-Quédate. No te vayas. Hazlo por mí- suplicaba Haru a Megumi, quien descansaba en sus brazos.
Era un mediodía de primavera, las hojas de los árboles estaban en su tope de color y se podían escuchar a las aves cantando. Podía escucharse también la presencia de un caudal que corría cerca de donde estaban los jóvenes.
-Por favor- las lágrimas se acumulaban en las comisuras de sus ojos-. No me dejes. Te necesito- su voz comenzaba a quebrarse cada vez más.
-Escucha, Haru- decía Megumi, con un sonrisa maternal en el rostro- No te enfades por mi partida. Ni con migo, ni con Dios. Ninguno tiene la culpa.
-No. ¡No! ¡No me dejes! ¡¿Después de todo lo que pasamos juntos, me vas a dejar?!
Megumi alzó una mano y le dio un golpecito en la cabeza -Tontito- dijo- Siempre has sido así, ¿sabes?
-¿A qué te refieres?- preguntó Haru con los ojos enrojecidos.
-Sí, siempre... como aquella vez en la que no querías jugar al béisbol porque creías que eras malo, pero cuando accediste, hiciste el mejor tiro del juego; todo el equipo te adoró desde ese entonces. O cuando las chicas en el baile de la escuela trataban de bailar contigo y tú te negabas con la excusa de que no sabías bailar. Siempre has sido inseguro en cuanto a tus capacidades.
-No...- sus hombros empezaron a temblar- No lo digas de esa manera... es triste...
-También siempre fuiste honesto y amable. Aún recuerdo aquella vez en la que unos chicos me quisieron quitar mi bolso y tú, al descubrirlos cuando pasabas por allí, los golpeaste tanto que tuve que llamar a la ambulancia para que se los lleven, junto a ti, claro, ja, ja.
-Cállate...- bajó la cabeza y continuó-... Por favor...
-Todos esos... son recuerdos que perdurarán aún después de la muerte... En mí... y espero que en ti sea igual...
-Si así son las cosas... ¡Me suicidaré para estar a tu lado!-gritó Haru. La respuesta que recibió fue como una bala en su pecho. No esperaba que ella pudiera ser tan fría con una respuesta.
-No. Y aunque yo te lo permitiera, no podrías.
-¿Por qué no?
-Para empezar, tú eres un demonio, mientras que yo soy un ángel. A pesar de que no sepamos a dónde vallamos luego de la muerte, no hay garantía de que estemos juntos. Además, quiero que me recuerdes, que formes una familia como un humano normal y que le cuentes a las personas sobre mí. ¿Recuerdas aquella vez en la escuela? Habías hecho una travesura y asumí la responsabilidad, me castigaron haciendo que me quede a limpiar el aula, tú me acompañaste; ambos borrábamos la pizarra cuando rompiste el hielo pronunciando estas palabras: "Oye, Megumi, ¿a qué le tienes miedo?" sí, esas fueron tus palabras. En ese entonces no sabía qué responder, así que te respondí lo primero que se me vino a la cabeza: "a la muerte". Lo cierto es que te mentí. A lo que en realidad le temo es a ser olvidada. Después de todo, el vivir en los recuerdos de las personas le da un motivo a toda mi existencia...
-¡Cállate!
-Yo sólo quiero que me recuerdes... no pido más...- decía Megumi cada vez más serena. Su vista se tornaba más borrosa y sabía que su muerte se aproximaba. A pesar de no tener pruebas de que Dios existiera, no tenía miedo. Llegó a ver todo oscuro- Oye, Haru...
-¿Qué sucede?- inquirió mientras apoyaba su cabeza en su pecho.
-¿Es que acaso el sol ya se puso?
Haru permaneció un momento sin responder. Cerró con fuerza los ojos, se mordió el labio, inhaló y exhaló antes de responder: "Sí. Se acaba de poner".
-Ah...-suspiró Megumi-...Me parecía... Oye, Haru...
-Dime.
-Perdón por haberte dado tantos problemas luego de conocerme...
-¿Qué dices?... ¿Problemas?...
-Y gracias... Muchas gracias... Haru...
-¿Gracias?- Haru trataba de parecer más bien calmado, con una leve sonrisa en el rostro, pero su tristeza era delatada por lo entrecortada que se escuchaba su voz.
-Abrázame...
Haru no lo dudó y le dio un abrazo a Megumi, quien comenzaba a cerrar sus ojos lentamente. Al sentir el cuerpo sin vida, Haru la abrazó, y lloró su partida. Cuando la primera lágrima tocó el cuerpo de Megumi, este se desvaneció en el aire, dejando a Haru abrazando a la nada.
Haru se puso de pie mirando el suelo, tan podrido como todos sus habitantes. A su modo de ver, Megumi era lo único puro en toda la existencia del tiempo y el espacio. Sin ella nada tenía sentido.
Extendió sus alas, que estaban más bien gastadas, solo les quedaban unas dos hileras de plumas, y se pudo apreciar como se detenía el tiempo. Hojas de cerezo, que jugaban con el color de sus alas oscuras, se quedaron suspendidas en el aire.
-Sin ella... nada tiene sentido... perdóname... sé que nada cambiará, pero al menos podré verte una vida más...
Sus plumas comenzaron a caer rápidamente, su camisa se abrió. En su torso llevaba "tatuadas" unas 23 fechas que tapaban toda su piel, en el centro se formó la número 24. Su cuerpo se desvaneció como la luz se desvanece al cortarse la electricidad. Todo quedó sereno sin los dos seres sobrehumanos.
Haru despertó en su habitación. "Esta es la última" se dijo a sí mismo y salió corriendo por la puerta de su casa. En el camino a la escuela se encontró con una muchacha que parecía esperar a alguien. Haru dejó de correr al llegar a unos ocho pies de esta joven, entonces emprendió una caminata hasta ella.
Lágrimas se empezaron a escapar de sus ojos.
-Hola...- la estudiante, que llevaba unos libros en sus brazos, apretados contra su pecho, volteó a darle la bienvenida a su tan esperado compañero. Quedaron ambos cara a cara. A pesar de que estaban en la sombra de un árbol, rayos de sol se abrían paso entre las ramas y hojas, dejando pequeñas partes de sus cuerpo iluminadas-. ...Hola... Megumi.
FIN.
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Lo único puro.
FantasyHaru, demonio del tiempo, se enfrenta al peor momento de su inmortalidad: la perdida de su único y verdadero amor.