2. Mi senpai

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Llegué al instituto y todo era normal, las personas, el edificio, absolutamente nada era sospechoso o de otro mundo, al parecer solo yo era diferente, yo y mi frialdad, yo y mi soledad, yo y mi... locura...

Por que sí, lo mio no era normal, ni mucho menos, supongo que hubo algún tipo de fallo en mi creación, pero nunca lo sabremos...

Conocí a muchas chicas de mi edad, de vez en cuando les echaba un cumplido por ahí para caerles un poco bien, estudiaba pero en el recreo no comía con nadie, solo al terminar de comer me levantba e iba al rooftop ( o azotea, como querais ) y miraba a senpai todo el tiempo, solo hasta que sonaba la campana corria a clases y él nunca se daba cuenta de que lo observaba, lo cual me parecía divertido, de vez en cuando me hechaba una miradita pero solo para mirarme un poco extrañado, luego no le daba importancia y se iba.

Eso era todo lo que hacía durante el día, pero un día quise llegar mas lejos, necesitaba hacerlo, yo no quería verlo y quedarme con el recuerdo de la azotea hasta el otro recreo del dia siguiente, yo no quería solo verlo en el recreo, yo quería verlo al despertar, al llegar a casa, yo quería... una foto.
Un recuerdo en el cual pudiera ver a senpai cada que quisiera, no cada que pudiera, eso era, a la larga, desesperante.

Así que un día tomé mi celular y lo empaqué en el bolsillo de mi falda, y en el recreo lo sacaba y corría donde él estaba, me metía entre los arbustos, ajustaba la camara de mi celular para que apuntara hacia mi senpai, me emocionaba, le ponía zoom y le tomaba la foto, en absoluto, todas las guardaba, ya que en todas mi senpai se veía muy lindo.

Hize un altar dedicado a él, era una especie de casita y en la pared pegué la única foto que tenía donde estaba él; de cuerpo entero y de frente.

Pero a mi no me satisfacía una sola foto, yo quería más, así que compré un tablero de madera y unas chinchetas, y cada día regresaba a casa, imprimía las fotos y luego llena de emoción las pegaba.

Un día me dí cuenta de que sempai se cayó jugando fotball con sus amigos y que estaba en enfermería, así que corrí hasta donde estaba y me quedé atrás de la puerta.

Cuando la enfermera abrió la puerta pude ver que senpai se quitó la bandita de la rodilla y la dejó encima de la mesa.
Y aún tenía un poco de su sangre. Lo cual me emocionó demasiado.

<<Yo quiero eso... lo necesito>> pensé mientras la enfermera arreglaba el algodón con el cual le había limpiado la herida a Sempai.

Entré y la enfermera se dió cuenta, así que se giró y me miró frunciendo el ceño.

-¿Que te pasa?- me preguntó.

- Yo... eh... pues es que... me duele... ¡el estomago!, si, me duele el estomago.

- Pues siéntate- dijo señalando la camilla, la cual estaba al lado de la mesa en donde Sempai dejó la bandita.

- Espera aquí chiquita, yo iré al otro cuarto y te prepararé una aromática bien calentita para reducir el dolor de estómago, seguro es un pequeño cólico. No te muevas ¿Ok?- Asentí con la cabeza y se fué.

<<Es mi oportunidad>> pensé, tomé la bandita con cuidado y la guardé en el bolsillo derecho de mi falda.

Cuando llegó la enfermera me dió el vaso de plástico con la aromática que olía mas a plátano podrido que a aromática de manzanilla.

- Gracias enfermera- Ella asintió y me miró mientras me iba.

Al salir cerré la puerta tras de mí y tiré la aromática en el primer contenedor que me topé en frente.

- ¿Que crees que haces, Gasai?, ¿crees que la enfermera te puede dar mil de estas gratis?- Dijo Kokona, la pelimorada que tiene dos coletas enroscadas.-¡Pues no!, no, no y no, eso le cuesta a la pobre.- Me miró con ojos furiosos, como si la aromática que había tirado fuesen 2 millones de dólares, como si hubieran sido 20 aromáticas las que hubiera tirado y no solo una.

- ¡Basta kokona!, en serio, sabía algo mal, y además ya me siento mejor, creo.

- ¿Acaso no fué que realmente nunca te sentiste mal?

-...- Lo único que hice fué callar, la miré con cierto odio y desprecio y seguí caminando como si realmente nada hubiera pasado en el camino, miré hacia atrás y Kokona sólo se limitó a mirarme sobre el hombro y calló. Seguí caminando.

<<Lo que tiene que hacer una persona solo por una bandita>> Suspiré y fuí a clases.

Diario de una Yandere Donde viven las historias. Descúbrelo ahora