Las gotas de lluvia golpeaban el pavimento, la temperatura descendente provocaba que expulsara una nube de vaho con cada respiración. La luna llena se encontraba rodeada de nubes grises, e iluminaba la noche con su tenue resplandor. Fue entonces cuando giré la cabeza y lo miré. La luna bañaba su atractivo rostro de luz plateada, creando sombras bajo sus ojos, pómulos y labios mientras alzaba la cabeza para observar la lluvia con fascinación, deleitado al sentir las frías gotas de lluvía cayendo e impactando en su rostro. Lentamente, empezó a formar una media sonrisa, alzando una comisura de la boca y diciéndome con un toque de ironía:
- ¿Podrías dejar de mirarme? Me doy perfecta cuenta, ¿sabes? -.
Y acto seguido bajó la cabeza para mirarme, sus ojos negros observándome curiosos. Su mirada me atrapó y me hizo quedarme quieta, perdida en sus ojos, esos ojos tan oscuros e intensos que me recordaban a la profundidad y el infinito del universo, tan sobrecogedores que me hacían querer encogerme en un rincón y al mismo tiempo observarlos indefinidamente.
Aparté la mirada avergonzada mientras sentía el calor subiendo a mi rostro.
- No estaba mirándote a TI, tan solo estaba pensando... Miraba sin realmente VER... -me defendí, inventándome una escusa e intentando sonar convencida. Sin decir nada más, giró su cabeza y volvió a mirar al cielo, y tras un instante, alcé la cabeza y seguí su mirada.
El cielo se estaba despejando, y aunque la lluvia continuaba, las nubes habían desaparecido y habían sido remplazadas por las estrellas, que ofrecían compañía a la solitaria luna, quien, con su amable resplandor les agradecía en silencio.
- ¿No son preciosas? -me susurró- Qué ironía la de las estrellas, pareciendo estar tan juntas, millones de estrellas brillando en la cercanía de otras miles, cuando en realidad están a años luz unas de otras, intentando constante y desesperadamente encontrarse y finalmente estar unidas... Pobres estrellas, eternamente solitarias en el firmamento, sin otra compañía mas que el oscuro vacío del universo...-.
Me quedé callada, pensando en sus extrañas palabras.
- Es una triste forma de pensar en ellas... -le susurré- Nunca las había imaginado de esa manera...
Él no me respondió, tan solo bajó la cabeza y me miró durante unos segundos, mis ojos todavía fijos en el cielo, sin atreverme a devolverle la mirada. Tras ese incómodo silencio, me preguntó:
- ¿Entonces, cuál es tu forma de pensar en ellas?-.
- No lo sé... -respondí indecisa.
De repente, sentí alarmada cómo el se acercaba a mí. Giré rápidamente la cabeza y le miré para preguntarle qué estaba haciendo. Él acercó su rostro al mío y puso su cabeza al mismo nivel que la mía, acto seguido me mandó callar, me tomó el rostro con una mano y me lo giró con delicadeza, obligándome a mirar hacia el cielo. Podía sentir su mejilla pegada a la mía, su respiración acompasada mezclándose con la mía, sus ojos mirando en la misma dirección que los míos; hacía las estrellas.
Nos quedamos en silencio unos segundos, observando el cielo nocturno, hasta que giró su rostro hacia en mío y me susurró al oído:
- Mira... Escucha... ¿No las oyes?... Llamándonos en silencio, suplicándonos en desesperación que vayamos con ellas, deseosas de nuestra compañía... ¿Las oyes?-.
Con el corazón desbocado, intenté ignorar su cercanía y observé las estrellas de nuevo, esta vez intentando pensar como él, intentando darles vida... Y las oí, gritándome en silencio, tristes y melancólicas brillando en su tenue y delicada luz, temerosas de la enorme oscuridad y soledad que el universo les ofrecía...
- Las oigo... -le susurré maravillada. ¿Cómo alguien había conseguido hacerme sentir de esta manera? ¿Hacerme pensar así, en esta maravillosa y extraña manera que él tenía de ver las cosas...?
Casi pude sentir su sonrisa cuando dijo:
- Ahora ya nunca te dejarán de suplicar que vayas con ellas... Me parece que te han cogido cariño...-.
Sonreí con ironía hacia el cielo mientras oía el ruido de la gente andando por las aceras pasando a nuestro lado, y una pareja sentada al lado de nosotros levantándose y yéndose caminando a paso rápido bajo la lluvia. Me pregunté qué habría pensado esa pareja de nosotros, de la extraña conversación que habíamos mantenido, y reí para mis adentros al darme cuenta de que no me importaba lo que hubieran pensado, lo único que importaba en ese instante era sentirle a él junto a mí, solo el murmullo de la lluvia salpicando las calles y el cielo nocturno extendiéndose sobre nuestras cabezas... Solo el incesante llanto silencioso de las estrellas...