Frambuesas. La venganza nunca fue tan deliciosa

23:00, va marcando el reloj.

Sus gritos, sus golpes, sus insultos. Toda la situación acabó por aturdirla, sentía que todo ocurría en cámara lenta; su respiración era lenta, su corazón latía fuertemente casi al compás de aquella violencia que parecía no tener fin. Ella se recordaba hermosa e independiente, una mujer fuerte; «Algún día volveré a serlo», pensó con la esperanza casi escapando de ella. Algo la distrajo de aquel pensamiento, efímero en aquella situación; los gritos no la atormentaban como antes... su cabeza se había golpeado contra el piso blanco e impoluto. No intentó moverse, no intentó gritar, su respiración seguía siendo lenta y su corazón latió asustado.

«Corre, grita, intenta escapar del monstruo. No te quedes ahí, te matará», se repetía a sí misma pero permaneció inmóvil, creyó que su oportunidad de defenderse se había esfumado y no se atrevería a correr sin tener la certeza de que escaparía.

De pronto, dejó de pensar en sus oportunidades perdidas, su corazón pareció calmarse y sus párpados se cerraron. Intentó moverse pero su cuerpo le pesaba mucho, le dolía.

23:15, sigue marcando el reloj.

Había perdido la noción del tiempo, procuró levantarse del piso pero un mareo hizo que desistiera, la sangre se deslizaba desde su frente hasta su mejilla izquierda. Sabía que algo se había roto, su corazón ya no latía con miedo; estaba tranquila pero se sentía incompleta. Quería sentirse fuerte y feliz.

La casa se encontraba silenciosa y a media luz; las reiteradas risas de los niños que se paseaban por las veredas le recordaron que la Noche de Brujas había comenzado. Echó un vistazo a su alrededor pero en aquella cocina no había dulces; pensó que era una lástima hasta que vio en la mesada el pote transparente que contenía las frambuesas, estas no eran golosinas pero no eran menos sabrosas.

Gritos exagerados provenientes del comedor llamaron su atención. El monstruo miraba enajenado aquella pantalla brillante y reía a carcajadas, incrédulo ante la torpeza de los personajes bajo aquellas circunstancias. Sin que él advirtiera su presencia, se acercó y observó la dolorosa escena... gritos, puñaladas, sangre y la muerte, finalmente. La película parecía haber terminado y ella sonrió.

23:20, continúa marcando el reloj.

Él intentaba suplicar por su vida, era patético y no era muy diferente de aquellos personajes en la película. Ella había suplicado y siempre fue ignorada con éxito, entonces haría lo mismo. ¡Qué bonita noche! Las ventanas cerradas y las velas ofrecían un toque sombrío al ambiente, elegante y perfecto para la situación; además, aportaba sensualidad. El hombre lastimó sus muñecas intentando liberarse de las cuerdas que lo aprisionaban pero solo logró que ella riera de forma burlona; al gritar, lo único que emitía eran quejidos inaudibles para cualquiera que no estuviera en aquella habitación matrimonial.

Ella no quería hablar, había dicho suficiente y nunca fue escuchada. Era momento de actuar.

El cuchillo en su mano izquierda reflejó la mirada de esos ojos marrones que tanto habían sufrido, ella iba a ser piadosa a pesar de todo, porque solo le haría el daño necesario. Aún quedaba tiempo antes de que la Noche de Brujas terminara, quería divertirse. Se sentó a su lado y le acarició la frente con la punta del cuchillo, llegó hasta el cuello y se detuvo.

Era una caricia fría la que ofrecía el cuchillo, pero su corazón ardía de diversión. Aquella irónica forma de conseguir su libertad... Se acomodó a horcajas sobre él, casi podía sentir una etérea excitación; no se olvidó de las deliciosas frambuesas, ellas serían partícipes de la velada. Decidió colocarlas en línea recta, desde el pecho hasta el abdomen de su compañero con una sonrisa descarada. El insensato tuvo un arranque de furia y sus vertiginosos movimientos arruinaron el adorno que ella realizaba en su cuerpo.