Ella está aquí, a mi lado. Es hermosa y como cualquier hombre no puedo evitar sentirme sumamente atraído por ella, su perfume me embriaga; pero creo que me estoy adelantando mucho en mi historia y no quiero comenzar así. Me iré atrás en el tiempo, exactamente cuatro semanas antes de este momento y al mismo tiempo me daré oportunidad de contarte algo sobre mí, pero será muy corto.
Yo siempre he sido un hombre tímido y algo reservado, desde mi niñez he sido así y no sé porque, con el paso del tiempo lo he tratado de superar aunque no ha sido posible del todo, ahora en mi adultez no me ha afectado en nada. Me limito a trabajar en una oficina, hace un par de años estuve casado pero aquel matrimonio no duró. Ahora vivo solo y la soledad me gusta más, la soledad me permite hundirme en un mar de pensamientos tan profundo que no existen palabras para poder describirlo, solamente viviéndolo en carme propia podrás experimentar esas sensaciones, las cuales pueden llevarte a la locura. La vi entrar a la oficina y desde aquel instante me enamoré perdidamente de ella, su cabello ondulado, negro y largo; sus grandes ojos castaños con pestañas largas, su piel tan tersa y lisa que parecía porcelana, y sobre todo lo que me enloqueció aún más fue su perfume, aquel dulce y delicado perfume.
Estuvo casi toda la tarde en la oficina, y cerca de las siete de la noche comenzó a llover, ella ahora se encontraba ya fuera en la calle, me despedí de mis compañeros de trabajo y salí dispuesto a irme a casa, al verla ahí sola me ofrecí a llevarla. Al principio pareció no agradarle la idea de que un extraño la idea, imagínate que un extraño se ofrezca para llevarte a casa, por lógica no aceptas; pero al final ella accedió, se subió a mi auto, le pregunté su dirección, conduje por las calles de la cuidad con la lluvia azotando como pocas veces se había visto, durante el trayecto platicamos un poco e hice un hallazgo interesante: era soltera y vivía sola.
Al llegar a mi casa me sumergí en mi mar de pensamientos, pasaron los días y no la vi otra vez, mi ansiedad aumentaba con el paso de las horas, tome una decisión; tomé mi auto y fui a su casa, a llegar ahí no me baje simplemente observe durante un par de horas a su puerta, esperando, como un cazador espera a su presa, como a las ocho de la noche un hombre salió de la casa, ambos se besaron. Al ver aquella escena la rabia me invadió por completo, puse el auto en marcha y regresé a mi casa, de nuevo me sumergí en mi mar de pensamientos pero esta vez descendí hasta llegar a lo más profundo, donde no hay luz y sucedió algo que nunca me había pasado, algo que me erizó la piel: las voces comenzaron a susurrarme cosas.
Al principio no comprendía pero mientras más descendía se hacían más claras, eran voces demoniacas, voces que ningún hombre en la faz de la tierra ha escuchado nunca y todas decían lo mismo: ¡MÁTALA!, ¡SE LO MERECE!, HAZLO ¡YA!
Cuando comprendí aquellos susurros sucedió otra cosa aún más extraña, algo que la mayoría describiría como una posesión demoniaca, parecía que ya no podía controlar mis extremidades, pero no era el demonio, claro que no, era lo que yo llamo "mi otro yo". Me subí de nuevo a mi automóvil y nuevamente conduje hasta esa casa. Las voces no paraban de hablar en mi cabeza: ¡HAZLO!
Al llegar baje de mi auto y fui hacia el porta-equipaje, dentro había una barra metálica de no más de cincuenta centímetros, la tome y estaba algo pesada. Caminé directo a la puerta, toqué el timbre y salió ella.
- ¡Eres tú!- dijo- de verdad gracias por lo del otro día, pero ¿Qué se te ofrece?
- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto, adelante, tenía que agrade...
No había ni siquiera terminado la frase cuando golpeé su nuca tan fuerte como pude. Ella se desplomó inconsciente en el piso, me sorprendí a mí mismo cuando no logré sentir ni el más mínimo remordimiento por mis acciones. La arrastré hasta la sala, cerré las cortinas para asegurarme que nadie pudiera verme. En ese instante sucedió algo que hizo que mis piernas temblaran al punto de casi caerme, ella hacia esfuerzos para levantarse y se quejaba. De nuevo golpeé su rostro tantas veces que cuando me cansé de golpear mi camisa y rostro estaban cubiertos de sangre, su rostro había quedado completamente desfigurado e irreconocible, sus dientes estaba quebrados, sus labios rotos y unos de sus ojos estaba deshecho. Levanté el cadáver en el sofá, y yo me senté justo enfrente y le dedique una sonrisa. Los minutos pasaban y se convertían en horas, podía notar como su piel tomaba un tono casi azul, notaba también como sus músculos comenzaban a tensarse. Las horas corrían rápidamente hasta que se convirtieron en días, ahora en su cuello comenzó a crecer una mancha azul-verdoso y a extenderse casi por el resto de su cuerpo. Un olor comenzó a inundar toda la habitación, era un olor que al resto de la gente le resultaría nauseabundo, pero a mí no, me parecía aún mejor que el perfume, me encantaba. Con el paso de los días se le formaron ampollas en gran parte de su cuerpo y comenzó a hincharse, en ese momento me parecía más hermosa que cuando estaba viva. Una especie de líquido comenzó a gotear por sus orificios corporales haciendo aún más fuerte aquel perfume que tanto me enloquecía, sus uñas. Su piel comenzó a agrietarse en diferentes zonas y, al igual que su cabello y uñas, podía extraerse con una facilidad increíble.
Y bueno, ellas estaban a mi lado con su perfume que tanto me gustaba, los días se me habían pasado tan rápido, perdí la noción del tiempo, habían pasado ya casi tres semanas; alguien debió haber visto algo o sospechado algo porque un día, sin que yo lo esperara, unos oficiales entraron a la casa. Esa escena debió perturbarlos demasiado, imagíname sentado junto a un cadáver ya totalmente podrido.
Lo último que recuerdo es un gran estruendo seguido de un dolor en el pecho; y ahora estoy aquí, es un lugar frio y oscuro, creo que es una tumba, estoy solo, pero ya sabes; la soledad me ayuda a hundirme en mi mar de pensamientos.
FIN