Capítulo 2

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La cadera de Héctor estaba apoyada sobre el capó de la furgoneta mientras estiraba las piernas y se deleitaba tomando un trago de una cerveza en lata. La bebida no era de mucha calidad (era cerveza de marca blanca de supermercado) pero estaba fría y todo cuanto necesitaba era refrescar su gaznate después de varias horas de trajín.

Su larga melena, que clareaba en su coronilla, flotaba a merced del viento y le daba un aspecto más juvenil de que su esposa siempre se quejaba. Sus gafas de concha ocultaban sus grandes ojos azules, idénticos a los de su hijo menor. Era ancho de espaldas pero su torso y sus brazos eran delgados como lápices, ya que Héctor, que trabajaba en el departamento de Informática de Halls & Richards, una consultoría norteamericana con sede en Barcelona, era alérgico a toda clase de esfuerzo físico. Su idea de un día perfecto era estar tumbado en el sofá, leyendo algún libro con las tapas descuidadas y ajadas y bebiendo una cerveza.

Carolina al contrario, era una mujer muy activa, y nunca le permitía quedarse en casa. Siempre estaba buscando actividades que pudieran realizar los cuatro: irse a un parque de atracciones (aunque tanto Héctor como Anabel se mareaban con facilidad y acaban tomándose un helado en alguna heladería cercana mientras Carolina y Alberto disfrutaban de la montaña rusa), irse a la playa o la montaña e incluso tenía la idea de que en cuanto Alberto fuera un poco mayor, deberían de practicar rafting. Héctor que era un hombre de naturaleza tranquila y apacible, la sola idea de lanzarse en canoa por un río de aguas bravas le horrorizaba.

Carolina desatendía sus gruñidos y le instaba a apoyar sus planes, ya que en pocos años Anabel no querría seguir uniéndose a sus aventuras en familia (Héctor dudaba de que su hija quisiera que la vieran en público con sus progenitores pero no quería arruinar el espíritu de su esposa) y luego echarían de menos esos momentos si no los aprovechaban al máximo.

En realidad, la idea de venir a casa del tío Eduardo y echar un vistazo por si encontraban algo de valor que les gustara, había sido de Carolina. Ellos habían sido designados como herederos por el tío Eduardo, cosa que entendió a que se debía a que su hermana Sandra, jamás le había visitado. Su madre le había pedido que por favor, ella también visitara a su tío pero Sandra le ignoraba.

Era un espíritu libre, se había casado y divorciado dos veces, y su última conquista era un francés de raíces camerunesas llamado Eric. Él era diez años más joven que Sandra y se habían conocido en una fiesta rave en Paris. Su hermana decía que había sido amor a primera vista, pero había dicho lo mismo de Jordi y Carlos, sus dos primeros maridos.

Adelaida no aprobaba la relación de su hija, pero al menos respiraba tranquila sabiendo que no tenía intención de casarse de nuevo. Sandra no contaba nunca con la opinión de su madre y siempre iba a la suya. Tan sólo había obedecido a su padre, Joaquín Hinojosa, un hombre de manos fuertes y sonrisa agradable que trabajaba de pintor de brocha gorda siempre con una canción en los labios.

Cuando un cáncer de páncreas se lo llevó en 1998, desapareció la única persona capaz de aconsejar a Sandra y a la que ella escuchaba y aceptaba sus ideas.

Desde entonces, la única opinión que contaba era la suya propia, y en contadas ocasiones, a veces buscaba el consejo de su hermano menor a quien quería con locura pese a sus caracteres tan distintos.

Héctor envidiaba la libertad de su hermana mayor y su forma de ser inmutable a las críticas ajenas, pero él era demasiado tranquilo para buscarse problemas. Prefería seguir la corriente y modelarla poco a poco, que nadar contra ella y correr el riesgo de estrellarse contra las rocas

Bebió otro trago de cerveza y lo levantó a la salud de Sebas, su compañero de trabajo y mejor amigo, que se había ofrecido a ayudarles a hacer un posible traslado de muebles. Su furgoneta, una SEAT Kangoo blanca que tenía diez años pero seguía funcionando como el primer día, tenía el maletero casi lleno de trastos inútiles metidos en cajas. Todavía quedaba un hueco bastante grande, pero no lo suficiente para que cupiera el chifonier que quería Carolina y el resto de la familia Hinojosa Sanchez.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2015 ⏰

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