EXTRA CAPÍTULO 48 – SÁLVAME
¿DE QUÉ COLOR SON TUS OJOS? – CUANDO UN ÁNGEL PIERDE SUS ALAS
DAPHNE ARS
Tony Wright –un coterráneo– había sido el último hombre en haber intentado entrar al récord Guinness, después de 266 horas sin dormir, pero la organización desde 1990 había descartado este tipo de “hazañas” por ser perjudiciales para la salud, además de que un finlandés ya había superado a Wright manteniéndose despierto 277 horas. En medio de una disputa entre la inconsciencia y la plena conciencia, Robert estaba sopesando las posibilidades de que tras una semana y media o tal vez dos –hacía mucho que había perdido la noción del tiempo– ya estaba desvariando por la falta de sueño, tal vez sí, había echado una que otra cabeceada por esos días, pero seguro como la mierda que no estabas del todo dormido si lograbas llevar el conteo continúo de las pulsaciones del electrocardiograma al que estaba conectada tu mujer
La sábana que se arremolinaba en su mejilla olía a hospital, no era un olor netamente desagradable, pero tampoco es que te harías rico si lo enviabas a embotellar, mierda, el cuello lo estaba matando, su cerebro latía en simultáneo con el bip-bip-bip constante del corazón de Marta. Lentamente levantó los parpados y sus ojos se acostumbraron a la luz blanca brillante de la habitación. Él preferiría atenuar las luces, pero a Marta no le gustaba. De pronto, cuando abrió del todo los ojos se dio cuenta por qué le dolía el cuello, había cambiado su posición y tenía la mitad del rostro enterrado entre las sábanas y el colchón de la cama donde reposaba Marta, y las manos aún las conservaba sobre las de ella, una mala posición desde la silla, en todo caso. Liberó sólo una mano para restregarse los ojos y pasar sus dedos por el cabello, necesitaba un corte, pero ahora ¿en qué momento? No había poder humano que lo sacara del perímetro del hospital, más que para ir a cambiarse de ropa o buscar algún examen de Marta, el pub al que solía ir con Seth quedaba a menos de dos cuadras, y sólo iba cuando sabía que alguna de las chicas se quedaba con ella
Levantó la vista y su corazón se volvió a comprimir al ver a una Marta reducida, no era algo metafórico, ella había perdido peso a pasos agigantados, las mejillas se le habían hundido y las ojeras bajo sus ojos eran de un marrón concentrado, sin contar que sus huesos a penas se veían cubiertos por la piel casi traslucida, huesos y venas… nada más. Con la mano libre acarició el cabello negro, al menos eso no había cambiado, seguía siendo color azabache, un color que la noche envidiaría, él amaba el cabello de Marta, su olor, su sensación entre sus dedos, seda pura… No quería pensarlo, pero en su mente resonaba una pregunta: ¿Cómo sobrevivirás sin ella?, acarició los delgados dedos que reposaban sobre el vientre plano de Marta, sus ojos ardieron. Respuesta: Él no lo soportaría.
En el bolsillo de su jean, vibró su teléfono móvil.
–Hola, mamá –Contestó en tono bajo, sin querer perturbar el sueño de Marta.
–Hola, bebé. ¿Cómo ha ido el día? –Su madre lo había llamado cada noche, para saber de los avances de Marta. La verdad, era triste no tener ninguno. Su amada Marta estaba perdiendo la batalla ante sus ojos.
–Igual –Prefirió decir, antes que entrar en detalles. Su madre siempre terminaba llorando cuando él lloraba primero.
–Bebé… –Se lamentó Clarisse al otro lado–. Puedo ir este fin de semana, el viernes puedo salir antes e ir con papá y Beth a visitarte.
–Bien… –Le daba igual, ellos tampoco lo sacarían del hospital. En ese momento las manos de Marta las sintió frías–. Mierda– Exclamó al ver la ventana abierta, se fue hasta allí y las cerró con el pasador–. Mamá pronto la enfermera vendrá a hacerle el chequeo nocturno a Marta. Hablamos mañana.