Lyra (Nico Di Angelo)

ｐｒｏｌｏｇｏ

“—Es un peligro —dijo el dios de los cielos al resto de la asamblea del Olimpo, todos estaban reunido, incluso Hades y Hefesto—. Ella será la destrucción, ella es destrucción.

—Lo que tu temes es que te quiten el trono —murmuró la diosa de la belleza y el amor—. Y ella sería capaz de arrebatártelo si hiciera mal uso de sus inmensos poderes.

Algunos diosas de la asamblea asintieron asintieron desde sus tronos, de acuerdo con Afrodita. Y, de repente, se hizo el silencio en la sala, solo roto por el llanto de una niña de cabellos rojos cómo la sangre. Los olímpicos miraron a la pequeña niña de apenas un año llorar al haberse despertado. Tenía las mejillas usualmente blancas, sonrosadas, y las lágrimas caían por ellas. Tenía los ojos cerrados fuertemente, pero los dioses ya habían visto sus ojos, unos ojos oscuros, negros como el cielo nocturno, unos ojos detrás de los que se ocultaba un gran poder. Una mujer, cerca de los treinta años, se acercó a la pequeña mestiza y la acunó en sus brazos. Comenzó a cantar una nana en voz baja, su voz era melodiosa, suave, y la niña dejó de llorar cuando la oyó, estirando sus pequeñas manos hacia la su madre. La mujer sonrió enternecida y le besó la frente a la niña cuando la pequeña cerró los ojos, volviéndose a dormir. La dejó en la cuna y salió de la habitación.

Afrodita soltó un suspiro, puede que la pequeña Lyra fuera poderosa, pero si aprendía a controlar su poder no supondría ningún peligro, no entendía como Zeus podía querer someter a votación la vida de un criatura tan hermosa.

—¡Dioses, hay que votar! —Anunció Zeus—. Los que voten a favor para que la amenaza sea eliminada, que levanten la mano.

Ningún dios lo hizo, pues todos se apiadaron de Lyra al ver la imagen de ella y su madre. Se notaba que la mujer le tenía mucho afecto a su hija y no querían arrebatarle a su pequeña niña.
Zeus los miró a todos, incrédulo, aquella niña era una amenaza para el Olimpo, demasiado poderosa para el mundo, demasiado poderosa para vivir...”