El peor trabajo del mundo, ese era mi empleo. Hace unas cuantas semanas había sido llamado de uno de los empleos que tenía como segunda opción de trabajo, el plan B cuando los empleos de profesor de biología no dieran frutos. El dato me lo había dado un amigo cuando desayunábamos en una cafetería al norte de Arizona. Recuerdo que se había encontrado el periódico en la mesa del frente tomándolo como si fuese de su propiedad y hasta lo había manchado con jalea de mora nada mas luego de haber pasado a la segunda pagina. Yo comía un sándwich de huevos con tocino y una taza de café más pequeña que la de Mike o Mickey como le solíamos decir sus cercanos.
-Eres todo un cerdo - Exclamé mientras cogía mi taza y soplaba para no quemar mis labios al contacto con el líquido caliente.
-Pero este cerdo tiene un empleo, no como tú - Sentí un poco herido su comentario, pero tenía razón aun que no duraría por mucho mas puesto Mickey seria mi puerta de escape de la cesantía en ese mismo momento. Él dobló cuidadosamente las hojas del periódico que no ocuparía y lo dio vuelta hacia mi lado mientras señalaba con la punta del tenedor con el cual comía sus wafles uno de los anuncios - Podría ser una buena oportunidad.
Recuerdo haber visto el brillo en sus ojos azulados mientras miraban hacia los míos insinuando haber hallado el mismísimo santo grial, pero bastó a que mi mirada incrédula se posara en el anuncio para que cuando yo volviese a mirar a sus ojos los viese abandonar esa esperanza.
-¿Y? ¿Qué te parece? Es perfecto - Exclamó intentando animarme con un movimiento de sus cejas rubias algo pobladas que no movió ni una sola de mis células de su lugar.
-Dime que es una broma - Rodé los ojos incrédulo para luego volver mi vista al anuncio y leer nuevamente aquella leyenda en el papel gris pero en voz alta - "Se necesita faenador con o sin experiencia para trabajo con turnos rotativos en la planta de faena Free Field. Interesados contactar al 2309-555-222 o al correo FFcompany@Yahoo.com "- Una vez terminé de leer miré a mi compañero con una expresión quizás muy dura como para que él se echara a reír tan solo de los nervios - Vamos Mickey, ¿ Va en serio?
-¿Y por qué no? Adam no puedes perder una oportunidad así - Continuo Mickey mientras cortaba otro trozo de su wafle para luego untarlo en la jalea - Piénsalo, eres maestro de biología y sabes sobre disección y esas cosas que tienen que ver con un cuchillo y carne.
-¿Te das cuenta de lo que hablas? - Quizás estaba muy a la defensiva o así me mostraba, aun que por dentro pensaba en las posibilidades del trabajo. No tenía nada que perder puesto ya hace más de un año que no impartía mi profesión y las deudas comenzaban a consumir mi vida lentamente.
Casi toda la tarde de ese mismo día me tomé mi tiempo para pensar en aquel trabajo y antes de que dieran las siete ya había enviado mi curriculum al correo que había memorizado del anuncio, esperando quizás con demasiadas ansias que lo respondieran. Y no fue hasta una semana más tarde que se dignaron a dar una respuesta de la compañía, cuando yo ya había perdido toda esperanza y estaba bebiendo una lata de cerveza en el departamento de Mickey, luego de haber visto un juego de beisbol.
Leí rápidamente el contenido del correo luego de avisar a Mickey de que trataba, verlo con una sonrisa amplia llena de nerviosismo me hacia acordar a un padre que espera que su primer ( o segundo ) hijo nazca en el pabellón, con su cámara fotográfica lista para grabar el hermoso acontecimiento.
- " Estimado Adam Carter: nos orgullece informarle que a partir del próximo lunes formará parte de nuestra compañía de faena Free Field. Se le informa que su cargo dentro de la compañía será Faenador. Debe presentarse en el horario nocturno a las veinte treinta horas en..."
-¡Haz quedado! - Me interrumpió Mickey mientras lanzaba cerveza de la lata cuando la agitaba con euforia - ¡Enhorabuena, Adam!
No tuve tiempo para responder ya que vi a Mickey casi encima mío pocos segundos tras sus felicitaciones, a lo que tan solo me dejé abrazar y para que no se sintiera en menos reflejé su actuar. Mickey había sido mi amigo durante años, desde que cursábamos la preparatorio y salíamos con la misma chica sin saberlo hasta que un día encontré una de sus bragas en el auto de él. Quizás éramos muy tontos o demasiado maduros para enojarnos con el otro como hubiese pasado naturalmente, pero nos dio un ataque de risa que duró todo el trayecto a nuestro barrio antes de decidir que él la invitaría a un motel donde estaría esperando yo junto a dos de nuestras amigas en una especie de montaje de película porno donde nosotros dos tendríamos sexo con las tres. Recordamos como se descompuso la cara de nuestra novia al vernos tanto a nosotros dos en el mismo lugar como a las otras dos chicas con ropas comprometedoras y luego salió gritando iracunda cuanto improperio pudo encontrar en su florido léxico.
Ese día Mickey había sacado el tema y nos habíamos vuelto a reír como por milésima vez porque a pesar de recordarlo cada cierto tiempo no perdía el brillo que tenia y yo sabía que lo había hecho para que no me pusiera nervioso, aun que realmente no lo estaba.
Llegamos a la faenadora a eso de las ocho y un cuarto de hora, me bajé del auto tras recibir unas palmaditas en mi espalda por parte de mi amigo y luego ingresé por la puerta principal. Para resumir mi bienvenida, una secretaria malgastada y vieja me pregunto quién diablos era, le presente mi identificación y luego de unos veinte a treinta minutos encontró mi archivo en una vieja carpeta que me reconocía como un empleado nuevo. Luego ingresé a una oficina maloliente donde vi a quien sería mi nuevo jefe, un tipo gordo con manchas grasientas en la camisa y unos labios prominentes que dejaban ver unos dientes algo chuecos que me abrazó amistosamente obligándome a corresponder dicho gesto al tiempo que aguantaba mis ganas de vomitar gracias a su perfume natural con aroma a sudor.
Tras este grato recibimiento de mi jefe el mismo me hizo un tour rápido por la faenadora para ver los lugares más usados por todos los empleados como los baños, el comedor, la sala de estar, la de descanso y obviamente el matadero y la procesadora. El último lugar al que fuimos fue a la zona de refrigeración donde mantenían las carnes congeladas antes de ser entregadas a los comercios. En ese lugar hacían al menos treinta grados bajo cero y aun así había un tipo menos gordo que mi jefe a manga corta silbando alegremente mientras movía un corte de res gigante como si no sintiese la helada brisa.
-Hey Duncan - Llamó mi jefe al hombre que ordenaba las reces dentro del refrigerador - Ven a saludar a Adam, nuestro nuevo empleado.
Duncan no se hizo esperar para dejar su labor e ir hasta donde nos encontrábamos. Ahora que lo veía mas de cerca notaba su piel oscura casi negra que hacia resaltar el color verdoso de sus ojos. Pero no era lo único que resaltaba en él ya que nadie podría negarse a apreciar aquella enorme musculatura que cubría los casi dos metros de altura que tenia. Para mirarle a la cara tuve que subir mi mirada.
-Buenas noches señor Lamber - Exclamó Duncan mientras estrechaba de manera cordial la mano de nuestro jefe para luego posar su mirada en mi - Bienvenido a la tripulación Adam. Desde hoy serás todo un experto en carne pero te advierto desde ya que el olor no se te ira con nada.
Una forma extraña y algo repugnante de recibir mi primera bienvenida de un colega pero no por eso la rechace del todo. Sonreí de manera amplia con algo de dificultad antes de dar mi mano a Duncan y estrecharla con la suya que tapó por completo la mía.
-Todo un gusto - No se me ocurrió que mas decir en una situación como ella, mas cuando su comentario de advertencia no me había parecido una broma a pesar de la suave risa que había escapado de sus labios carnosos.
- Entonces nos estaremos viendo, nuevito.
-Ya lo creo.
Y tras un ademan suave nos retiramos junto al señor Lamber hacia el matadero. Este era un lugar asombroso lleno de animales en corrales hacia una esquina del enorme galpón y hacia el lado que estábamos nosotros los mismo animales colgados pero ya cortados y siendo drenados para pasar a la sala de la procesadora. Aquí habían a lo menos unos treinta trabajadores desempeñando distintas labores que tuve que saludar solo al paso mientras avanzamos. En una parte del recorrido mi jefe me pasó una bata blanca y un delantal de plástico duro, un par de botas de goma, una mascarilla y unos lentes de plástico transparente cuando ya pasábamos a un lugar donde el suelo estaba manchado de sangre. Sentí nauseas en ese momento por el olor que había, un olor a muerte que se levantaba desde el suelo al cual parecían ser inmune todos los trabajadores y mi jefe quien seguía respirando agitado a cada paso que daba.
Cuando llegamos al final del matadero nos encontramos con la mujer más hermosa que mis ojos tuvieron la suerte de ver. Una cabellera pelirroja amarrada en una coleta de caballo se mecía tras cada paso que daba entre los corrales y se inclinaba para revisar a los animales para anotar algún dato en una tablilla. Tenía una sonrisa hermosa en sus finos labios puesto no era necesario llevar la mascarilla en este lugar. Mi jefe dio un silbido casi como llamando a un perro y ella lo miró mientras alzaba su mano para dar un saludo. Hizo un gesto con los dedos índice y pulgar para avisar a que iría en un segundo mas y continuo con su labor de revisar y anotar.
-A que es preciosa -Dijo de la nada mi jefe mientras me miraba de reojo. - Ella será tu supervisora aquí en la sala del matadero. Ella mantiene todas las cosas en orden en este lugar, cuidando de descuidos a más de treinta hombres, ¿Alguna vez había escuchado que una mujer dominara a treinta hombres por si sola? A puesto a que ni en tus mejores sueños - Rió Lamber mientras se colocaba una mano en su prominente barriga para luego ver como ella se acercaba - Sally, ¿ Como estas? Espero no te hayamos interrumpido en nada importante.
-Señor Lamber - Exclamó ella mientras se acercaba al hombre y estrechaba su delicada y pálida mano con la grasienta del gordo - No, en lo absoluto. Ya había terminado con el conteo
En eso ella lanzó una mirada hacia donde yo estaba parado. Sus ojos azules me dejaron en una especie de transe que me hizo ignorar las palabras del señor Lamber hasta que este mismo me dio un pequeño codazo en las costillas.
-¿Ocurre algo, Adam?
-¿Ah? No, disculpe - Mencioné apenado mientras le miraba de reojo.
-Dije que ella terminará por enseñarte todo lo que debas saber para llevar a cabo una buena labor en el matadero. Por favor toma atención a cada cosa y no vayas a causarle muchos problemas.
-Tranquilo señor, no creo que me cause ningún problema, ¿ No es así, Adam? - Rió ella mientras estiraba su mano hacia mi - Es todo un gusto tenerte bajo mi mando.
-El gusto es todo mío. - Exclame mientras estrechaba su mano. La suavidad de ella hizo que algo dentro de mí se estremeciera con el simple rose de mi piel con la tersidad de la suya dándome a entender de que no quería que aquel apretón de manos se cortara, pero ya era hora de volver a la realidad.
Bajé mi mano mientras notaba la penetrante mirada de mi jefe sobre mi hombro, dejando caer sobre mí un deje de desconfianza como a punto de mencionar el punto del reglamento donde dice que no se pueden mantener relaciones amorosas entre colegas.
-Entonces los dejo chicos - Exclamó al final llevando ambas manos a sus bolsillos correspondientes a cada lado del pantalón - Una vez más bienvenido Adam y espero que te adaptes luego que el tiempo corre y pronto subirá la demanda por las fiestas a fin de año.
Y no me dio tiempo para agradecer su bienvenida algo fría en esta ocasión cuando ya se estaba desapareciendo entre los pedazos de carne que iban y venían en las bandas de producción.
Las semanas pasaron y como era común de mi me pude adaptar en poco tiempo al orden que seguían en la banda de producción. Toda la vida me habían apodado camaleón mis más conocidos por el solo hecho de que parecía como si no existiese algo imposible para mí. Era cosa de horas para que comenzara a comportarme tal y cual en el ambiente que me rodeaba lo hacían por lo que ya entenderán que tan bien me comencé a llevar con mis compañeros, sobre todo con Sally un vez comprendí que mi bulto dentro del pantalón era algo sin solución ni oportunidades.
La noche de día de brujas me tocó de turno junto a unos diez hombres más en la planta y claro, Sally nos supervisaría. Ella había estado de un humor de perros durante unas dos horas aproximadamente porque Lamber no le había avisado si no hasta la mañana de ese mismo día que no podría tomarse ese día de libre por que no existía otro supervisor que pudiese hacer guardia. Cuando ya sentí que las cosas se habían calmado un poco me acerqué a ella mientras reposaba su cuerpo sobre la pared interna de su pequeña oficina mientras leía una estadística que seguramente había sacado de una carpeta roja que tenia sobre el escritorio.
-El turno más tranquilo que hemos tenido, ¿ Es que acaso la demanda baja en estas fechas?
Mi voz la espantó un poco puesto había estado demasiado concentrada en lo que era su lectura, por lo que me lanzó una mirada de asombro antes de reír por lo bajo y volver a su escritorio para archivar la estadística.
-En verdad si, al menos un día que la demanda baje. Todo el tiempo trabajamos como esclavos - Menciono mientras señalaba con un movimiento de cabeza el asiento frente a ella- Anda, toma asiento.
No sé si fue su voz o el tenue matiz de mandato de sus palabras lo que me hizo estremecer, pero sin duda era algo que hacia constantemente. De forma obediente fui y me senté frente a ella mientras cruzaba los brazos y le miraba con mi siempre cautivamente sonrisa de querubín.
-Pensar que nosotros estamos aquí y allá afuera hay un centenar de niños pidiendo dulce o travesura - Dijo ella mientras revisaba su Smartphone mirándome de reojo cada cuanto - ¿Te gusta la noche de brujas, Adam?
-Son de mis favoritas - Respondí interesado - Solía escucharlas todo el tiempo de mi abuela antes de salir a la calle con disfraz. Era como una especie de ceremonia para sacar a flote el monstruo en mi...
Hubo un silencio incomodo que incluso llegó a corromper por breves segundos la mirada de Sally, de ser un estanque lleno de luz y valor a uno oscuro y profundo con bestias asechando en las profundidades. Luego hubo una risa nerviosa de su parte.
-Si... hay que inspirarse si no las cosas no resultan, ¿Cierto? - Mencionó ella mientras dejaba su celular de lado para volver la mirada hacia mí una vez más - Entonces, ¿ Listo para la historia?
-Siempre listo - Mencioné yo para luego cruzarme de brazos.
-De acuerdo. Todo comenzó en esta misma fabrica hace unos tres años atrás. En estas mismas fechas un grupo de empleados tuvo que quedarse en guardia al igual como lo estamos nosotros ahora sin saber lo que les depararía el avance de las horas. Como nadie sospechaba el siniestro de aquel treinta y uno de Octubre cada quien se encontraba en su puesto de trabajo; la supervisora haciendo el conteo del ganado, los faenadores preparado a los animales ya degollados y semitrozados, los empaquetadores armando cajas con carnes ya procesadas y el encargado del área de refrigerio ordenando las carnes y mandando las que ya han cumplido con una cadena de frio con los anteriormente mencionados - Dio una pausa mientras analizaba en mi mirada quizás la atención casi magistral con la que yo la miraba, tan hermosa y sublime contando aquella historia para intentar animar el momento - Nada fuera de lo común. Fue a eso de las dos de la mañana cuando el contacto entre todos ellos se borró y estuvieron realizando sus labores dentro de la fabrica hasta que escucharon cadenas arrastrarse. Los que faenan la escucharon primero que nadie y no advirtieron de esto a nadie puesto pensaban era su compañero del refrigerio el que movía los ganchos desocupados hasta donde se hacia la limpieza de estos pero nadie lo había visto de hace una hora atrás. Obviaron la situación hasta las dos y media cuando volvieron a escuchar el movimiento de cadenas, pesado y tosco que se escuchaba desde la zona de empaque pero no fue hasta que el supervisor a cargo fuese a revisar que pasaba cuando escucharon el estridente grito de uno de los empleados de empaque.
-Yo no hubiese ido a mirar jamás - Comenté mientras sonreía suave.
-Pero lo hicieron, Adam - Me convenció ella con una ceja alzada - El supervisor y los faenadores si se aproximaron a la zona de empaquetado. Lo primero que vieron fue el rostro de horror de uno de los dos empleados quien se agarraba la cabeza con ambas manos y negaba una y otra vez con una mueca horrible en la que su rostro se desfiguraba totalmente. El supervisor se acercó y le preguntó " ¿Qué ha pasado? ¿Y tu compañero? " Pero las fuerzas del empleado no fueron mayores a su temor puesto tan solo señaló hacia un lado para mostrar su compañero que ya hacia incrustado en la pared con el gancho de metal introducido por su boca y saliendo nuevamente a flote con el pómulo derecho. Pero no era eso lo que lo mantenía en la pared si no un enorme sable con el cual se podía cortar hasta la carne más dura, sin siquiera preocuparse un poco por los huesos. El supervisor no lo aguantó y vomitó hasta que toda su cena volvió al exterior en forma de una plasta verde y asquerosa que incluso escurría por su labio inferior que luego limpió con su antebrazo.
No pude evitar las nauseas en ese momento. La imagen y el olor del vomito inundaron mi subconsciente y no se alejaron de ahí hasta pasada la pausa en la que no me atreví a mencionar palabra alguna para no devolver mi cena.
-No había forma de saber que había pasado - Continuó ella de lo más normal - los faenadores no lo habían visto y tampoco el supervisor, mientras que el otro empaquetador no podía salir de aquel maligno trauma que lo consumía de adentro hacia fuera. Este ultimo cayó pidiendo piedad a entes invisibles que observaba en el techo dando rezos desesperados y llenos de agonía. El supervisor no podía pensar en otra cosa que salir de ahí pero no podía marcharse sin que todos estuviesen sanos y salvos, por lo que arriesgando su integridad fue al sitió de faena donde no encontró al encargado pero si una puerta cerrada. Sus peores miedos estaban a punto de romper su integridad mental si es que no tenían una respuesta pronto, por lo que sin mayor demora se aproximo a la puerta y abrió como pudo quemando sus suaves manos con lo helada que se había puesto la manilla solo para presenciar como ya hacia colgado entre las carne congeladas, con una cadena amarrada alrededor del cuello, con los ojos desorbitados y la piel trisada por el frio bajo cero al que quizás cuantas hora estuvo expuesto antes de que lo encontrasen.
-Uno por uno... -Susurré mientras seguía poniendo atención a Sally.
-El supervisor estuvo a punto de perder la cabeza en ese momento, ya nada tenía sentido ni lógica para él. No era una broma si no algo real y cuando dejó de duda de la veracidad de la situación, llamó al novecientos once pero no hubo respuesta, quizás esa noche los crímenes estaban a la orden del día pero la real emergencia estaba aquí. Llena su alma de frustración, volvió donde estaban esperando sus demás trabajadores a cargo solo para notar de que ninguno de ellos estaba ahí, ni siquiera el desequilibrado empaquetador que no paraba de rezar. Quiso volverse loco en ese mismo momento pero prefirió mantener la calma y volver a intentar llamar a las autoridades pero desde el teléfono en la oficina, algo le decía que el problema podía caer en la red de celulares puesto ese día como nunca los aparatos más sensibles caían en muchos errores.
No era que la historia no me gustara, pero sentía que Sally estaba demasiado profunda en lo que contaba, a lo que me vi obligado a sacarla un poco de tema dando un suspiro.
-¿Qué ocurre? - Me preguntó ella con curiosidad.
-Nada, nada. Es solo que se me ha puesto la carne de gallina - Y lejos de ser una excusa era bastante cierto. Su historia había sacado de mi varias emociones, desde la intriga y el interés hasta la repulsión y el miedo que recorre todo el cuerpo desde la medula hasta desembocar en los poros de toda la piel.
-Pensé que te gustaban estas historias - Mencionó Sally en un tono de burla mientras revisaba nuevamente su Smartphone. Por algún motivo sentí algo de celos en ese momento.
-Y lo hacen, por eso quiero que sigas.
-Entonces continuo - Guardó esta vez el celular en su bolsillo y volvió a dirigirme la mirada directo a los ojos para seguir con su relato - El supervisor ingreso a la oficina que podrás deducir donde se encuentra ya que estamos hablando de la misma fábrica, ¿ No?
-Esta... - Nuevamente un escalofrió recorrió mi cuerpo.
-Ingresó a toda prisa, como perseguido por una jauría de lobos hambrientos. Cerró la puerta de un golpe y se precipitó al teléfono del escritorio. Marcó nuevamente al novecientos once con su dedo índice temblando a más no poder y luego escuchó el tono de llamada, fueron breves segundos antes de que la puerta de la oficina fuese amedrentada de golpes precisos y fuertes lo que le hizo soltar el teléfono y esconderse de manera instintiva bajo el escritorio. El micrófono del teléfono cayó por la mesa colgado del cable y desde el otro lado de la línea se escuchó a la operadora del numero de emergencia con su ya muy común " novecientos once, ¿Cuál es su emergencia? " Pero no pudo responder a eso, la puerta se había abierto.
Y como si estuviese pasando en ese mismo instante miré a la puerta. La inquietud se convirtió en miedo en ese instante, miedo de que la puerta se fuese a abrir de golpe.
-En el marco de la puerta se blandían unos pies embotados llenos de sangre y a su lado lo que parecía un manojo de carnes destrozadas que antes podía haber sido algún otro trabajador, el supervisor había divisado una mano entre tanta masacre. El ente ingreso a la pequeña oficina sin mayor cuidado, conocía de sobra que el supervisor no tenía algo con que defenderse y no tan solo eso, si no también su ubicación. Lanzó al otro despedazado hombre hacia un lado y metió las manos bajo la mesa para sacar al supervisor de su zona segura haciéndolo abandonar toda esperanza. Las manos ensangrentadas del asesino sostuvieron los hombros pequeños del supervisor y mancharon su bata blanca con los fluidos de otros mientras sus miradas se cruzaban fijamente. La mirada del supervisor era de impacto, sorpresa y repugnancia, aparte de miedo e incertidumbre... ¿ Y sabes por qué?
-¿Por qué?...
-Porque quien ahora estaba a punto de sellar su destino era alguien a quien conocía. Jamás había esperado esa noche haberse olvidado de él o encontrarse nuevamente en esa situación, era básicamente romper su zona de confort, las creencias y todo en lo que le podía inspirar confianza. Esto llevó a un colapso mental al supervisor quien lloró como un infante mientras el otro le silenciaba; " Cálmate. Ahora nadie nos va a molestar nunca más" Le dijo, " Siempre quise decírtelo, pero desde el primer momento en que te vi supe que estaríamos juntos para siempre. "
-Espera - Interrumpí a Sally - ¿Me estás diciendo que era un crimen pasional gay? - No sabía si largarme a reír o tan solo irme de la oficina por tan ridículo final que había tenido la gran historia. - ¿ Y qué sigue después? ¿Las duchas?
Pero Sally no parecía estar lanzándome una broma, si no todo lo contrario. Su expresión era seria y rígida.
-¿Qué ocurre? - Le pregunté mientras calmaba mi risa nerviosa.
-¿Es que no te acuerdas?
Hubo una pausa en silencio. Sentí como si me hubiesen lanzado un balde de agua frio en la espalda. ¿ Había ignorado algo en la historia que me diese la clave del desenlace? No podía contestar a eso con certeza por lo que dejé que Sally prosiguiera tras demostrar mi duda con una mirada.
-Vamos Adam. Mi respuesta.
-¿De qué hablas Sally? - Los escalofríos comenzaron a invadir mi cuerpo y tuve que bajar mi vista hasta mi regazo, donde había apoyado mis manos. La sorpresa fue mayor en dicho punto visual cuando logré notar las palmas de mis manos húmedas y pegajosas. Tragué saliva y las di vueltas para notar en ellas la sangre que tenían fresca y goteando de ellas.
Sentí mi corazón acelerarse hasta casi explotar y el vértigo al volver tan rápida la vista hacia Sally quien tenía su bata manchada de sangre al igual que su mejilla.
-"No me hagas daño", recuérdalo... ¿Y qué fue lo que hiciste tu? - Me preguntó como si nada para luego pasar su dedo índice por el medio de su cuello en horizontal. Como si hubiese tenido pintado el dedo una mancha alargada comenzó a dibujarse en su piel mientras escurría cada vez con más abundancia ensuciando su ropa - Me hiciste tuya para la eternidad.
Quise gritar de desesperación al ver como se desvanecía Sally ante mí con aquella mirada fija y sonriente llena de dolor y miedo que mi propia mente había comenzado a recordar. Miré a mi alrededor y la oficina había envejecido, llena de oxido y manchas marrones por todos lados. Frente a mí la mesa se había destruido con marcas profundas de algún objeto de gran filo y peso mientras un aroma putrefacto comenzaba a inundarlo todo. No me produjo nauseas, era casi algo común para mí y eso es lo que me volvía loco.
Me levanté de la silla apresurado y pude divisar tras la mesa algunos trapos despedazados que envolvían trozos de algo descompuesto y lleno de moscas que le revoloteaban cerca y en ese instante me acorde de lo sucedido hace tres nuevamente. Un día antes del treinta y uno Octubre fui despedido por una injusticia, una mentira de aquella a quien había amado en secreto todo ese tiempo; la supervisora Sally. Siempre se había mostrado tan dulce e inteligente pero al momento de saber mis intenciones fue con Lamber para hablar sobre mi supuesto acoso laborar. Como un chulo que defiende a sus putas aquel gordo seboso me lanzó a la calle sin más, un grave error. Siempre estuve en contra de las irregularidades de las empresas sobre todo por el tema de la seguridad pero la noche siguiente ocupe esto como mi carta bajo la manga. Ingresé a la fabrica como cualquier empleado gracias a la identificación que no se había tomado la molestia de sacar del sistema de marcado y esperé hasta altas horas de la noche para romper la vida de todos aquellos que habían puesto un voto en contra mía para votarme. Uno por uno fui hasta encontrar a la desprotegida zorra de Sally quien me suplicó por su vida cuando no había respetado la mía y le día su fin destrozándole el cuello con el cuchillo mas afilado de la faenadora, mientras miraba a sus ojos directamente y me deleitaba con sus gritos de agonía hasta que se ahogó en su propia sangre.
Por lo pronto y tras haber cometido mi venganza, salí de la fabrica para perderme en las calles de la ciudad aun que no puedo negar que vuelvo todos los años en esta misma fecha a mi antiguo lugar de trabajo a pesar de que lo hayan cerrado por mis actos para conmemorar los últimos dulces momentos que viví junto a mi hermosa y eterna Sally.
Y en cuanto a Mickey, quizás este año le haga una visita para contar esta nueva historia y que juntos riamos de vuelta de Arizona.
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Un día como hoy
HorrorHistorias especiales para el día de Halloween, ¡solo una por año! Gracias por leer ~