Synda

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-"¡Corre!"- Los gritos de Simón no me ayudaban a calmarme, al contrario, hacían que mi mente dibujara difíciles enigmas de cómo lograr salir de este caos. No sabía cómo me había metido en esta situación. Ya podía imaginarme los gritos de mi padre, su cara enrojecida de rabia, su característica vena hinchada en la frente y sus golpes... Todavía tenía la marca de la última vez que me habían encontrado en esa asquerosa fiesta clandestina. Mi padre solía enfurecerse cuando yo no cumplía con el modo de vida que debía llevar la futura alcaldesa de mi país, Synda. Mi padre, el actual alcalde no era una persona amistosa, era más bien huraño, egoísta y bastante autoritario, haciendo de mi vida un reflejo de sus <<valores y principios>>. No era que realmente me molestara esta vida, era una de las personas más afortunadas de Synda, vivo en una casa enorme a las afueras de la ciudad. Soy de las pocas personas de pueden disfrutar de largas duchas de agua caliente, soy de las pocas personas que no pasan hambre, y soy de las pocas personas que con sólo 17 años saben cómo gobernar un país. No es que esto último realmente me interese, pero según mi padre esto me hace sumamente privilegiada. El problema es que mi vida no es del todo feliz. A diferencia del resto de la población, yo no puedo asistir a fiestas públicas, tengo estrictamente prohibido sociabilizar con gente que no es de <<mi categoría>>, y lo peor de todo es que no puedo ni voy a poder elegir mi pareja, esta se me será asignada para conveniencia de mi padre y del país.  Aún así me las arreglo para asistir a fiestas clandestinas, donde conozco a gente de todas las clases y razas, quienes resultaron ser mucho más amistosos y divertidos que la gente con la que suelo pasar el rato. Fue así como conocí a Simón. Estoy completamente segura de que él no es lo que mi padre categorizaría como <<un partido prometedor y conveniente>>, pero para mí es un escape, una nueva forma de ver el mundo, y creo me estoy enamorando de él. De su espíritu rebelde, siempre buscando lo mejor para el mundo. De sus manifestaciones pacíficas contra el mal uso de la electricidad, contra la contaminación de ríos, contra el malgasto del agua. Yo veo en Simón el verdadero espíritu, que según mi opinión, debería gobernar el país. Y es por él por lo que estamos en este lío. Pese al riesgo que corría, decidí acompañarlo a una marcha contra la matanza de animales. En Synda está estrictamente prohibido protestar contra el gobierno, y casi siempre los huelguistas son perseguidos y en su mayoría encarcelados. Y aquí estamos, corriendo por nuestra libertad. Estoy segura que de esta no me libro, ya va siendo como la quinta vez que me veo en una situación parecida, y mi padre no va a tolerarlo. Seguramente me va a borrar de su vida y <<por el bien del país>>, va a hacer como si nunca hubiese existido. Mi hermana menor se va a encargar de gobernar el país, y yo voy a ser desterrada a los Océanos. Se preguntarán qué son los Océanos, lamento informarles que no son playas de arena blanca ni mares con pececitos de colores. Los Océanos son las cárceles políticas de Synda, lugares oscuros y fríos, donde la gente opositora al gobierno de mi padre es desterrada. Son enormes piscinas de agua relativamente fría, donde a la gente le sale cola de pez, para impedirles el escape terrestre. Esto no suena tan mal, sigo contando, viviendo en el agua hay unas pequeñísimas sanguijuelas llamadas clusters. Estos malvados insectos se adhieren a las aletas y no te permiten ser feliz. En los momentos en que la gente se ríe, conversa, o olvida su situación de encierro, estos bicharracos, no sé muy bien cómo, te hacen sufrir, físicamente. Es un dolor tan agudo y penetrante que la gente se olvida de su felicidad momentánea, y los Océanos se convierten en albergues de gente sin vida, muertos vivientes, que no saben cómo ni por qué siguen en este mundo. No estoy orgullosa cuando digo que esto fue idea de mi padre, desde la oscuridad del encierro hasta los mismos clusters.                                                                                                                    -"¡Jaz!"- Esa era la voz de Simón, gritando mi nombre de pila. Giro mi cabeza para ver qué le pasaba, y en esto me tropiezo, cayendo fuertemente al duro cemento de las calles. No alcanzo a levantarme por mi misma cuando unas manos  me levantan del suelo, con más fuerza de la necesaria. Me quito el pelo de la cara para ver al hombre que me había recogido. Era un guardia, que sonreía orgulloso de su nueva captura. No tuve la fuerza necesaria para defenderme, simplemente me dejé llevar. Luego de unas horas de espera a la puerta de los Océanos, el guardia recibe la orden de encarcelarme. Así que así fue como llegué allí, a esas lagunas de gente sin nombre y sin destino, a esas lagunas de soledad e incertidumbre. Al día siguiente trajeron a Simón. No pude evitar sentir una oleada de felicidad al saber que ya no iba a estar sola, pero al mismo tiempo me preocupaba Simón, los dos estando encarcelados no éramos de gran ayuda para la resistencia. Pasé con Simón dos años enteros sumergidos en los Océanos, sufriendo a causa de los clusters, del frío, del ambiente muerto que se sentía. Pero nuestro amor fue más fuerte que esto, luchábamos día a día por resistir al insufrible dolor de los clusters, descubrimos técnicas para evitarlos, aprendimos a sobrellevar el miedo y la angustia. Pero en esto quedé embarazada. Los primeros meses lo pudimos esconder de los guardias, pero mi barriga crecía descontroladamente, mi salud estaba empeorando y no sabíamos qué hacer. Nunca antes se había escuchado de una historia semejante, nadie nunca había sido capaz de evitar a los clusters como Simón y yo. Si esto se sabía el mundo iba a estallar, esto era lo que necesitaba la resistencia, un símbolo, una muestra de esperanza, un cambio. Nos las arreglamos para hacer pública mi situación, para que nuestro hijo fuera el nuevo símbolo del país. Pero mi padre no lo resistió, no soportó la idea de que su rebelde hija le quitara la <<paz>> en la que se encontraba Synda. Es por esto que ordenó el aborto inmediato de mi hijo. Yo no iba a dejar que esto pasara, me las arreglé para traer cámaras a los Océanos, chillé y lloré como nunca antes. Logré la compasión de mi país, logré que se pusiera en duda el sistema de mi padre. Logré salvar a mi hijo.

Más tarde el gobierno estalló. La resistencia fue lo suficientemente fuerte como para comenzar una enorme guerra civil. Los Océanos fueron evacuados, volví a ver mis piernas luego de 2 años y medio de encierro. Mi padre huyó lejos, llevándose consigo a mi obediente hermana. Yo me quedé en Synda, con Simón. Asumí mi papel como alcaldesa, con Simón siempre a mi lado. Nuestro hijo creció sano y fuerte. Ahora que soy muy vieja y mis preciosos nietos gobiernan el país, me alegro de haber sido diferente, de haber marcado la diferencia.

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