Niebla.

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-En verano, en el lago, allí nadé yo.
Con mi madre, con mi hermana,
Jugando con el sol -tararea la anciana. El viento de otoño mece las ramas de los árboles marrones.

-Está loca -murmura un enfermero-.

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Viven rodeados de bosque, de naturaleza.
Es una familia pequeña: la madre, el padre y las niñas.
Saben que podrían vivir en el pueblo, donde tienen mas comodidades. Pero el bosque los reconforta, es tranquilo, sin peleas, sin mucha gente. Son felices.
En primavera las niñas van con su madre a recolectar flores, y durante el verano se bañan en el lago.
En otoño se dedican a cosechar los cultivos, tanto propios, como los que ha cultivado la madre naturaleza.
Los inviernos son crudos, sí, pero las niñas siempre encuentran manera de pasarlo bien.

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La anciana está sentada, el cabello blanco y suave como seda, cayendo como un velo sobre su cabeza mientras se mueve al compás del viento. Está cantando una vieja canción:

"Vino aquí, vino por ti.
La reina del invierno que a todos nos lleva.
Vino aquí, vino por ti.
Con su vestido blanco y su mirada que congela."

Algo raro sucede en cuanto la anciana entona la última línea de ese verso: la niebla, pura y blanca comienza a salir del bosque, como una ola, como si fuera agua de la marea cuando va subiendo.

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Otoño. Otoño marrón y dorado. Las niñas junto a su madre recorren la orilla del lago, recolectando frutos secos.
Hace frío, no de ese frío que te cala los huesos, sino de ese frío que parece un arrullo, como si la naturaleza quisiera mimarte.
A pocos metros de la orilla hay un árbol torcido, cuyas ramas crecieron horizontales hacía el lago.
Una de las niñas trepa.

-Bellye, baja por favor... -pide la madre. La niña ríe y prosigue escalando hasta las ramas que están sobre el lago-.

La otra niña, aún sobre la tierra, contempla a su hermana con algo que solo podría definirse como sorpresa y miedo. La madre por su parte insiste en decirle a su pequeña hija que baje del árbol, ésta solo ríe, y se balancea entre ramas.

Entonces la sienten. Una brisa fría, como el aliento del invierno, es suave pero firme y consigue que la pequeña sobre el árbol caiga al lago.

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-Siempre pasa eso -dice el enfermero veterano al aprendiz.

-¿El qué?

-Cuando ella canta, este lugar se llena de... niebla. -responde el veterano, con total seriedad- aunque creo que son imaginaciones mías. Llevo tanto tiempo entre estos dementes que a veces me creo sus propias historias.

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Cuando ella quiere algo, ella lo consigue.
No hay precio que valga.

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Betyer está sentada sobre un taburete de madera, justo al lado de su hermana, quien hace aproximadamente un mes cayó al lago.
Hundirse en esas aguas no ha sido bueno para los pulmones de Bellye, quien arropada con muchas sábanas, tose de vez en cuando en señal de que el resfrío no va a mejorar.

-Pronto estarás bien, Bellye. Vas a ver que sí.

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Hogar de ancianos.
Sanatorio.
Nadie sabe como definirlo.
Solo se sabe que es un lugar para aquellos que no tienen una familia, o para esos cuya mente está dañada. Es un lugar rodeado de bosque, con jardines. Apacible para una mente trastornada.

Allí vive la anciana.

-En pasos de juerga, se va la primavera.
Vamos cantando que viene el verano.
Sueltate los moños, que se va el otoño -tararea.

NieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora