Capítulo 2

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Sus ojos eran claros, Amelie no podía distinguir su color desde tan lejos y con la poca luz que desprenden los días nublados, pero sabía que eran claros. Era de estatura media y algo corpulento, o al menos eso era lo que Amelie podía intuir debajo de su abrigo. Llevaba el pelo revuelto pero lo disimilaba con un gorro. Su voz era cálida, bueno, a ella le pareció cálida desde el otro lado del puente donde su mundo se había vuelto más frío desde que ella no se imaginaba en él.
- No lo hagas- repitió el chico desconocido, pero esta vez más lento y acercándose despacio al puente donde estaba Amelie temblorosa.
- ¿Qué más te da? ¿Quién eres tú y por qué te importa lo que yo haga?
- Me llamo Laurence, pero todos me llaman L, supongo que tengo un nombre demasiado largo. Lo cierto es que no sé quien eres, pero no me parece bien que saltes, es decir, no creo que sea una buena idea.
- Lo que no es una buena idea es que estés aquí dándome el coñazo. Lárgate, no necesito tu ayuda.
- Emm, no te estoy ofreciendo mi ayuda, no voy a saltar a rescatarte, no llevo un traje de superhéroe debajo de mi abrigo, ni siquiera voy a convencerte, solo me he acercado para proponerte un plan.
- ¿Un plan? ¿Estás loco?
- Una taza de chocolate caliente y un panecillo relleno de crema de la tienda de al lado de la iglesia.
- ¿Una taza de chocolate? - De repente Amelie se acordó de las tardes que pasó con su abuela tomando ese chocolate caliente de la tienda de al lado de la iglesia, la vieja Clarisse le ponía algo a su chocolate que lo hacía especial, único. Le apetecía, casi podía olerlo, de repente aquel imbécil había hecho que le apeteciese un maldito chocolate caliente.
- ¿Tienes un plan mejor? - Dijo L con un tono burlón, abriendo los brazos y poniendo una mueca.

Amelie se agarró a la barandilla y dio media vuelta, ya no le parecía tan buena idea saltar y desaparecer porque le apetecía un chocolate, es absurdo, le apetecía un chocolate con un desconocido. No quería saltar y probablemente no lo habría hecho aunque el chico de ojos claros no hubiera aparecido. Solo ha sido un toque de atención a sí misma, un motivo para abrir los ojos, una llamada de socorro al frío del otro lado del puente.

- Está bien, quizá pueda llenar este vacío con chocolate.

- ¿Qué vacío? -dijo L desconcertado pero sastifecho porque la chica loca del otro lado del puente había decidido no saltar.

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⏰ Última actualización: Oct 28, 2015 ⏰

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