Conocí a Glorofredo una bella tarde de verano, llovía y en su pelo encrespado mierda se olía.
Me saludó con sus manos peludas tres dedos en cada una tenía, en el tercer dedo en vez de una uña una pata de cabra había.
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Conocí a Glorofredo una bella tarde de verano, llovía y en su pelo encrespado mierda se olía.
Me saludó con sus manos peludas tres dedos en cada una tenía, en el tercer dedo en vez de una uña una pata de cabra había.