20/10/15

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Mi día comenzó normal: un despertador, yo dando vueltas en la cama, buscando el uniforme, escribiendo en la netbook antes de irme tras desayunar algo bien light.

Estaba aceptable el día, en la escuela me siguen ignorando como siempre.

En Educación Física me desanimé no sé cómo, cuando unos chicos infumables pasaron por detrás mío jodiendo entre ellos y a nosotras, y dejé de trotar.

Me detuve.

Me quedé ahí parada, como una autista retrasada mental, y cuando me volví a mover, ya no tenía ganas ni de respirar.

Quería desaparecer, que me tragara la tierra.

Y como si fuera poco, después "jugamos" al quemado y recibí un pelotazo tamaño baño en medio de la cara, y como me asusté mucho, muchísimo, comencé a gritar como loca.

Voy avisando que mis gritos no son normales....son chillidos cercanos a los infrasonidos que emiten los murciélagos.

Después de asustarme mucho y de que los ojos se me cristalizaran, no resistí más y corrí al baño a encerrarme en un cubículo a llorar lo más silenciosamente que pude; uno nunca sabe cuándo entra un par de mironas a ver a la invisible (qué irónico, no?)

Me puse a pensar...y si a la vuelta me quedo en la plaza escondida y me corto todos los brazos? Ya lo había hecho una vez hacía mucho, y no había podido dormir...aunque a los segundos había caído rendida sobre la almohada ensangrentada (así soy yo: me contradigo constantemente)

Pero a la salida me volví caminando automáticamente a mi casa...donde me esperaba más mala onda.

El diablillo de mi hermana estaba más insoportable que de costumbre, y me ofendió sólo con su mirada.

Tuve que ir a mi pieza (mi torre) para resguardarme de ese malestar, y me despedí diciendo:

-Los dejo, me voy así no les sigo molestando, sean felices.

Y ahí vienen las quejas. Seguro se me van a quejar en un rato, o a la noche. Estúpida familia, ellos no me conocen, no me han visto llorar todas las noches sin razón coherente que pudiera justificar todas mis heridas.

Las sonrisas macabras me miran desde mi piel, como si me estuvieran echando la culpa de no poder ser descubiertas, de no poder sentir el viento correr sobre mi epidermis.

Ya no uso vestidos, salvo en ocasiones especiales, ni remeras de mangas cortas, ni shorts, ni polleras. No invito a muchas amigas a mi casa en verano, me alejo de quien me quiere ayudar, huyo del que me toca.


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⏰ Última actualización: Oct 22, 2015 ⏰

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Estúpido diario caprichosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora