Capítulo 4: [Editado]

496 39 5
                                    

  Era de noche. Ren iba camino a casa cuando pasó por una florería y allí se detuvo. Se acercaba el 14 de Febrero, el día de los enamorados, un día muy especial para todas las parejas.

  ¿Regalarle flores a Masato estaría bien? Lo pensó mucho, quizás demasiado. Luego de un rato desistió con la idea; Masato era hombre, nada aseguraba que las flores serían un buen regalo.

 Siguió caminando, pero al mismo tiempo pensaba en un obsequio. ¿Qué podía regalarle al hijo de una familia millonaria? ¿Ropa? ¿Chocolates? ¿Joyas? Obviamente Masato lo tenía todo, pero... ¿qué tal una cita?

  Una cita en el día de los enamorados era algo común. Pero si se lo pensaba bien, podrían ir a algún lugar al que el peliazul jamás fue.

  Eso era lo ideal. Ren sonrió para sus adentros.

 Una cita el 14 de febrero. No sonaba mal. ¿Pero a dónde irían? ¿Cuál era el lugar al que Masato jamás fue?

 Todo era complicado, por lo que dejó de pensar y decidió enfocarse en eso más tarde.

  Mientras tanto el peliazul preparaba la cena. Aún siendo el hijo de una familia millonaria él vivía en una pequeña casa alquilada. Le parecia más cómodo y tranquilo que la casa de sus padres, pero para las pequeñas vacaciones que tenían decidió ir a su casa de verano cerca de la playa, donde conoció a Ren cuando eran pequeños.

  Suspiró. Sabía la fecha que se acercaba y estaba nervioso. ¿Ren prepararía algo? ¿O debía hacerlo él?

 San Valentín, a él nunca le gustaron esas cosas, pero esta vez era una excepción. Es más, estaba ansionso por que el día llegara.

 Tocaron el timbre alertando a Masato. Respiró hondo para calmar sus nervios y fue a atender.

  Lo primero que vio al abrir la puerta fue el largo cabello de Ren alborotado por el viento, su hermoso cabello color miel.

  El rubio apoyado en el marco de la puerta miraba de arriba a abajo al peliazul con una sonrisa. Él traía puesto su kimono, cosa que hacia muy seguido, y a Ren le encantaba. Le encantaba su tradicional forma de vestir, pero eso no se aplicaba solo a la vestimenta, sino también a sus costumbres. Eso era algo que identificaba a la familia Hijirikawa; su forma de vivir, siempre a la antigua.

-Pasa.- Hijirikawa dejó libre el espacio para que el otro pudiera entrar y se dirigió a la cocina para terminar de cocinar.

  Ren miró con picardía al peliazul alejarse. No iba a pasar por alto el hecho de que nisiquiera lo había saludado, aunque eso era algo común en él.

  Se dirigió sigilosamente hacia donde estaba Masato cocinando y deslizó su manos por la cintura de este dándole un abrazo por detrás. Apoyó su mentón en el hombro y mordió el lobulo de su oreja; logrando así una respuesta por parte del peliazul, quien por la sorpresa soltó el cucharón con el que revolvía el curry.

-No me has dado el saludo que esperaba.-dijo a su oído melosamente.

-L...lo siento. No me he dado cuenta.

-Sabes que aún tienes que hacerlo ¿cierto?-susurró provocando que los pelos de Masato se erizasen.

-S...si-se dio la vuelta para poder ver al rubio a la cara- Konnichiwa -dijo con un leve sonrojo.

  Ren sostuvo sus mejillas y susurró en sus labios para luego besarlo lentamente, disfrutando cada momento. Lo tomó por la nuca profundizando el beso y juntando más sus cuerpos.

"-Hola."

  Masato enredó sus dedos en el sedoso cabello rubio y comenzó a jugar con él sin saber que Jinguji se enloquecía cada vez que lo hacía.

  El rubio alzó las piernas de Masato y las sujetó alrededor de su torso. Caminó hacia la mesada y dejó a su amado allí sentado. Todo esto sin dejar de besarse. Sin parar un segundo. Poco a poco comenzó a introducir su lengua en la boca de peliazul, recorriendo cada centímetro de ella. Esto hizo que el otro gimiera despacio, pero era un gemido al fin y al cabo, un gemido que hizo a Ren estremecerse y pegarse más a él, si es que era posible.

 Hasta que tuvieron que hacerlo. Pararon, no solo por la falta de aire, sino también porque había un alarmante olor a quemado.

-¡La comida!-gritó Masato bajando rápidamente de la mesada y corriendo a apagar la ornalla.

  Ren resopló indignado-Justo en la mejor parte.-masculló haciendo un puchero.

-No te quejes.-le dijo Masato-¿Quieres comer o no?

(...)

-Ven, te peinaré.

 Ya habían concluido la cena, y en todo el transcurso de esta Ren había estado con los cabellos echos un desastre.

 Masato obligó al rubio a sentarse en una silla frente a un espejo. Tomó un peine y comenzó a desenredar sus cabellos milimétricamente, uno por uno, con delicadeza, y con una traba recogió su flequillo hacia atrás.

 Ren, rojo como un tomate, sentía las manos del peliazul pasearse por su cabeza. Cada toque que tenían estas con su piel lo dejaban embobado, esperando más de ellas.

  Una vez terminado su trabajo, Masato lo miró con superioridad mientras Ren lo observaba de reojo.

-Ya es tarde. Hay que ir a dormir.-Masato asintió con la cabeza.

-Lo siento, pero dormiremos en habitaciones separadas- avisó mientras se dirigía a su destino.

-Lo sé.- afirmó Ren mientras sonreía con un poco de decepción, realmente quería dormir con su amado pero las camas eran demasiado pequeñas como para que durmieran dos personas en una.

 La luz de la luna se colaba por la ventana junto con un aire fresco, mientras tanto Masato maldecía por lo bajo a esas benditas camas que los separaban.

 Cerró los ojos e intentó dormir. No le fue posible.

  De pronto sintió un peso en la punta de sus pies. Miró a Ren, quien con la mano estirada le tocaba el cabello.

-Me hace frío. Quiero dormir contigo.-le dijo.

-Ren, no entramos, lo sabes.

-Entraremos, ya verás, no voy a dejar que un espacio estrecho me separe de ti.

  Alzó a Masato poniéndose debajo de él y colocandolo encima suyo.

-¿Qué no entrabamos?-recalcó Ren con alegría.

-Solo a ti se te ocurren estas cosas.-reprochó el peliazul.

-Shh. Calla y duerme.

  Y así durmieron plácidamente, gozando el calor corporal de sus cuerpos juntos.

*********

Muajajaj (Risa malavada) ¿Esperaban algo más? Yo sé que si... No me maten los amo ❤

Ren x Masato. Fanfic yaoi. Por siempre tú. [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora