Desperté, desperté de nuevo. ¿Seguro que estaba despierto? Me miré los brazos, no había marcas, pero me dolían, notaba cuchillas dentro de mi. ¿Seguro que estaba despierto? Decidí levantarme de la cama, despegándome de las calientes sábanas, rojas, marrones, azules, manchadas de mí, una parte de mí, la que me llevó a este "sueño". Una vez de pié miré al techo de mi habitación, destruido, se había caído, pero no encima mío, es como si hubiesen desaparecido los escombros. Entraba un rayo de Sol por aquel agujero, poca luz clara, pero cegadora, así que decidí salir de mi cuarto.
La casa igual de desordenada que siempre, pero ni rastro de mis padres, los busqué en su habitación, en el cuarto de baño de al lado y en la cocina. La sopa estaba fría y en la tetera el café se salía de ella. Tenedores sucios en el lavaplatos y una bombilla que se enciende a ratos, pero me sentía como si todo eso fuese normal. Salí de la cocina, no tenía hambre, y en la esquina de la puerta se hallaba un peluche, que casualmente lo pisé, juro que fue un error. Me agaché a ver cómo había llegado hasta ahí, si hace poco fue la muerte de mi hermano y quemamos todos los peluches, nos recordaba a su preciosa sonrisa. Y al cogerlo escuché un ruido fuerte pero corto, rápidamente me di media vuelta y grité ¡Papa! pero claro, era de lógica que ahí no iba a estar. Necesitaba gritarlo, creo. Volví a mirar el peluche y... ya no estaba donde lo dejé, en la esquina, fue sólo un segundo que me distraí, y se ha esfumado.