Aquel viaje en tren le había dejado el cuerpo entumecido, y para colmo llovía, el tiempo no estaba de su lado últimamente y qué decir de la vida.
Su vida era una rutina, era tan monótona cómo un reloj, un reloj que no paraba de sonar.
Era su alarma, se tenía que preparar para otro día de trabajo en el que ir a hacer fotocopias era lo más interesante que hacía, eso y coger el autobús con el mismo señor que olía fatal, y ella se preguntaba si no conocía la existencia de la colonia y/o desodorante, ¿pero quién era ella realmente? Nadie, esa era la respuesta.
Sentada en su silla y frente al ordenador, se acordó de aquel tiempo en el que ella era pequeña y soñaba con ser famosa con millones de paparazzi siguiéndola hasta responder las preguntas que ellos ansiaban por obtener, al decidir trabajo ella se decantó por tantas cosas pero no supo que hacer... de niña todo era tan fácil, sólo tenía que preocuparse si de sus amigas no hablaban mal a sus espaldas, o de si suspendía aquel examen de física que nadie entendía, o de aquel chico que no dejaba de mirarla, todo eso se fue, cómo esas cenizas de su perro, ella se consideraba una chica normal, con un trabajo normal, y un salario, bueno el salario no estaba mal.
Todo lo que había estudiado no sirvió de nada y allí estaba ella sentada pidiendo silencio mientras jugaba al solitario, que triste era su vida, al menos eso pensaba ella y el resto de humanos con cabeza que escucharan su historia.
Más de una vez intentó coger un libro en los que la portada ponía algo cómo "Rompe la monotonía de tu vida" o "Tú eres la dueña de tu futuro" pero además de no servir de nada ( al final los acabo leyendo por internet) sus compañeros siempre la pillaban, y dejaba el libro en su sitio.
Pero ese día un anciano le entrego un libro "El reflejo de la vida" ella no lo tomó en cuenta era un libro de los cien que al día iban y venían, el anciano llamó su atención con una suave tos, ella levantó la vista y le sonrió entonces el anciano sacó una libreta y escribió, "Lo siento, el libro llega tarde", ella interrogativa, le preguntó por qué, y contestó, "Porque lleva 5 años en mis manos",
no daba crédito a lo que leía, ¿cinco años, con un libro? El anciano soltó otra tos, esta vez ya tenía escrito algo en su libreta, "sí, 5 años, es un libro fantástico, se lo recomiendo, pero... me siento mal por los jóvenes que querían leerlo pero no lo lo encontraban".
Imposible pensó ella, llevaba dos años en esa biblioteca y nunca nadie había preguntado por aquel libro, y menos jóvenes que lo único que buscaban eran libros cómo "Los juegos del hambre" o "okay? okay." Se apresuró a contestarle algo razonable, pero no encontraba nada coherente, ¿por qué después de cinco años, aquel anciano quiso devolver el libro, bien podría quedárselo, nadie lo echaría en falta, así que decidió dejarle marchar, y así fue el anciano se marchó no sin antes decirle gracias, y que por favor leyera el libro.
Su portada no llamaba la atención tampoco había editorial, ni nombre del escritor ni sinopsis, pero cómo bien decían muchas imágenes que la gente no paraba de compartir en Facebook, "no hay que juzgar un libro por su portada" y bien ella lo sabía, había encontrado obras maravillosas que sus portadas no hacían justicia, así que se lo metió en su bolso, si bien paso cinco años desapercibido, podrá pasar un tiempo más, con esa idea en la cabeza y en autobús en marcha para llegar a la estación de trenes, pasó otro día menos rutinario, pero que por eso no dejará de cambiar.
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El reflejo de la vida
Sonstiges"No hay que juzgar un libro por su portada" Una bibliotecaria con sueños y una vida monótona .