Ojos verdes
No podía evitar mirar de soslayo. Esos cautivadores ojos verdes, y... ¡ella estaba leyendo a Stephen King! Las luces fluorescentes del vagón titilaron, dos segundos más tarde se apagaron. Se hizo el silencio en el vagón. Sentí entre la oscuridad como rostros estupefactos se miraban entre sí. Un ligero golpe de viento cruzó por el pasillo. Diez segundos después la luz volvió. Tras encontrarme alguna que otra sonrisa nerviosa, reuní el valor para conocerla. No estaba... La chica ya no estaba. Giré la cabeza rápidamente en varias direcciones, en aquel vagón no había nadie, ni siquiera, que se pareciera remotamente.
La "presencia"
Fue entonces cuando lo noté... La pregunta era ¿el resto había empezado a notarlo, o eran cosas mías? El ambiente se estaba cargando, mientras mi vello se erizaba, a la vez que mi mirada nerviosa recorría el vagón enmudecido... Esto no puede ser real, es todo producto de mi imaginación, nadie más puede sentirlo, me decía una y otra vez.. De repente la chica que tenía a mi lado hizo un rápido movimiento de cabeza ¡Ella también lo estaba sintiendo! Fue quien estaba sentado a mi lado quien me delató... "¡Oh Dios! ¡estás podrido tío!" Fueron sus palabras...
Miguel
Era la décima vez que encontraba a aquel anciano en el mismo pasillo durante su turno, pero esta vez se percató de que su puño, fuertemente cerrado, guardaba con recelo un papel arrugado.
—Buenos días, ¿puedo ayudarle?
El hombre tendió la mano, dejando caer el papel al suelo...
—No gracias, solo voy a visitar a mi hijo.
El vigilante recogió el papel abandonado y leyó. "Me llamo Miguel, tengo Alzheimer y a veces olvido que mi hijo ha muerto, llame por favor al 627139215". Una lágrima asomó en el rostro de David.
—Acompáñeme por favor, yo le llevaré...
Pasión
Al principio todo fueron dificultades, fuimos conociéndonos el uno al otro, hasta hoy en día en nuestra intimidad, formar un único ser, fundiéndonos en una limpia melodía, formando una tempestad de sentimientos, de emociones. No puedo dejar de pensar en sus curvas, cómo desde el silencio me llaman, me gritan, piden ser acariciadas, poseídas. La atracción cada vez es más fuerte, la llamada cada vez más nítida. Vuelve a incitarme otra vez, mientras camino hacia ella admirándola. Acaricio levemente el arco, elevo su cuerpo pegándolo junto al mío. En unos segundos, la melodía invade el silencio de la habitación.