Superposición

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Ni bien cerró, el estruendo de esa figura contra el vidrio de la puerta lo hizo estremecer por la violencia de impacto y la aparente consternación que transmitía, luego desapareció. Inmóvil y con las llaves aún en la mano miró repetidas veces a su alrededor como esperando algo mas pero nada pasó.
Sin cambiar de posición y con la campera medio desabrochada pensó en abrir la puerta nuevamente pero, a pesar del alcohol en su sangre y la falta de lucidez, no lo creyó conveniente, sería realmente estúpido, así que unos segundos después comenzó a alejarse lentamente de la puerta en dirección al teléfono. Llamó a la policía, habló murmurando, y simultáneamente controló las ventanas desde ahí esforzándose por ver en la oscuridad. Luego de colgar mal el teléfono tomó torpemente un gran libro ahuecado del que sacó un revólver que era de su abuelo y volvió a la puerta apuntando al frente y a la altura de la cara.
Una vez más pensó en abrir la puerta y entrado ya en coraje por tener el arma y una leve borrachera, buscó la llave de la puerta entre el manojo y la ubicó en la cerradura. Respiró profundo esperando lo peor y la abrió. Miró por la rendija hacia fuera buscando algo que no encontraría, ojeó desde el piso hasta el techo del alero. Seguidamente se atrevió a cruzar el umbral de su puerta con pasos tambaleantes y al salir, la puerta se cerro detrás de él.

El escalofrío lo paralizó casi por completo y por un momento vio su espantoso final. Solo movió los ojos a un lado para ver acercarse el puñal que se clavó por entre sus costillas y luego en su abdomen una y otra y otra vez.

La vida comenzó a apagarse lentamente pero sin dolor, dejó caer el arma y recordó que ésta no era la primera vez. Cohibido por la desesperación de no poder evitarlo lloró desconsoladamente y giró hacia la puerta solo para confirmar que sus recuerdos eran acertados. Desde su lugar en medio del porche se vio a si mismo entrar a su casa y cerrar la puerta y una extraña sensación corrió por su espalda al escuchar girar las llaves que lo abandonaban moribundo en esa extraña noche fría. En ese mismo instante lo dominó el pánico al entender lo que sucedía; el evento se repetiría una y otra vez eternamente porque nunca lograría recordar a tiempo advertirse a si mismo del peligro. Por siempre llegaría tarde a su propio encuentro. Corrió, consternado y enfurecido a la vez, esos tres o cuatro pasos hasta la puerta para estrellarse inútilmente contra el vidrio con sus brazos levantados y golpeando violentamente con sus puños, luego desapareció.

En realidad nada extraño sucedió esa noche a excepción de los llamados que recibe la policía entre las dos y las dos y cuarto de la madrugada, todos los días desde la casa deshabitada del joven asesinado hace poco mas de 3 años pero nadase oye en la bocina del teléfono, solo un zumbido permanente y luego se corta la comunicación. Llamados que la policía rastrea y a veces ignora intencionalmente hartos de perder el tiempo buscando "nada" cada vez que asisten al lugar de cuando en cuando solo por cumplir con su deber.


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