Dispuesto a morir o perderlo para siempre, esperó con los ojos cerrados una respuesta, que llegó en forma de un nuevo beso. Pasaron un rato sumergidos en la tranquila lucha de sus labios, abrazándose como si estuvieran en un sueño y no quisieran despertar, dejando despertar libremente sus cuerpos entre caricias todavía inocentes, aunque pronto se fueran haciendo más pecaminosas.
-Hyoga... Vamos a mi habitación, a la tuya, al fin del mundo si quieres, donde podamos estar juntos...-
Aquellas palabras, susurradas en su oído con desesperada lujuria lo hicieron detenerse. Por lo sorprendente de escucharlas de sus labios y su propio deseo de hacerlas realidad. Quién diría que esas palabras saldrían del joven de orbes esmeraldas en lugar del ruso, más acostumbrado a ese tipo de diálogos. Salió de su abrazo para levantarse y ayudar al otro a hacer lo mismo, acercándolo de nuevo a él para probar de nuevo la dulzura de su aliento. Si aquello era un sueño, deseaba no despertar jamás, aunque mil batallas dependieran de él. Caminaron de la mano hacia la mansión, en silencio, hasta que Hyoga se atrevió a romperlo.
-Shun, ¿desde cuándo? ¿Cómo? Es decir...-
Antes de responder, no pudo evitar reírse un poco. Era bastante curioso al ver a tan afamado Don Juan nervioso ante la persona a la que ama. Sentía como si se hubieran vuelto las tornas y el rubio fuera el tímido e inocente chiquillo por el que siempre tuvieron al de ojos verdes. Seguro que ni imaginaban lo que guardaba en su interior, siempre disimulado por una inocente y tierna sonrisa.
-Desde la casa de Libra... En un principio me quedé por ser quien tenía más posibilidades de devolverte al mundo de los vivos sin perecer en el intento, pero en el camino, la angustia de perderte al ver que no despertabas me dejó un dolor muy profundo en el pecho del que hasta ahora no me he podido deshacer. Siempre he querido pensar que se trataba del cariño que siempre les he tenido a todos como hermanos más que compañeros de armas, pero en tu caso era diferente... Cada vez que sabía que ibas a pasar fuera una temporada o que salía alguna noticia relacionándote con alguna mujer, me sentía a morir, como si me arrancaran algo del pecho, aunque soy realmente feliz ahora que sé que no he perdido nada, sino al contrario.-
Aquella confesión lo dejó sorprendido... ¿De veras hacía tanto tiempo que se sentía así? ¿Cómo podía no haberlo notado aun cuando todo había terminado? Demasiado ocupado negándose a si mismo lo que sentía como para darse cuenta de lo demás.
-Siempre me consideré en deuda contigo por lo de la casa de Libra pero jamás fui capaz de acercarme a agradecértelo como es debido. Siempre que lo intentaba había algo dentro de mí que me impedía acercarme. No sabes cuanto temí no volver a verte cuando Hades tomó posesión de tu cuerpo. Aun después de eso, siendo consciente de lo que sentía, no era capaz de decírtelo por ese mismo miedo a perderte. Te he visto sonreír tantas veces mientras has hecho feliz a otros, que...-
Sus palabras se vieron interrumpidas por un dedo sobre sus labios. Era la señal de que habían llegado a la mansión, donde ahora todos dormían. Se encaminaron en silencio a la habitación del ruso, cerrando tras de si la puerta con silenciosa prisa, arrinconando contra ella a su ángel de cabellos verdes, besando sus labios con prisa, desabrochando su camisa con la rapidez del ansia por conocer la suavidad de su piel, casi arrancándose mutuamente las prendas que cubrían su piel, molestas ante el ansia de descubrir aquello que cubrían. Cada centímetro de piel desnuda era explorado con auténtica fascinación, impulsados por un amor recién liberado de su triste veneno, levantando el vuelo con alas de ardiente pasión. A lo largo de la noche, los cuerpos se unieron en la más hermosa de las danzas entre delirios de deseo, dejando una marca imborrable en sus corazones.