Desde aquel techoen el que me hallaba me quedé mirando el cielo un rato, estaba despejado, ni una estrella, pero lo brillante de la luna me alumbraba. Escuché pasos tras de mí pero no quise girar la cabeza, por alguna razón sabía que se trataba de ti. En efecto, te sentaste junto a mí y te miré un poco por el rabillo del ojo.
-¿Tienes mucho rato esperándome? –Preguntaste.
-No, tengo mucho rato esperando. –Dije y relamí mis labios.
-Tienes frío. –Afirmaste y te dispusiste a darme la chaqueta.
-Déjalo así, hablemos ya. –Te detuve y respiré profundo.
Hubo un silencio penetrante que disfruté, en parte no quería hablar pero era la principal razón por la cual habíamos quedado en vernos.
-Bien. –Te acomodaste de regreso el saco y aclaraste tu garganta como si fueses a decir algo trascendental. –Ha pasado mucho tiempo, lo sé.
Levanté la mirada al cielo y tragué saliva.
-...No pensé que esto nos sucedería pero... –Tu continuaste hablándome. –Wow, es difícil.
-No lo es. –Comenté tajante. –Es muy sencillo en realidad. –Apunté mi visión hacia tu rostro. –Solo dilo, Adiós; es fácil, es contundente. Nada del otro mundo.
Relamiste tus labios y bajaste la mirada. –No pensé que para ti fuese fácil.
Suspiré. –No dije que lo fuera, me estas entendiendo mal.
-No, simplemente no te estoy entendiendo en lo absoluto.
-Dijiste que era muy difícil, te referías a hablar, a decir las palaras correctas y eso no es lo difícil.
-Entendí eso.
-Entonces me entendiste, porque no hay nada más detrás de lo que dije.
Otro silencio.
-Bien. –Te levantaste y estiraste tu chaqueta. –Entonces Adiós.
Un nudo se estancó en mi garganta y cerré los ojos por unos segundos. Esperé paciente a tus pisadas, luego de unos minutos decidiste partir cuando notaste que no tenía nada que contestarte.
-Espera. –Hablé cuando pensé que estabas lo suficientemente lejos y aún así, escuché como te detenías.
-¿Ugh?
Me levanté abriendo los ojos, dándome fuerzas.
-Tengo algo que darte. –Dije y me revisé el bolsillo.
Volviste sobre tus pasos y te detuviste frente a mí.
-Mierda... –Hablé entre dientes, no conseguía el papel.
-¿Qué? –Preguntaste.
-Nada, solo... Dame un momento. –Me incliné y revisé mi bolso.
-Ughm...
-No tardaré mucho... Solo... egh.
-Está bien, no estoy apurada.
-Joder. –Respiré profundo dándome por vencida. –Olvidalo, no está.
-¿Qué era?
-Algo. –Me abracé las piernas.
-Dime. –Te agachaste y buscaste mi mirada.
-Ya no tiene importancia, lo he dejado.
-¿Era un obsequio?
-Ha; no.
-¿Una fotografía?
-¿Por qué te daría eso? Es estúpido. –Aparté la mirada.
-Cierto. –Te acomodaste sentándote frente a mi. –Entonces... ¿Una carta?
Tragué grueso.
-Uhm... Eso era. –Sonreíste de lado, lo supe porque lo noté de reojo.
-Pues... no, no era...
-¿Qué decía? –Subiste las cejas, con ese aire coqueto que odiaba y a la vez... Amaba.
-¡Nada! ¡No decía nada porque no era una carta! –Exclamé con rabia.
-Wow... Okay.
-Eres una imbécil y te odio, te odio, te odio, te odio... –Comencé a golpearte el pecho descontrolada, las lágrimas escapaban de mis ojos y estaba odiándome por mostrarme débil.
-Hey... ¡Hey! –Me sacudiste tomándome los brazos. -¡Jessica! ¡Cálmate ya!
-¡Suéltame! ¡Suéltame ahora! –Grité de nuevo hasta quedarme sin fuerzas. Me aferraste a tu pecho y respiré profundo de tu perfume. –Te odio tanto... –Sollocé y te sentí respirar profundo.
Alli nos quedamos abrazadas por lo que parecieron ser horas y como era costumbre, volviste a romper el silencio.
-¿Estás mejor?
-No... –Me separé despacio y nuestros ojos se encontraron. Limpiaste con tu pulgar el exceso de lágrima de mi ojo izquierdo y de inmediato te aparté la mano.
-Bien, entonces me iré. –Dijiste con un tono distinto y volviste a levantarte.
-Adelante, vete. Eso te ha salido muy bien siempre.
-¿Qué? –Arrugaste la cara.
-Lo que escuchaste, Yuri. Puedes irte, nunca te he tenido amarrada a mi... Y si sobreviví la primera vez que te marchaste, Oh creeme, cariño. ¡Sobreviviré todas las demás que vengan! –Exclamé nuevamente y me levanté de golpe. –¿Qué creíste? ¿Qué me volvería loca por ti solo porque regresaste a Seúl y me llamaste? ¿Qué caería rendida a tus pies? ¿Qué después de casi 5 años sin saber de ti, te recibiría con un beso? ¿Eh? ¡Estas muy equivocada! ¡¿Te quieres ir?! ¡Pues vete! ¡No me interesa! ¡No me interesa una mierda!
Mi respiración se descolocó, las manos me temblaban y no comprendía porque todo lo que salía por mi boca sonaba quebrado y fuerte. Tu solo estabas allí de pie mirándome, inerte, parecías una estatua a punto de derrumbarse pero no, siempre fuiste la mas fuerte de las dos.
-¡¿Qué haces, Eh?! ¡¿No te ibas?! ¡No te veo! –Volví a gritar haciendo puños con mis manos.
-¿Terminaste?
-¿Qué? –Arrugué la cara.
-Que si terminaste, dije. –Hablaste con la serenidad de un mar al atardecer.
-¿Eso es todo lo que tienes para decirme? ¡¿Eso es todo?!
-No.
-¡¿No?!
-No.
-¡Entonces habla de una buena vez! ¡Anda! ¡Di lo que tengas que decir!
-Cállate.
-....¡Porque si no me...! –Mis palabras murieron de repente. -¿Qué me has dicho?
-Que te calles, cállate Jessica.
Por alguna razón me sentí ofendida, simplemente me quedé sin palabras.
-Sabía que terminarías haciendo un drama de todo esto, cuando regresé pensé una y mil veces en si llamarte era lo correcto, en si vernos después de tanto tiempo lo sería; intenté convencerme a mi misma que quizá habrías cambiado, habrías crecido, serías otra Jessica, así como yo soy otra Yuri. Y no... No pensé que al verme te volverías loca por mi, o caerías sobre mis pies, o me recibirías con un beso ni mucho menos. –Negaste lento. —Solo quería verte, no hay una razón oculta detrás de eso, como dices tú. –Diste un paso hacia mí y me retiraste un mechón de cabello que tenía sobre la cara, mi respiración seguía agitada y mi lengua congelada. —Quería verte porque... Siempre he tenido la necesidad de saber de ti, incluso después de tantos años, incluso cuando he salido con otras personas al igual que tu, quizá nuestra historia fue tan fuerte que no se presta para un olvido absoluto. Y muchos dirán que ha pasado el tiempo suficiente como para no volver a saber la una de la otra pero, no lo considero así... Sin embargo hablar contigo siempre es una lucha, una lucha conmigo y como ves... Contigo de igual manera. –Aclaraste tu garganta. —En fin, solo quería saber como estabas, ahora que me iré a una zona más alejada de Seúl y... ¿Quién sabe? Quizá no regrese en definitiva. Veo que sigues siendo la misma niña cabezota y terca que dejé antes de irme a Japon; pero España queda más allá y no todo se resuelve con una llamada de Skype. –Suspiraste y nos miramos unos instantes, las lágrimas parecían secarse debajo de mis ojos. —Me gusta tu nuevo corte, cambiaste tu color y estás más delgada.
-Es el trabajo. –Finalmente pude hablar bajando la mirada hacia mis zapatos. —Es como un estrés diario.
-Ya veo. –Sonreíste. —¿Cómo está tu familia?
-Ellos... Ogh... Bien. –Respiré profundo. —Mi hermana se fue de casa, hace años ya.
-Debes sentirte más libre ahora.
-No... Bueno... Quizá un poco.
-¿Cuándo te irás tu?
-Mamá está viejita, no puedo irme y dejarla sola con Papá, ambos necesitan de mi.
Hubo otro silencio, ladeaste la sonrisa. —Tú nunca cambiarás, Jessica.
-Te equivocas, si he cambiado. –Respiré hondo como si eso me diese valor. —Y mucho, desde que... Paso lo que pasó...
Asentiste lento con la cabeza bajando la mirada de igual forma. —He pensado en eso... ¿Sabes?
-Yo igual.
-He pensado que podría escribir un libro.
-¿Qué? –Arrugué la cara y por alguna razón, sonreí.
-Si, ya sabes... Uno de esos con su portada y con varios ejemplares.
-Sé lo que es un libro, tonta. –Amplié mas la sonrisa.
-Bueno, lo he pensado.
-¿Cómo se llamaría? –Me crucé de brazos. —¿Aventuras a distancia?
-No... –Negaste subiendo las cejas mientras me imitabas en lo de cruzar los brazos. —Quizá "Juego de Rol"
Me tensé. –No me gusta ese.
-¿Por qué no? Podría ser... "De los creadores de: Juego de Hermanas y Echada de Casa.... Llega: Juego de Roles."
-Basta. –Me torné sería. —Te estás pasando.
-Lo siento.
-Porque no mejor... ¿Promesas rotas? ¿Démonos un Tiempo? ¿La Olvidada del Siglo?
-Suficiente. –Te tornaste seria.
-¿Ah no te gustan esos?
Suspiraste. —La verdad no.
-Entonces mejor no escribas un libro. –Me giré y agaché lista para tomar mis cosas del suelo.
-¿Por qué no?
-No quiero que uses mi nombre y mi historia para tu beneficio... Mucho menos con un titulo de pacotilla como: Juego de Roles. Parece el titulo que le pondrían a la secuela de 50Sombras de Grey.
-Ha. Ha. Que chistosa.
-Lo es. –Me giré acomodando el bolso en mi brazo.
-Hablas mucho sobre "tu historia" cuando también es mía.
Me quedé callada unos segundos, nuevamente tenía razón.
-...Igual ya es pasado esa historia, fueron 5 años. No podría estar tan fresca como para aquel entonces.
-Tienes razón, hay muchas cosas que ya no puedo recordar, y gracias a Dios. Pero... Sería algo ficticio... Podría cambiar ciertas cosas.
-¿Cambiar cosas? ¡No! Estamos hablando de nuestra historia, no de cualquier cosa.
-Cambiaría el final... Si no te molesta.
Respiré profundo. —¿Ah si? ¿Y que final le pondrías?
-No lo sé, tendría que pensarlo.
-Los finales son horribles, los odio.
-No es cierto.
-¿Qué?
-No odias los finales, odias los que no son felices.
Bajé la mirada. —Me gusta soñar que existen los finales felices en la vida real.
-Existen.
-No es cierto. –Levanté la mirada. —Al final todos mueren y la muerte nunca es algo feliz.
-La muerte nunca es un final.
Nuestros ojos se encontraron nuevamente y todo en mí tembló. El corazón me latía en la garganta y las manos se me congelaron cuando diste un paso hacia mi, acortando más la distancia de nuestros cuerpos.
-C-C-C-Como sea... –Tartamudee.
-¿C-C-C-C-Como sea? –Me imitaste ladeando la sonrisa y entonces golpee tu pecho.
-Deja la estupidez y quítate. –Busqué hacerte a un lado pero tus manos me sostuvieron los brazos.
-Espera. –Bajaste el tono de tu voz.
-¿Qué quieres? –Fingí rabia.
-Nada solo... –Tus ojos estaban tan clavados en mi que sentí volver al pasado. —Solo quiero verte un poco más.
Me dejé rodear por la sinfonía de nuestras respiraciones y poco a poco fui tocando tierra de nuevo.
-Es... Suficiente... –Dije.
-¿Qué cosa? –Susurraste.
-Esto, esto es suficiente.
-No está pasando nada.
-Quizá no en ti... Pero en mi si, y mucho. –Me separé empujándote. —Te deseo un feliz viaje, y éxito. –Dije con los ojos clavados al suelo. —Y aunque todo esto fue algo loco... Yo, estoy feliz de verte otra vez. –Subí la mirada hacia ti. —Siempre has sido un alma libre... ¿Lo sabes cierto? Siempre has hecho lo que has querido con tu vida y es algo que envidié siempre de ti... Lo libre que eres.
-Tu también eres libre. –Arrugaste el entrecejo.
-Lo sé, ahora lo soy. –Relamí mis labios. —Conocí a alguien que... Me hace sentir libre.
Tus ojos se abrieron notoriamente. —¿Cómo dices?
Suspiré. —Si lo sé, algo poco creíble ¿No?
-No, no... No es eso... En lo absoluto. Es solo que...
-Es un chico.
-Oh.
-Es maravilloso y... Mis padres lo adoran, mi hermana también.
-Me imagino. –Bajaste la mirada. —Yo... Eso...
Te miré con detalle y sentí mi pecho sacudirse. Las palabras de tu boca se congelaron y te fuiste sobre mi apretándome en un fuerte abrazo.
-Estoy muy feliz... –Susurraste a mi oído y cerré los ojos.
-Yo también. –Susurré de la misma manera apretándote con los brazos.
Quise quedarme allí por siempre, pero como una vez leí... Por siempre puede llegar a ser un instante.
-Creo que... Es tiempo de irme. –Te sentí despegarte y te dejé hacerlo.
-Okay. –Asentí suave.
Sentí tu mirada fija en mí, yo estaba ocupada detallándome los zapatos. Avanzaste y tomaste mi rostro entre tus manos. Dejaste un beso sobre mi frente que se quedó tatuado en mi piel y luego te alejaste sin más.
Miré el reloj, habían pasado unas tres horas quizá, tres horas con las cuales pude haber escrito un mejor final para las dos. Pero sentía paz, muy en mis adentros había paz. Subí la mirada al cielo de nuevo y me sonreí mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. En ese instante tantee mi pantalón y saqué de éste un trozo de papel doblado. Tu carta. Me reí mordiendo mis labios un poco y abracé mis piernas suspirando.
-No me gustaría que cambiaras nuestro final... Porque sin importar como fue... Es Nuestro.