El suelo se resquebrajó en medio de la oscuridad, como el cielo con una tormenta cargada de electricidad, en plena noche negra. Unas escaleras se materializaron desde aquella abertura en la superficie hasta el mismo corazón de aquel mundo.
Un joven, ataviado con ropajes grises y, a pesar de ser lujosos, algo harapientos, descendió por ellas, mientras su larga túnica ondeaba con el viento. Una capucha ocultaba su rostro, un rostro serio y maltratado. Caminaba muy deprisa, inquieto. Se adentraba en un mundo totalmente desconocido para él. Aun así, estaba seguro de lo que hacía.
La lluvia lo golpeó conforme bajaba. La oscuridad en la que se adentraba fue dejando paso a una tenue luz rojiza. De repente, se oyó un gran estruendo. Procedía bajo sus pies. Se alarmó. Quiso pegarse a la pared, pero...
Fue demasiado tarde. Una llamarada de fuego ascendió hacia arriba, dirigiéndose hacia aquel joven...
Su corazón se detuvo, pero no podía achantarse. Movió las manos, y las llamas se volvieron hielo. Sonrió. Era un truco muy viejo.
Seguido del fuego, la oscuridad se tornó de un rojo oscuro, que se iba intercalando con matices negros. La temperatura se elevó.
Miles de chillidos se escucharon, voces de seres diminutos, endiablados. Al compás sonaba el entrechocar de hachas. Cada vez el sonido era más cercano y fuerte.
Millares de seres horrendos, enanos deformes, con el cuerpo repleto de púas, jorobados, zopos, provistos de hachas y lanzas muy afiladas, corrían hacía él, ávidos de sangre. El joven, con aire altanero, se deshizo de ellos entre patadas, hasta llegar a los pies de las escaleras.
Le detuvieron el paso dos seres el triple de altos que él. Movieron sus grandes lanzas, cortándole el camino. Sus espaldas, curvadas, estaban repletas de músculos. Tenían cicatrices por todo el cuerpo. A uno le faltaba una pierna, incluso. Pero esto, ni la mirada loca y cargada de odio de uno, no pareció asustarlo lo más mínimo. ¿Qué debía temer?
-¿Por qué osas adentrarte en los dominios de nuestro Señor? -La voz sonaba a hueca, como si estuviera dentro de una tinaja. Y, a la vez, una voz agria. La lanza del guardia se detuvo en el cuello del intruso.
El muchacho la apartó de un manotazo. Sonrió con malicia, se retiró la capucha dejando al viento una hermosa y larga cabellera como el azabache, y exclamó:
-¡Soy Geptalon, el brujo más grande que ha existido y habrá! ¡NO NECESITO PERMISO NI EXPLICARME! ¡¡ABRID PASO!!
Los centinelas no se movieron. La cólera calmada subió por la garganta de Geptalon. Levantó el brazo derecho con la mano abierta, retorció un poco la muñeca, y ambos seres ardieron.
Con una risa malévola, Geptalon pasó por encima de los cuerpos, abriéndose paso.
Caminó por entre pequeños monstruos que se divertían mientras se bañaban en fuego; otros torturaban a las almas que llegaban por una enorme cascada de lava; otros avivaban las llamas del infierno con azufre.
No sabía a dónde iba. Caminaba a tientas. Buscaba a alguien desconocido para él, a alguien que no conocía de nada, salvo su nombre, Zustril, el mismísimo diablo, el rey de los Infiernos Oscuros de Muerte: Tal'Yhiearp.
De improviso, todo tembló y de las llamas surgió un ser descomunal. Saltó y cayó justo frente a Geptalon. Poseía fuertes piernas de un color marrón muy oscuro, con largas uñas. Medía por lo menos diez metros de alto. Su torso era humano, pero de cintura para abajo era hibrido. ¿Qué tipo de animal? No se distinguía. Podía adoptar cualquier forma.
Geptalon elevó la vista hacia él. Imponía respeto. Otro hubiera salido huyendo, pero no él. ¿Qué debía temer?
-¡¿Eres Zustril?! -se atrevió a preguntar, tajante y sin rodeos.
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La Esfera. La Saga Geptalon Parte 1
Fantasi¡Vive la fantasía como nunca antes! La tiranía de Geptalon no ha conocido límites durante años. Tres amigos serán los encargados de la derrota del brujo. Sólo ellos, los salvadores, pueden hacerlo. Ni siquiera Trac, hermano gemelo de Geptalon...