Y con la visión nublada por las cataratas. Mullidos paquetes plásticos de pañales caninos almacenados en la alacena. Estoy seguro de que Denny me compraría uno de esos carritos que he visto en las calles, los que se usan para alojar los cuartos traseros, para que los perros puedan arrastrar su propio culo cuando las cosas comienzan a fallar.
Eso es humillante y desagradante. No sé si es peor que disfrazar a un perro para Halloween, pero le anda cerca.
Èl lo haría por amor, claro. Por como le fuese posible, incluso si mi cuerpo se deteriorara, se desintegra en torno a mi, se disuelve hasta que no me quede más que el cerebro, alimentado por cables y tubos de toda clase y suspendido en un frasco de vidrio lleno de líquido transparente, en cuya superficie flotarían los ojos.
Pero no quiero que me mantengan con vida. Porque sé lo que viene después. Lo vi en la tele. En un documental sobre Mongolia, nada menos. Fue lo mejor que he visto en televisión, después del Gran Premio de Europa de 1993, claro, la mejor carrera automovilística de todos los tiempos, en la que Ayrton Senna demostró ser un genio bajo la lluvia.
Después del gran premio de 1993, lo mejor que vi en la tele es un documental que me lo explicó todo, me lo aclaró todo, me dijo toda la verdad: que cuando un perro termina de vivir su vida como tal, pasa a reencarnarse como humano.
Siempre me sentí casi humano. Siempre supe que en mi hay algo que me hace diferente de loa demás perros. Sí, estoy metido en un cuerpo canino, pero no es más que un envoltorio. Lo importante es lo que está dentro. El alma. Y mi alma es muy humana.
Ahora estoy preparado para convertirme en hombre, aunque me doy cuenta de que perderé todo lo que fui. Toda mi memoria, todas mis experiencias. Me gustaría llevármelas a mi próxima vida. ¡ He pasado tantas cosas junto a la familia Swift ! Pero no tengo mucha capacidad de decisión en el asunto. ¿ Qué puedo hacer, sino forzarme a recordar ? Tratar de grabar lo que sé en mi alma, es decir,en una cosa que no tiene superficie, lados, páginas, ni forma material alguna.
Llevarlo tan bien metido en los bolsillos de mi existencia que, cuando abra los ojos y baje la vista a mis nuevas manos, provista de pulgares que pueden plegarse firmemente sobre los otros dedos, ya sabré, Ya veré.