Al momento en el que puse un pie fuera del edificio de mi padre, sentí cómo un gran peso se iba de encima. No había solucionado mucho con respecto a la mudanza, pero algo había avanzado. De repente, mi móvil empezó a sonar con ese típico silbido que te avisa de un mensaje de WhatsApp. No lo abrí hasta que estuve en mi coche, y cuando vi quién lo había enviado, no pude evitar reírme. Era Mike.
Me mandó una foto de él en su cocina, sin camiseta y con su gorra favorita, la que yo le regalé. Estaba haciendo lo que parecía una ensalada, y el mensaje que acompañaba la foto decía:
Te estoy cocinando, especial para ti ;)
Pero lo que realmente me hizo fruncir el ceño fue el siguiente mensaje:
Tenemos que hablar.
Esas tres palabras nunca significan algo bueno. Esas tres palabras se usan cuando sabes que lo que viene no es fácil, cuando sientes que el final está cerca. Y yo no quiero que eso pase con Mike. Tal vez ha encontrado a alguien mejor, y si ese fuera el caso, me alegraría por él. Pero también me duele, porque el motivo de nuestra unión fue sanar nuestros rotos corazones, y si él ya lo ha hecho, si ya ha encontrado paz, entonces quizás yo nunca fui suficiente.
Y la idea de que alguien mejor que yo estuviera en su vida me partía un poco por dentro.
No respondí al mensaje. Simplemente me concentré en conducir hacia su casa, más lento de lo normal. Me gusta la velocidad, pero en ese momento, sentía que no era lo adecuado. No sé por qué, pero sentía la necesidad de alargar esa conversación lo más posible. Tenemos que hablar, esas palabras me sonaban demasiado familiares. Eran las mismas que Colin me dijo antes de dejarme y desaparecer de mi vida.
Me tomó más de un minuto reunir el coraje para tocar el timbre. No entiendo por qué me siento así, como si todo fuera una despedida. Por primera vez, siento que el ascensor sube demasiado rápido. Tal vez debería haber subido por las escaleras, o haberme detenido a hablar con el portero, que siempre tiene algo que decir. O quizá debería haber ido antes a ver a mi madre para contarle cómo fue la reunión.
Al entrar, me dirigí directo a la cocina, justo en el momento en que Mike metía algo al horno. Ya no parecía el mismo chico de hace unas horas, pálido y desorientado. Ahora estaba como siempre, pero sin camiseta. Sus músculos de la espalda se tensaron al agacharse y levantarse, mostrándome esa fuerza que tanto me atraía.
— ¿Quién te sacó la foto? —le pregunté, sentándome sobre la encimera de la cocina, observándolo en silencio.
Mike regula el fuego del horno, luego me mira con esa sonrisa que siempre logra hacerme sentir vulnerable. Se acerca y se coloca entre mis piernas, sus ojos grises reflejan una intensidad que no había notado antes, como si estuviera tramando algo. Sus labios, rosados y cercanos, me invitan a saborearlos, pero la ansiedad y los nervios me paralizan.
— Tranquilízate, estás tensa —dice, y sus manos comienzan a sobar mis piernas de arriba abajo. Supongo que intenta relajarme, pero lo único que logra es el efecto contrario. Mi cuerpo se tensa aún más, como una cuerda de guitarra que está a punto de romperse.
— ¿Quién te sacó la foto? —pregunto de nuevo, mi voz temblando un poco, intentando desviar la atención de lo que realmente quiero saber.
Mike frunce el ceño, percibo que algo no está bien, pero lo que me está molestando más es que intento evitar hablar sobre el motivo real por el cual me llamó a su casa. Soy consciente de que estoy siendo irracional, tal vez incluso un poco miedosa. No, en realidad, soy precavida, muy precavida.
— ¿Estás celosa? —pregunta con una media sonrisa, un brillo travieso en sus ojos.
Niego con la cabeza, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas. — Solo curiosa —admito, manteniendo mi postura.

ESTÁS LEYENDO
True Love
Romans¿Qué sucede cuando el hombre del que estás enamorada, tu novio, de un día para otro decide que ya no te quiere? Cuando, sin previo aviso, te dice que nunca fuiste nada para él y que lo único que buscaba era romperte el corazón, para luego irse sin m...