unas tres veces... y de regreso.
¿Qué me pasa? Jamás me había sentido así. Los músculos me pesan y no creo poder mover el cuerpo.
¿Estaré paralítica? Muevo los dedos de las manos y los pies solo para sacarme de la mente esa idea, pero el dolor aumenta como si alguien me agarrara a martillazos.
Creo que podría comparar esta sensación a la de aquél día en que despertamos Vale y yo en el baño de mi cuarto, después de haber bailado al son del tequila la noche entera, por primera y última vez.
Parece que el corazón se me subió a la cabeza. Me palpita la sien y estoy segura que algo está a punto de estallar ahi dentro.
Lentamente, me llevo las manos a un lado de los ojos y presiono con fuerza.
Vuelvo a gemir. Duele, pero parece que funciona. Giro levemente los dedos sin dejar de presionar y suelto otro gemido de alivio. Se siente bien. Llevo mis manos un poco más adentro de mi cabeza y la masajeo sobre el pelo corto que la cubre... ¿pelo corto?
Abro mis ojos en su totalidad con más miedo que cuando pensé que podría haber quedado paralítica. ¿Por qué tengo el pelo corto?
Me doy cuenta que estoy en un lugar nuevo y completamente desconocido. Trato de relajarme. Tal vez es una de esas veces en las que me lleva tiempo reconocer dónde estoy, como cuando duermo en casa de Vale.
Está obscuro, pero a pesar de eso puedo ver que el cuarto es muy, pero mucho muy moderno. Todo, menos la pantalla negra de lo que parece una televisión empotrada en la pared frente a mí, es absolutamente blanco. Está claro que estoy en un hospital, no solo por la decoración tan pálida y sosa, ni por el olor agrio de las medicinas que me ha llenado ya las fosas nasales, también por el dolor que me achaca hasta en las uñas de los pies.
Trato de hacer memoria, pero un pinchazo en el cerebro me detiene.
Vuelvo a presionar los dedos y enfoco mi angustia en mi pelo corto. ¿Será que me golpeé en la cabeza y tuvieron que cortarmelo para operarme?
Temerosa de encontrar más sorpresas, cuelo mis manos más profundo y muy despacio, hasta llegar a la nuca. Nada. No hay rastro de heridas ni puntadas. Lo que hay es un dolor intenso que me palpita por dentro.
Tomo un mechón de la parte de arriba, que aparenta estar más largo que todo lo demás y lo acerco a mis ojos para ver cuánto se han atrevido a cortarlo.
Un grito alto y rasposo se escapa de mi boca al ver que mi cabello no solo me llega hasta la nariz, sino que está blanco o grisáceo al parecer. ¿Qué me paso? ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Me habré hecho ya viejita?
Un bulto que no había notado aún se mueve en el sofá que está a cerca de la ventana a un lado de mi cama. Se sienta desconcertado y parece que me observa. Se talla los ojos y se acuesta nuevamente.
-¿Pepe? -pregunto con la voz ronca y rasposa, seguramente por el tiempo que llevo sin hablar. El bulto se mueve nuevamente, se pone de pie y se acerca hasta tocar mi mano.
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Recordando a Aisha (en pausa)
ChickLitLili es presumida y presuntuosa, pero como no serlo si lo tiene todo: unos padres millonarios, un prometido adorable con una familia encantadora, una amiga inseparable que la ha acompañado toda la vida, un cuerpo de modelo y una cara de muñeca. Es l...