Capitulo 1...

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Y esta historia comienza con "erase una vez", en un castillo tan majestuoso, tan sublime que él mismo se enorgullece de lo que es, este castillo solo se ha podido ver en sueños, este castillo tan único posee como vecino a Neptuno. Solo un castillo con tan grandes y deslumbrantes cualidades solo le puede pertenecer a un ser con tan alta nobleza, y es ahí donde comenzare a relatar la historia de nuestro querido personaje principal, y hablaré de un príncipe con tan finas expresiones como los ángeles avergonzados, con cabellos como la oscura noche, ojos como el mar y el cielo juntos en un mismo mirar y su voz tan melodiosa como el cantar de un ruiseñor al umbral. El príncipe daba aires de grandeza como si fuera un mismo Dios, sin embargo lo que sin duda alguna se le retribuía al reconocimiento del príncipe es que era un ser tan despreciable, tan egocéntrico, tan odioso, tan testarudo y tan vanidoso, que su pase al infierno ya era más que seguro por su maravillosa personalidad.

El príncipe no amaba nada que no fuera él, y para terminar de contar sus maravillosas cualidades, el príncipe poseía una forma de divertirse única y era haciéndole la vida miserable a la servidumbre que rondaba por el castillo, y esto lo lograba nada más y nada menos que "si los pisos estaban recién lavados y encerados", nuestro querido angelito se enlodaba los zapatos y caminaba por todos los pasillos del castillo y los volvía a ensuciar de la mejor manera que parecería que estos nunca fueron limpiados y encima ordenaba que se volviera a realizar esa limpieza, también les ordenaba cosas sin sentido, haciendo que el resultado fuera negativo y contradictorio, además los culpaba a ellos haciendo que estos perdieran la cabeza todos malhumorados y enojados, más tarde, el mismo príncipe después de muchos actos como estos, comenzó a burlarse y ser totalmente cruel con la servidumbre, a un punto tan extremo que su única diversión era el sufrimiento de la misma.

Un día, el príncipe, tras haber terminado sus deberes reales que le correspondían, vagaba por los pasillos y corredores del castillo, hundido entre sus pensamientos y agobiado por el aburrimiento, pobre de aquella alma que se encontrara en esos momentos al príncipe, él seguía vagando mientras se entretenía pensando que podría hacerle a aquel se le atravesara por delante, y parecería que las plegarias del príncipe fueron escuchadas, pues a lo lejos del pasillo se podía apreciar la silueta de una persona que llevaba cargando un par de cubetas grandes y al parecer pesadas, ya que le costaba levantarlas y cada cuatro pasos bajaba las cubetas para poder tomar un respiro y recobrar energías, para que lograra aunque sea un poco arrastrarlas en un intento de levantarlas, el príncipe al ver esta espléndida oportunidad, pensó que era el momento perfecto para matar con el aburrimiento que lo agobiaba, de inmediato se puso en marcha hacia a aquella persona, primero caminando con un paso relativamente veloz y luego tirándose a la carrera con mucha velocidad, la idea del príncipe era correr con toda su energía posible y pasarlo a tirar con un gran empujón, haciendo que esta persona cayera al piso junto con las cubetas y se empapara de esa agua la cual era de dudosa procedencia, al par de que el príncipe corría hacia aquella persona, mientras más se acercaba, se pudo percatar que aquella persona arrastraba las cubetas con dirección hacia él, el príncipe podía apreciar poco a poco su cara y facciones de aquel desdichado, las cuales se iban haciendo más claras, hasta que el príncipe de la nada se quedó hundido en un rostro, en unos ojos que expresaban ternura e inocencia, en un cuerpo reflejado en su máxima representación, inconscientemente el príncipe lo estaba admirando como se admira a una rosa tan delicada bañada en el roció de la mañana, como sólo se admira a una belleza e inocencia tan sublime que provoca un miedo a tocarlo por romper esa perfecta imagen que nunca será igualada por otra persona, en ese instante el príncipe sintió un azote en el pecho de lado izquierdo, y de la nada parecería que se cortaba la respiración pero no podía apartar ni siquiera un segundo la mirada de aquella criatura que le resultaba tan increíblemente fascinante e intocable, el príncipe quedo parado frente a él y sin darse cuenta de que aquel joven con tal delicadeza en sus facciones lo miraba con cierto aire de curiosidad pero al mismo tiempo de respeto, el príncipe al percatarse de lo que estaba haciendo cayó en una confusión tan grande y una vergüenza casi insoportable que este salió corriendo de aquel lugar dejando atrás aquel sirviente con un aspecto angelical.

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