Era un día nublado, estaba sentada en el autobús con dirección a casa, el camión marco una parada y se subió una nena llegando como a los cinco años eso me sorprendió ya que estaba sola. La pequeña se sentó a mi lado y después de eso le tome indiferencia. Recargue mi cabeza sobre la ventaba y mis pensamientos empezaban a viajar pensando en lo que había pasado hoy hasta que sentí que alguien empezaba a agitar mi brazo con desesperación a sí que voltee y era la nena quien ejecutaba esa acción. Cuando la vi logre notar que era realmente bella, sus ojos eran cafés claros y grandes reflejando transparencia, sus pestañas eran largas y enchinadas dándole un toque coqueto a su mirada, sus labios eran delgados y con un tono rojo puro, muy puro al igual que sus mejillas en su cutis bronceado sin duda alguna demasiado perfecta como su larga y rubia cabellera que acompañaba unas ondas que se formaban, podría decirse que su belleza era tan angelical como el mismo cielo en su mejor momento.
¿Abra niños todavía? Una dulce y afinada voz me distrajo de la contemplación de cierta belleza. Esa misma voz me repitió la pregunta - ¿Abra niños todavía? Su pregunta me desconcertó no sabía a qué quería llegar con eso, digo mi lógica me decía que ella era una niña a sí que solo me reí tímidamente, ella río y me dijo ¿No sabes a lo qué me refiero? Alce una ceja y negué. Ella sonrió mostrando su dentadura y me dijo, -Bien, te explicare. Me llamo la atención la escena que provoco y con intriga la mire prestando atención a lo que me decía. Ella realizaba muchos ademanes cada vez que hablaba.
Ella empezó hablar y finalizando su lección se bajó. Me quede helada no podía creer lo que aprendí y sobre todo de quien lo aprendí pues bien era cierto lo que decía:
-Cuando somos pequeños no le tememos a nada, si queríamos algo simplemente luchábamos por ello, pero los adultos empezaron a decirnos que no hiciéramos tal cosa porque podía pasar algo o incluso podíamos lastimarnos, así que empezamos a crecer con miedos, a caernos, a fracasar y a pegarnos. Con todo eso dejamos de ser naturales porque eso son los niños, naturales, sin miedo, problemas o limitaciones. Por eso el peor error de los adultos es no habernos enseñado a actuar sin miedo y que al fallar siguiéramos en el intento de seguir luchando.
Tan solo nos han enseñado mal, porque no nos han enseñado que el miedo solo es una reacción a lo desconocido.
ESTÁS LEYENDO
"Después de la obscuridad"
RandomLlega un momento en tu vida en el que sabes que es tiempo de animarte a lo nuevo, es hora de que empieces a sentir, momento de cerrar la puerta a las opiniones de los demás y empezar a respirar libertad, y saber que ya no es un anhelo ser mejor ¡Ho...