Despertó con un gran dolor en la cabeza y cuerpo, estaba desorientado y no tenía ni idea de donde se encontraba.
Lo primero que pudo focalizar fue el techo, blanco y rugoso, una voz gritando algo al teléfono, y pasos nerviosos del otro lado de la puerta.
-'¿ Dónde estoy? ' - observó toda la habitación, era de un color azul muy bonito, con muebles de color negro, elegante y sobrio, algo que le fascinó, pero no era el momento ni el lugar de pensar en eso, primero tenía que descubrir donde se encontraba.
Escucho como la puerta era abierta e inconscientemente cerró los ojos.
-Todavía no despierta - una voz grave seguido de más pasos fue lo que escucho y luego sintió una mano en su frente -La fiebre bajo pero aún se ve mal... ¿Lo llevo al hospital? - la persona se mantuvo en silencio un momento y luego resoplo -Esta bien, esperaré a que despierte...Takao deja de regañarme -
-¿¡Takaochii!? - tan rápido como escucho el nombre de su amigo se levantó tratando asustando al chico de cabellos rojo - Yo... lo siento - un furioso sonrojo se apoderó de su rostro y rápidamente bajo la mirada.
Rojo.
Fue lo que pudo distinguir de aquel chico en los pocos segundo que le vio. Ojos rojos, igual que su cabello. La intensidad de su mirada le hizo sentirse pequeño e insignificante.
-Takao, ha despertado ¿Quieres hablar con él? - le observó unos segundos y después le tendió el teléfono - Toma -
- ¿B-bueno? - su voz tembló un poco y la garganta le dolió.
- ¿Ryo-chan? ¿Cómo estas? Oh, en verdad siento que el irresponsable de Kagami no fuese por ti al aeropuerto, no sé que tiene en la cabeza...- dejó de escuchar cuando en un momento de curiosidad extrema volvió la mirada a aquel alto chico.
-Kagami Taiga -
El chico con quien viviría durante un tiempo.
Sus ojos, como en un inicio, le resultaron intimidantes y fieros, aquel cabello curioso que primero era rojo y luego negro, y esas cejas de forma graciosa.
-¿Ryo-chan? ¿Estas bien? ¿necesitas algo? - escucho la preocupada voz de Kazunari y se apresuró a contestar.
- Estoy bien, un poco mareado pero es todo- observó la habitación y siguió hablando con el peli negro.
- ... Por cierto Ryo... yo... me enteré de lo que pasó con Aomine- la sonrisa que tenía en el rostro se borró y fue sustituida por una mueca llena de tristeza.
-Yo ... bueno - no sabía que decir, se levantó de la cama, bajo la atenta mirada del peli rojo, y se dirigió a la ventana -Todo fue... muy rápido -
-Lo siento, seguro no quieres hablar de esto... ¿Seguro que estas bien? ¿No quieres que vaya? - la preocupación en su amigo era palpable, y en cierto modo se sintió culpable por no decirle nada antes de su partida.
-Estoy bien, no tienes que preocuparte... -un gran suspiro escapó de sus labios y observó la mañana nublada que Tokio proporcionaba aquel día.
-Ryo... esto no es -
-Tienes razón y es algo de lo que no quiero hablar... no por ahora -se aseguró de interrumpir al peli negro antes de que las ganas de llorar fueran más y no pudiera resistir.
Después de unos minutos más Takao le explicó todo al rubio, donde se encontraba y quien era aquel chico imponente de mirada rojiza.
¤ ¤ ¤
El rubio había dormido toda la noche, se le veía cansado, y a diferencia de como le conoció, tranquilo. Aquellos rubios cabellos parecían de oro y su piel blanquecina tenía una apariencia suave al tacto, tenía una inmensa curiosidad por saber como eran sus ojos.
- Kise Ryota -
Según sus amigos aquel chico estaba en Japón a causa de un intercambio escolar y no sabían cuanto duraría, podría ser bien los dos años restantes de sus estudios o apenas unos seis meses. Todo dependía de su desarrollo en los primeros tres meses de estadía.
Estudiante de relaciones internacionales, ganó un concurso de algo que ya no recuerda le dijeron que era y esa es la razón principal de su viaje a Japón.
Aún pese a que su padre era Japonés nunca había pisado tierra japonesa antes. Siempre había vivido en el otro lado del mundo.
Durante toda la plática de el rubio con Kazunari observó como el chico cambiaba de una sonrisa a una mueca de tristeza, y aún pese a que la conversación volvió a el curso inicial aquel rastro de melancólica no se borró de la expresión del contrario.
Cuando terminaron su plática se retiró de la habitacion y dejó descansar al joven, después de darle unas pastillas para el dolor de cuerpo y asegurarse que no quisiera nada por el momento.
La mañana era nublada, y le gustaba. Adoraba los días fríos -al parecer igual que las personas frías- durante el resto de la mañana se dedicó a terminar con los trabajos que tenía que entregar, sus profesores accedieron a dejar que los entregará pero con una nota que no sobrepasara el nueve.
Su taza de café humeante descansaba al lado de su computadora y las hojas de las investigaciones estaban desparramadas en la mesa de la sala.
-Diablos... - sus ojos ardían y sentía la resequedad.
Necesitaba un descanso, tenía unas horas trabajando y había logrado terminar algunos de los proyectos, faltaban tres y eran los más faciles.
El reloj marcaba poco más de la una de la madrugada. No sabía exactamente cuando tiempo había estado trabajando, pero supuso que fue un largo rato al poder haber terminado la mayoría de sus proyectos.
Durante el tiempo que dedicó a sus trabajos había escuchado unos ruidos en la cocina y algunos estornudos.
-'Debería de haberlo ayudado' -
Se sintió culpable por ignorar a su nuevo compañero de piso, se levantó del sillón y estiró sus brazos y piernas.
-¿Kise? -hablo en un tono modulado, no sabía si el rubio estaba despierto.
Cuando entró en la habitación observó como el menor descansaba tranquilamente, pero el rastro de lágrimas que cubrían sus mejillas le preocupo, y recordó las palabras de Takao.
-El chico con quien salía desde hace tres años lo engañó -
Acaricio los rubios y suaves cabellos.
-Al parecer no somos aptos para el amor -
-El amor es una mierda -dijeron al mismo tiempo con los ojos rojos.
Esa fria noche de invierno unas orbes color ámbar chocaron con unas rojizas.