—¿Te encuentras bien?— hace dos días que no tenía noticias de ella.
Le había estado llamando más de 15 veces al día y ella no contestaba ninguna llamada. Lo había empezado a preocupar, ella era de las que no tardaba más de 10 segundos en contestar, no se había presentado en la escuela y cuando le preguntaba al director si tenía alguna noticia de ella él simplemente le decía que no.
Hoy había salido temprano del colegio, por lo que decidió escaparse de su casa para visitarla.
—Estoy bien, no te preocupes— dijo ella mirando al piso. Estaba como ida, y eso lo angustiaba demasiado, principalmente porque ella no era así, ella siempre tenía una sonrisa en su rostro, pero este día era diferente, no lo miraba a los ojos como siempre hacía y no sonreía como cada día. —¿Morirías por mi? ¿Recibirías una bala por mi?
Esas preguntas lo habían tomado desprevenido, ella sabía perfectamente la respuesta, pero necesitaba oírlas de él.
—No estas hablando enserio, ¿verdad?— preguntó él rubio incrédulo— Sabes que te amo más que a nada en mi vida, que sin ti no puedo vivir, no me vuelvas a preguntar eso, sabes perfectamente que nunca he amado a nadie como te amo a ti.
Y eso bastó para que la castaña se lanzará a sus brazos y rompiera en llanto.
Él no entendía que le pasaba, pero sabía que preguntarle no era lo mejor, por lo que solo decidió envolverla en sus brazos y susurrarle que todo estaría bien, que el nunca se iría de su lado pasara lo que pasara y que no tenía idea de cuanto la amaba.—Yo también moriría por ti— dijo ella mientras se separaba lentamente de los brazos del chico, para poder mirarlo a los ojos. A estas alturas los dos ya lloraban, el ver a su chica en ese estado lo había puesto mal y no le quedo otra opción mas que llorar.
Cuando por fin la vio a los ojos, no pudo más y tomó la cara de ella entré sus manos para finalmente besarla.
-Te amo Ross, no lo olvides, por favor.- dijo ella entre sollozos.
-Yo también te amo Laura, más de lo que te imaginas- dijo él mientras la volvía a acurrucar entre sus brazos.
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—Amanda, Robert, ¿no han visto a Laura?— preguntó él. De nuevo no la había visto en la escuela y había aprovechado la hora del almuerzo para preguntarle a sus amigos por su novia.
Los dos chicos se miraron entre sí y después dirigieron su mirada al chico rubio que tenían al frente.—No se presentó a la escuela, pero nos pidió que te diéramos esto— dijo la pelinegra entregándole un sobre amarillo.
Mi color favorito, pensó.
—Dijo que te hiciéramos prometerle una cosa— dijo ahora el castaño— ,que le prometieras que a pesar de todo nunca la olvidarías, que siempre le guardes un pequeño lugar en tu corazón.
El rubio sólo pudo asentir levemente con la cabeza. Estaba tan confundido que no podía mencionar palabra alguna.
—Por cierto, casi lo olvido— dijo Amanda— hoy es su último día, por lo que tienes que ir a este lugar— dijo entregándole un pedazo de papel con una dirección—. Ella te espera ahí, te quiere ver, te necesita con ella, no la defraudes— dijo la chica con los ojos cristalizados—. No me preguntes que es lo que pasa, yo no soy la indicada para decírtelo— Después tomó la mano de su compañero para llevárselo por los pasillos.
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Finalmente había llegado, se encontraba subiendo la escaleras del enorme edificio. Cuando llegó a la sala de atención le preguntó a la rubia detrás del mostrador por Laura Marano, su chica.
—Habitación 203— dijo ella.
Él solo se limitó a decir un gracias para después salir corriendo a ver a la persona que más amaba.
Cuando finalmente dio con la habitación, golpeó tres veces la puerta y después escuchó un adelante.Ahí estaba, su princesa, el amor de su vida, su todo, recostada en una cama con cables por todos lados.
—Hola— dijo ella entusiasmada—. Acércate—estiró su mano para que él la agarrara; y así lo hizo—. Solo te estaba esperando a ti— dijo ella haciendo una mueca.
Y ahí fue cuando él habló.
—¿Cómo que solo a mi?— preguntó extrañado.
—Ross... Tengo cáncer.
Fue justo ahí sintió su mundo desfallecer.
—Hoy es mi último día, te necesitaba ver por última vez— él empezó a negar rápidamente con la cabeza, tenía que ser una broma. El amor de su vida no podía tener cáncer y mucho menos podía ser su último día.
—No. ¡No, no, no!— dijo el desesperado— Tu te vas a poner bien, yo ayudare a pagar tus terapias, y...— fue interrumpido por la voz de su novia.
—Ross, ya es tarde, ya no queda nada que hacer, me enteré demasiado tarde, y...— ahora él fue quien la interrumpió.
—No te puedes ir, te necesito conmigo— dijo él mientras lloraba desesperado.
—Siempre estaré contigo— le dijo con una sonrisa débil— cada que me necesites estaré ahí, nunca te dejaré, te lo prometo— dijo mientras le daba un apretón a la mano de su novio— Ross, bésame, por favor— dijo ella mientras derramaba una lágrima, una de tantas.
Él lentamente se acercó, rozó sus labios y al final besó a su chica.
La besaba con ternura, amor y toneladas de dolor, porque sabía que ya no estaría con el, que físicamente ya no lo estaría, y eso lo mataba, no soportaba saberlo.Lentamente se separó de ella y la admiró el tiempo que le resto.
—Te amo— y eso fue lo último que sus labios emitieron, después comenzó a cerrar sus ojos lentamente.
—Yo también te amo— dijo él mientras se tiraba al piso y comenzaba a llorar. Era tanto su dolor que comenzó a gritar, gritaba el nombre de su amada y cuanto la amaba.
No supo cuando pero varios doctores y enfermeras había ingresado a la habitación, él simplemente volteó desde su lugar y vio a los padres de Laura, los vio desgarrados, así como él, tratando de apoyarse el uno con el otro para no perderse en un abismo.
—Señor, acompáñeme por favor— dijo el doctor haciendo todo el esfuerzo posible para sacarlo de la habitación.
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Dos días después el cuerpo del joven había sido encontrado en su departamento, con una bala en la cabeza, y una pequeña nota al lado suyo.
Ella dijo que moriría por mi, y yo le dije que recibiría una bala por ella.