Capitulo 3.2

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(Capitulo 3, parte 2)

- ¡Niña! - La llamo su abuela. - Saca a pasear a los perros, ¿No? -

- Claro, abuela. – Le regalo una sonrisa fingida, no tenía ganas de caminar, no tenía ganas de salir, no tenía ganas de nada.

Tomo al perro y rasco su espalda. – Vamos muchacho, quiero hacer esto rápido, ¿sí? – Avanzo con la correa y el perro detrás de ella. Hecho en su bolsillo aquel hueso de juguete que tanto amaba el animal.

Mientras iban caminando sentía como los pies ardían en su tenis, había caminado más de cuatro kilómetros para llegar a la casa de su abuela después de aquel problema con su novio.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar lo que sintió, recordó el miedo y la histeria que sus caricias le proporcionaban y olvido el rumbo que sus pasos debían seguir. Trato de alejar todos esos recuerdos de su mente, pero eran intentos en vano, lo único que lograba era traer más recuerdos.

Los ladridos del perro tomaron su atención, frente a ella estaba la casa de Daniel, quedo en shock, ¿Cómo demonios termino ahí?

La puerta se abrió y la figura del chico se presentó frente a ella, trato de huir pero sus piernas no reaccionaban. Le faltaban fuerzas, sentía tan pesado el juguete, que lo dejo caer. Supo que él también la vio, pues se quedó ahí un tiempo, examinándola. Ella se dio cuenta de la venda que cubría su cráneo; Movió un pie, y luego el otro, y así aumento el ritmo de sus pasos hasta estar cerca de ella.

Oh no...

Su ritmo cardiaco se agilizaba al son de sus pasos, sintió como sus manos sudaban, trago duro... Simplemente no podía avanzar. Cuando él estaba a tres pasos de llegar, salió de su ensañamiento y trato de correr, pero fue jalada por la correa. El perro se había detenido a agarrar el hueso.

El golpe que su trasero dio contra el pavimento dolió, pero no dolía más que las imágenes de lo que paso unas horas antes, aun recordaba como grito para que el la dejase en paz.

Él se postro frente a ella, sintió como si estuviese viendo al mismísimo diablo en persona, aquella oleada no la abandonaba ni un segundo, su corazón se volvía rápido y pesado. Se levantó cuando él estaba a punto de soltar su habladuría, y corrió, esta vez con el perro detrás. Corrió como si el mundo se estuviera destruyendo detrás de ella.

Ignoro los gritos y suplicas que el gritaba para que ella parara. Eran iguales a los que ella gimoteaba unas horas antes. Corrió mientras sentía sus pies arder como el infierno cada vez que tocaban el piso. Corrió sintiendo que sus pulmones se aplastaban contra sus costillas, y no pudo más, se derrumbó en medio de la carretera. Dejo las lágrimas correr por sus mejillas, mientras su compañero canino lloraba con ella. Jamás dejaría de serle fiel.

Basta, basta, Daniel para.

El animal soltó un quejido, comprendía lo que ella sentía.

Por favor, me haces daño.

Sintió su babosa lengua pasarse por todo su cachete.

Déjame en paz

Su pecho se sentía cada vez más comprimido, pero no podía quedarse toda la tarde en el suelo. Probablemente un carro pasaría y arrollaría a ambos.

Se levantó y sacudió su trasero, sus piernas y su espalda. El camino a casa de su abuela no fue tan largo como todo el drama que había pasado ese día. Suspiro y eligió escuchar música. Eso alejaría el mal sabor de boca de los recuerdos.

Al día siguiente, sus ojos tenían pequeñas bolsas debajo color moradas, sus labios estaban partidos y su cabello enmarañado. No había logrado conciliar el sueño, la escena que paso con Daniel se repetía en su mente, una y otra, y otra vez. Demonios. Era día de instituto de nuevo.

Puso su uniforme en su cuerpo, tomo un cepillo y se hizo una coleta alta. Se dirigió al baño e hizo su aseo personal – Lavarse la cara, cepillar su dentadura, maquillarse –

Se miró al espejo y susurro para sí misma – Odio la escuela, ¿Sabes? – Tomo su mochila y bajo, su mama ya se había ido a la oficina.

Su madre era una mujer verdaderamente exitosa, se le conocía por sus negocios, y por su rígido carácter. Siempre había estado exigiéndole a su hija. Mas seguía siendo esa persona comprensiva. Y no, no solía viajar mucho como un empresario lo haría, ella se preocupaba por su hija y porque estuviera bien.

Tomo una fruta junto con las llaves de su auto, un auto que antes había pertenecido a su hermano. Así que ya se imaginaran la limpieza que ella tuvo que hacerle.

Cuando entro al estacionamiento del instituto, logro divisar el carro de Daniel en la esquina, si había venido. Un suspiro broto de sus labios, estaba cansada. No le gustaba para nada la relación que llevaba con él. Y claro, por lo sucedido ayer, era obvio que eso había terminado.

Bajo del auto y entro en el edificio, sintió como una persona se posaba a su lado y la acompañaba en su caminata.

- Hola... - Aquella voz ronroneo en su oído. Sus hombros y todo su cuerpo se pusieron rígidos al escucharlo. No quito la vista del frente, pero un segundo más tarde su tacto la detuvo totalmente. No quería verlo a los ojos.

¿Por qué el? ¿Por qué a mí?


-.-.-.-.-.

Les pido una disculpa por no actualizar desde hace ya medio año, pero, ahora si les prometo que actualizo mas seguido





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⏰ Última actualización: Jan 12, 2016 ⏰

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