Prólogo

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Veníamos de la celebración del cumpleaños de mi tía Sarah cuando ocurrió, cuando mi vida se hizo añicos. 

  Eran las dos de la madrugada. Mis padres y yo estábamos en el coche, yo estaba sentada en el asiento trasero, justo en frente de mi madre.  Ella y yo hablábamos de las cosas graciosas que habían ocurrido durante la velada en aquel restaurante tan ostentoso donde celebramos el cumpleaños de mi tía, mientras que mi padre conducía por la autopista con la intención de llegar a casa lo antes posible, todos estábamos muy cansados. Aquella noche había bebido demasiado  y como consecuencia tenía muchas ganas de ir al baño, pero no quería decírselo a mis padres, todavía quedaba como media hora para llegar a casa y no me agradaba la idea de ir a uno de esos sucios baños de gasolinera. Pero no pude aguantar las ganas, mi vejiga iba a explotar, y al final acabé diciéndoselo a mi madre, cosa que no le hizo mucha gracia por que a ella tampoco le gustaba parar en la gasolinera tan tarde, le parecía peligroso. Paramos el coche unos cuantos kilómetros más adelante, en una vieja gasolinera que podría ser perfectamente el escenario de una película de terror de Hollywood. Me bajé rápidamente del coche y fui corriendo hacia la flecha gigante que ponía "Baños por aquí", cuando llegué, en las puertas no había ninguna señalización de cuál era el de caballeros o el de señoras, así que entré a el que pensaba que estaría más limpio, el de la izquierda, abrí la puerta y un olor como a perro mojado mezclado con heces de rata llegó hasta mis glándulas olfativas, las paredes estaban garabateadas y sucias, los espejos estaban rotos, me inundaron unas fuertes ganas de vomitar, salí apresuradamente de allí. 

"Seguro que este es el de hombres" me dije entre arcadas. 

Decidí entrar en el de la derecha con la esperanza de que estuviera más limpio, y efectivamente, este también tenía garabatos en las paredes y los espejos estaban por caerse al suelo, pero aquel olor nauseabundo era reemplazado por olor a gel del supermercado.

 "Bueno, definitivamente es mejor que el olor a perro mojado" dije.

 Abrí la puerta del primer retrete y, para mi sorpresa estaba bastante limpio, entré y cerré con llave, tuve que maniobrar para no pegarme a la tapa, quién sabe cuánta gente se ha sentado ahí antes. Cuando ya me hube colocado pude "vaciar el depósito". 

"Por fin" pensé.

 Justo cuando estaba terminando se oyeron unos gritos de mujer fuera de la gasolinera, seguidos de tres disparos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sudores empezaban a recorrer mi espalda y un sentimiento de preocupación mezclado de desesperación se apoderó de mí. Enseguida me vino a la mente la imagen de mis padres esperando en el coche a que saliera del baño. Me subí los pantalones lo más rápido que pude, estiré mi mano hacia el cerrojo con la intención de abrir la puerta, pero estaba atascado. 

"Mierda, ábrete, ábrete... ¡Ábrete!" dije golpeando con fuerza la puerta y moviendo de un lado a otro el cerrojo pero fue inútil. 

Mi corazón latía cada vez más deprisa, parecía que iba a salirse de mi pecho. 

"Ufff, muy bien, tranquilízate Scarlett, busca otra forma de salir" me dije a mi misma. 

Mis ojos recorrieron el pequeño baño intentando localizar una vía de escape, cuando de pronto... "¡Bingo!". 

Había una ventana abierta por la que podía salir de allí. Me subí al retrete, alcé mis manos colocándolas en la parte baja de la ventana, e impulsándome hacia arriba logré situarme al borde de la ventana, encogí mis piernas pasándolas al lado de afuera y salté. Por suerte solo había una distancia de un metro y medio o dos metros y no me hice ni un rasguño. Corrí rápidamente hacia donde se suponía que debían estar mis padres, pero allí no había nadie. El coche había desaparecido.

"¿¡Mamá!? ¿¡Papá!?" grité desesperada.

Me dirigí lo más rápido que pude a la tienda de la gasolinera. Las puertas se abrieron automáticamente. Ojalá nunca se hubieran abierto. 

Todo estaba roto, habían huellas de sangre por todas partes. Mis padres estaban tirados en el suelo junto al dependiente de la gasolinera. La cabeza de mi padre estaba encima de un enorme charco de sangre. Mi madre tenía dos agujeros en el pecho por los que también se desangraba, pero ella estaba viva todavía, la oí decir algo pero no entendí bien lo que era. Fui corriendo a donde se encontraba, me puse de rodillas y le coloqué la cabeza sobre ellas.

"Tranquila mamá, no digas nada, todo va a salir bien, no te preocupes. Papá se pondrá triste si lo haces" dije haciéndole presión en el pecho. 

Pero ya era muy tarde, noté como dejó de respirar. Pero no quería creerlo y empecé a hacerle el RPC.

"¡No mamá! ¡No puedes hacerme esto! ¡No te vayas, te necesito!" dije entre gritos y llantos. 

Desesperación, tristeza... Un cúmulo de sentimientos y sensaciones, de repente noté como una oscuridad me absorbía.  

Desperté en un hospital. Sola, completamente sola.


El chico de la bibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora