EN COMPAÑÍA DE LA LOCURA

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            "Hay un cierto placer en la locura, que solo el loco conoce"

Pablo Neruda


13 NOVIAS


Ya olvidé el roce del sol en mi cara y el sabor de la briza por la mañana, en cambio me acompaña siempre el olor de mi habitación esterilizada y sus vacías paredes blancas. El sentido del tiempo es algo que me abandonó hace ya demasiado. En resumidas cuentas olvide todo lo que alguna vez significó estar cuerdo.

Solo las tengo a ellas.

—Me portare bien, lo prometo. Por favor no me aten a la cama de nuevo. No me aten. Inyéctenme todo lo que quieran pero no me aten. No. No. Los amarres no. ¡NOOOO!

Cada noche es una tortura «¡¿POR QUÉ ME DEJAN CON ELLAS?!» Reptan por las paredes de la habitación, se arrastran por el suelo para alcanzarme mientras me sonríen por partida doble, con sus labios pálidos y con sus cargantas goteando rojo.

«Sangre. Sangre. Sangre»

Todas partes las paredes están manchadas de rojo. Ellas dejan un reguero de múltiples tonalidades, algunos son oscuros casi acercándose al negro y otros son de reluciente carmesí. Hilos del viscoso líquido baja por sus muslos marcando las huellas de sus pies descalzos en el suelo, oscureciendo sus ligeros vestidos blancos.

«¡ALÉJENSE DE MI!»

Grito pero nadie viene a ayudarme.

«¡NO ME TOQUEN!»

Escucho mientras se mueven. CRACK, CRACK suenan sus dedos huesudos cerrándose y abriéndose como si estuvieran a la espera de estrujar mi cuello. Quieren alcanzarme, cada vez están más cerca.

Huelo como se pudren, su olor es nauseabundo. Mi estómago no resiste la comida, me alimentan a la fuerza una y otra vez.

Antes me gustaba verlas. Fueron presentándose frente a mí una a una. Se me ponía dura nada más de verlas. Me masturbaba contemplándolas. Todas para mí. Primero la de piernas largas, luego la pequeña rubia, la pechugona de cabello negro, la caucásica de ojos grises, la alta de melena rizada, la pelirroja pecosa, la de los penetrantes ojos azules...

«El deseo me enloquece»

Me imaginaba haciendo jirones su ropa y penetrándolas hasta quebrar su piel de porcelana, quitar esas expresiones efímeras de sus rostros y profanarlas de mil formas diferentes. Poner mi hierro en ellas, marcarlas de dolor, agonía, vergüenza; reducirlas a meras herramientas. Ellas sabían lo que quería, nunca me quitan los ojos de encima. A mi alrededor suaves, indefensas y suculentas ellas lo saben todo. Pero no les gusta. ¿Por qué no les gusta? ¿Por qué no les gusto? ¡Deséenme perras asquerosas!

Ahora son malas. ¡NO ME DEJAN EN PAZ! Gritan. Lloran. Aruñan las paredes. Les temo. No puedo dormir. No puedo comer. Nunca se van.

«¡No quiero sentir sus dedos fríos y pegajosos!»

«¡SE LOS SUPLICO!... AYÚDENME»


BUSCANDO RESPUESTAS


—Bienvenido Dr. Goodman. Tenemos preparado todo lo que nos pidió— Dijo el Dr. Roland Harris, Director del hospital psiquiátrico Santa Marta mientras recibía al analista de conducta —Debo confesarle que aquí en la institución hemos tenido cientos de pacientes con algún tipo de psicopatía, sin embargo en todos mis años como psiquiatra jamás había visto u oído de un caso como este—

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2015 ⏰

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