Introducción

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El escritor llegó a su casa sin deseos de saber nada de nadie, nada del mundo. Lo único que deseaba era sentarse en la oscuridad de su habitación y escribir eternamente, estado causado por la decepción y los dolores del amor. Podía sentir cómo la oscuridad de las calles se apoderaba de él, cómo era encarcelado en una jaula donde estaba solo, pero no tardó en sentir que la jaula se convertía en un ataúd que lo arrastraba y lo enterraba bajo tierra para no volver a ver la luz del sol. En cuanto su musa de la noche, la luna, a pesar que estaba arriba y lo alumbraba, él no caminaba por debajo de ella. La luz alumbraba las calles, pero cuando él escritor iba a caminar por alguna luz, esta era tapada por una nube evitando que el resplandor llegara , no quería saber nada de ella.

Abrió la puerta de su casa muy lenta y desganadamente, alguien o algo en la oscuridad lo observaba, alguien esperaba por él. Entró y cerró la puerta asegurándola con llave.

Mientras se dirigía a la cocina, comenzó a gritar, a lanzar todo lo que tenía a la vista contra las paredes. Mandó al demonio todo lo bueno y lo malo, mando a la mierda su vida, sintió que el mundo le había dado la espalda, que no tenía motivo para vivir. Sus deseos de escribir habían desaparecido, ahora los deseos de la muerte parecían tentadores, sintió que la muerte era su salida, su cura, su salvación; y aunque sabía que el suicidio lo mandaría al infierno, pensaba que el dolor que sentiría en el infierno sería menor que el que sentía en esos momentos. (Y había una figura que lo observaba en la oscuridad)

Cogió un cuchillo y pensó cómo sería más rápido y doloroso: ¿Cortarse las venas, clavarse el cuchillo, o cortarse el cuello? Aunque más allá de la rapidez de su muerte, le importaba aún más el dolor. Sentía cómo cada segundo que pasaba el dolor ascendía, se iba haciendo más intenso. Cada segundo de vida era un máximo dolor. De pronto venía a su mente las imágenes, los momentos felices que pasó junto a su esposa y los cuales fueron rotos en mil pedazos al recordar que dos horas atrás la había visto bajar de un auto lujoso manejado por un hombre muy bien vestido. Aquel hombre bajó del auto también, aseguró el auto y cogió a su mujer por la cintura, la besó y ella parecía feliz con la infidelidad. La mujer reía mucho y se le notaba feliz pero el corazón del escritor al creer que no podía sentirse peor, vio cómo los amantes entraban al hotel jugando con sus cuerpos. (Mientras recordaba esto, la figura seguía observándole)

Convencido de suicidarse, se sentó en el suelo, el silencio fue grande y eterno, fue tentador e incitante, se podía escuchar el tic-tac del reloj anunciando cada segundo más de vida y de dolor. Entonces el escritor estaba convencido que no había nada por qué luchar en este mundo, no había ya quien lo quisiera. Su esposa, que era la única que andaba al lado de él, lo había engañado y probablemente no había sido esta la primera vez.

Ya tenía el cuchillo colocado en la venas, se cortó la piel para sentir el dolor. En efecto, el dolor que sentía era menor que el dolor de su soledad. Se preparó para quitarse la vida, y las imágenes con el amor de su vida cruzaron su mente. Se conocieron, se enamoraron, se declaró en el café, el primer beso, las adorables escenas de celos... fueron interrumpidos por el recuerdo de aquella traición, haciendo brotar del escritor dos lágrimas que descendían rápidamente por sus mejillas.

Un segundo antes que el escritor se quite la vida, aquella figura salió de la oscuridad, se le acercó muy rápido y lamió su rostro para quitarle las lágrimas. Luego lamió la herida del escritor intentando que dejara de sangrar. Se echó al lado de él, sentó su cabeza en las piernas del escritor y se quedó junto a él.

El dueño, al ver que su perro lo consolaba, que sentía su dolor y que lo quería, solo se quedó en el suelo, lanzó el cuchillo lejos, lloró en silencio por unos minutos y cayó en profundo sueño durante toda la noche

. ¡Claro, el perro junto a él!


Profe, ¿le duele amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora