CAPITULO I

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LOS QUE ESTÁN Y LOS QUE SON

"Hay una frase que dice: 'No son todos los que están, ni están todos los que son'. Se refiere a que ni todos los que están en un hospital psiquiátrico son 'locos', ni todos los locos que existen están encerrados." Eso había leído Octavio, joven de unos 23 años, en una página de la web.

- Hace 8 años que vengo acá, y todavía no encuentro una solución lógica para todo esto.

- No se necesita tiempo, - argumentó Antonia, psicóloga- se necesita valor para afrontar el pasado.

- Yo no me veo ningún error -exclamó Octavio en un tono más alto que el de costumbre-

- ¿Por qué pensás que estás acá?

- Veo el error en los demás. Nadie entiende mi vicio. Nadie entiende las ganas. Nunca nadie entró dentro suyo para ver que sentían en serio, y si lo que sentían era tristeza, ¿quién iba a cambiarlo?

Octavio veía todo de una manera extraordinariamente terrorífica. El sabía las consecuencias pero tal poder mental era imposible dejar de lado. Los psicópatas son gente con oratoria y encanto, con autoestima exagerada, engañando al resto solo para justificarse. Octavio no era una excepción.

- ¿Te crees superior al resto?

- No quiero volver a la charla de siempre... yo siento que tengo un pensamiento más allá del normal. Mi mente produce cosas que solo yo soy capaz de ver, solo por el hecho de que es mi mente la que las crea. Ella me dice que pensar, como actuar, qué decir, aveces me siento como un títere. ¿Alguna vez te encerraste en una habitación oscura y quedaste sola con tu mente? Es escalofriante.

Hace mucho, él comenzó a escribir en una libreta frases o párrafos sobre como se sentía o como se sentiría con algo que pasase. Ese día llegó y anotó: [El cerebro es un misterio más grande que el misterio del universo].

Octavio, alumno de filosofía en su tercer año, había concurrido a todas sus clases sin excepción. Fabuloso estudiante, solo le faltaba un año para terminar. Él creía que su cerebro estaba lleno de vida, lleno de fantasía, de inteligencia, de frases, filosofía, creía que su cerebro era un baúl con un candado y solo él tenía la clave para acceder a éste. Para su profesor de filosofía Ricardo Malgo, era un joven entusiasta lleno de objetivos para alcanzar, pero que tenía un gran problema consigo mismo: su pensamiento.

- Octavio Bravo? -llamó Ricardo en su clase-

- Presente profesor.

- Por favor, pase al frente a dar oral.

Se paró y fue. Al frente de todos sus compañeros, comenzó a leer: "La vida nos depara a solo una cosa, morir. Es algo que todavía no lo sabemos apreciar. Pensemos en cuántos son los suicidios por año, y pensemos por qué se suicidan. La mayoría de los humanos viven para contar sus vidas y juzgar a las demás. Un hombre tipo no quiere morir, no, no quiere porque es ambicioso, tiene una codicia interna y una sed imposible de saciar. En mi opinión, lo único que nos mueve de nuestras casillas es la adrenalina, pero no la común, piensen cual... adentro suyo, esa manía que controlan como cárceles, o más bien, como esas jaulas que retienen la libertad de los pájaros, que solo quieren desplegar sus alas. Liberen esa energía y transformenlo en algo positivo para ustedes, no necesitan a nadie más para liberarlo, solo unos minutos con su mente. Porque nosotros nos..."

- Suficiente Bravo, -interrumpió el profesor con un tono decidido- muy bien, a su asiento.

- Pero profesor, no terminé.

- No importa, a su asiento.

Ricardo Malgo sabía a donde iba a terminar el ensayo, no quería escuchar ni una palabra más.

En su niñez, Octavio, había experimentado su sed de sangre con mascotas del barrio,o animales que vagaban por ahí. Sabía que estaba mal y por eso escondía todo tipo de evidencia.

Ese mismo día, tuvo el coraje de pensar "¿Qué se sentirá matar a un ser humano?".

Octavio, el origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora