Era una noche como cualquier otra. La chimenea estaba encendida, y desprendía un agradable aire cálido que inundaba por completo la habitación.
Yo estaba sola, apoyada en aquel balcón. Observaba aquellos inmensos jardines que se perdían en el horizonte junto con aquella oscuridad de la
noche.En mi mente había cientos de pensamientos pero me detuve en uno solo, la pena.
La pena que albergaba en mi corazón, pues me dolía demasiado ver
aquel jardín tan vacío.Mis hijos habían volado del nido y ninguno de ellos había querido ocuparse del caserío. Todos preferían las comodidades de una casa en la ciudad.
Me apenaba esta situación, pero por otra parte podía entenderlo...
Con los años se habían formado muchas historias terroríficas ambientadas entre estos muros. Algunas eran patrañas y otras muy ciertas.
Mis nietos temían vivir aquí. Solían decir que a media noche todas las almas atrapadas en aquellas antiguas paredes se reunían para celebrar una elegante cena.
Pobrecillos... nunca los creí.
Supongo que nadie quiere admitir que en su casa habita más gente que la que vive.
Yo seguía en el balcón, con mi bata de raso. Mi mirada se había perdido hacia tiempo en la inmensidad de aquel jardín que albergaba tantos secretos,
así que decidí por un ínstate contemplar mis uñas perfectamente pintadas de negro.Aquello me produjo una gran satisfacción.
Yo era una mujer muy perfeccionista, cualquier mínimo fallo hacia que cualquier actividad, prenda o persona quedasen descartados.
La lluvia no cesaba y yo disfrutaba de aquel relajante sonido. Aislando cada gota para oírla impactar y morir contra el suelo que mañana iba a pisar con mis pies.
Aquello me hacía sentir poderosa.
Ingenua, era tan ingenua. Los humanos tendemos a creer que por tener tierras, dinero e influencias somos poderosos. Bendita ignorancia.
Entonces note el subidón de adrenalina más intenso de mi vida.
Tras una vida llena de lujos y de caprichos la adrenalina queda suprimida por la tranquilidad de comprarlo todo.
Vi como aquel hermoso rayo tiro el poste de electricidad que tantos años de mi vida había contemplado.
También pude ver como el cable voló entre la noche oscura antes de caer sobre la barandilla del balconcito.Una barandilla que había oído mis llantos desde niña.
Note la electricidad recorrer mis venas, cual cables de alta tensión. Y aquella noche oscura deje de ser persona, para ser recuerdo.
Desde ese día todas y cada una de las noches me engalano con mis mejores ropas y mis joyas más caras, que ya no valen nada. Y ceno con mis antepasados.
La cena más elegante de todas nuestras vidas. Corrijo, de todas nuestras muertes.
Mi nieta viene de vez en cuando a charlar conmigo. Ella puede hacer lo mismo que yo. Es especial.
Pero hoy le he pedido que no lo haga más. Que no juegue con el don que
tiene, porque jugar entre la vida y la muerte tiene un precio alto.Mi precio fue negarlo con tanta fuerza que llegue a creer que lo que veía no existía.
Y recuerdo que pedí con todas mis fuerzas ver aquella cena sin temer ser una loca.
Ahora lo tengo y después de ochenta y cinco años aprendí que todo lo
que se pide, tarde o temprano, se otorga.Y ahora caballeros, debo marcharme. Me esperan para cenar.
Solo espero que en esta noche lluviosa, quien ose entrar al caserío a pedir su deseo, haya encontrado mis letras antes.
Pues los cuentos de terror son la manera que tenemos los muertos de hablar ,con los vivos.
Cuidado al salir amigo.
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Noche oscura
HorrorMi historia nunca fue terrorífica. Es un simple grito de advertencia, pero si esta llega tarde, sólo me queda decir: que estáis invitados a mi cena...