Capítulo 1: Nueve.

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Beule era catalogada en todos los lugares del mundo como una ciudad perfecta, con grandes edificios, hermosos parques y la mejor atención en sus tiendas. Enriquecida de bellos restoranes que brindaban exquisita comida a quien decidiera entrar a probar suerte con los sabores exóticos; y claro, personas repletas de amabilidad se avistaban en las grandes calles de concreto, iluminadas por altos faroles y luces de colores que llamaban la atención de cualquiera.

Muchas autoridades pensaban de Beule como la ciudad más protegida entre muchas; pero ¿qué tan cierto era ello?

Si bien el exterior de la ciudad siempre fue bien visto y aplaudido por muchos, esos muchos hubiesen querido salir corriendo al saber todos los secretos y misterios que Beule escondía en el manto de la noche. Misterios bien planeados en la luz del día, por personas que jamás darían indicios de estar metidas en una red tan turbia y peligrosa.

Beule sin duda daba mucho de qué hablar y no solía ser por la belleza de sus calles o la calidad de sus productos.

En el norte de Beule existía una pequeña casa de acogida. Gente sin recursos y sin familia se resguardaban allí mientras conseguían algún lugar donde ir o algún trabajo que sumara ingresos útiles. Los niños -mayoría en el lugar -probaban suerte por si algún alma caritativa decidía adoptarlos para darles una mejor vida. Rara vez sucedía tal milagro.

Un día de octubre al anochecer, todos los niños miraron expectantes la llegada de su cuidadora más querida. Para ellos ya era normal verla llegar a tales horas de la noche, pero les sorprendió notar la presencia de otro pequeño cuerpo junto a ella. Era una niña y lloraba limpiando sus lágrimas con desesperación. Sangre corría por todo su bello rostro, agravando el asunto.

Ana, la cuidadora, abrió el portón de metal -un portón bastante desgastado con diseños góticos que le caracterizaban -e hizo pasar a Seiza, la chiquilla que lloraba ya un poco más tranquila.

La entrada principal del edificio estaba compuesta por muchas ventanas con marquesas de madera y en el centro una gran puerta de roble que de un segundo a otro, se abrió con brusquedad. De ella salió una señora de avanzada edad, sintiéndose más que preocupada y recelosa sobre la escena que veía frente a sus ojos. La pequeña niña no le daba buena impresión. Se temía un gran problema detrás de esa repentina llegada.

- ¡Ana! ¿Qué significa esto? -Ana observó el estricto rostro de Loreen - ¿Quién es esta niña y por qué está herida?

- Señora, lo siento por no avisar antes sobre ella - Ana se inclinó con rapidez, frente a Loreen. La anciana apaciguó un poco su expresión severa -Encontré a esta niña cerca de la autopista, sangrando y llorando sin control. Estaba sola y por más que intenté hablarle, no pude.

- ¿Por qué no pudiste? -Loreen se agachó frente a Seiza. Los ojos de la pequeña le dieron escalofríos. Verdes y grandes, totalmente expresivos; y por alguna razón, solitarios -Rayos... en estos últimos tiempos hay más niños sin hogar o con historias trágicas. ¿Beule la ciudad más segura? ¡Corrijo! La ciudad más corrupta.

-Ha estado llorando desde que la encontré, no sé qué le habrá sucedido. Lo que sí sé es que no fue nada bueno, señora -La joven suspiró exhausta -Deberíamos entrar y tratar su herida.

El sentimiento de incomodidad persistía en Loreen. Incluso así, gracias a su buen corazón, permitió que Seiza entrara a la gran estructura deteriorada, con una que otra ventana parchada y puertas que rechinaban al ser empujadas con suavidad.

Los niños esparcieron rápidamente el rumor de una supuesta chica nueva. Barou fue el primero en reaccionar con emoción. Deseaba saber más al respecto ya que parecía ser un asunto serio, y amaba todo lo relacionado con el misterio e indagar en cosas que se supone no debía saber.

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2015 ⏰

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