cuando sube el calor

3.4K 171 18
                                    

Nami estaba tomando el sol en cubierta. Hacía mucho calor esa tranquila mañana, y la pelirroja había decidido que era el día perfecto para estrenar los últimos trapitos que había adquirido. Había salido de su habitación con una cortísima y preciosa minifalda del color de su pelo y un bikini blanco con lunares a juego, provocando los consiguientes halagos y babeos delirantes de Sanji. Cuando al fin logró quitárselo de encima después de conseguir un zumo de mandarinas, se había dedicado a descansar y ponerse morena. Pero pronto algo la sacó de su tranquilidad... Porque Nami había dejado de mirar el suave balanceo de las olas para mirar otro balanceo: el entrenamiento de Zoro, que se dedicaba a hacer flexiones cerca de ella, sin notar las miradas que le dirigía.

"Mira que es grande el barco y tiene que estar JUSTO aquí... Y encima no puedo decir nada, porque no tengo ninguna buena excusa para que se vaya, y no es como Sanji, que hace todo lo que le mando... De todos los tíos del mundo este tenía que ser el único que se me resiste..." a la navegante siempre le había molestado mucho ese pequeño hecho: Zoro parecía inmune a sus encantos. Era el único hombre que nunca la había mirado pensando en ella como mujer. Incluso Usopp y Luffy la habían admirado en los baños de Alabasta. Pero Nami no dejó de notar que Zoro había permanecido al otro lado, quizás durmiendo o a lo mejor simplemente nada interesado en verlas a ella y a Viví. Y se temía que había sido lo último. "¿Acaso vio tantas bellas mujeres que le parezco insulsa¿O no soy suficiente para el gran cazador de piratas?" solía preguntarse. Cada tanto, ofendida por su indiferencia, intentaba provocarlo, mostrándose ruda y mandona, y unas pocas veces amable, pero siempre sacando partido de su belleza física en cada gesto. Y nada... Zoro permanecía imperturbable. Ahora a Nami incluso le parecía que estaba mucho más interesado en la enigmática mirada de Robin y su voz melodiosa que en ella. Enfadada porque ni siquiera la había mirado al llegar allí dispuesto a entrenar, decidió volver a intentar llamar su atención.

- ¡Ah! Hace mucho calor hoy¿verdad, Zoro?- le dijo, estirándose grácilmente sobre la tumbona.

- Hmm.- gruñó el espadachín, sin interrumpirse ni levantar la vista.

"Vas a mirarme, guapo." Pensó Nami. "Vas a mirarme aunque sea lo último que haga". La verdad es que, jugando a provocar a Zoro, había terminado por sentirse atraída ella. El hecho de que fuera el único que no suspiraba por tenerla la atraía mucho más que las continuas atenciones de Sanji.

- ¿Por qué entrenas tanto?

- Porque sí. ¿A ti qué te importa?- replicó el chico, molesto. No le gustaba nada hablar con Nami. Le ponía nervioso.

La pelirroja decidió emplear su último recurso. Nunca había pensado antes en hacer algo así... La mayoría de los hombres se derretían ante una simple mirada insinuante por su parte, algunos sólo viéndola. Pero estaba claro que con Zoro habría que usar artillería pesada, y ese era el momento: con Sanji cocinando el almuerzo, Robin leyéndole a Chopper en algún rincón del barco y Usopp enseñándole a dibujar a Luffy en una de las habitaciones. No podría encontrar un momento más íntimo en ese barco.

Nami se inclinó sobre el apoyabrazos de la tumbona, exhibiendo su delantera con toda intención y calma mientras cogía un bote de crema.

"Perra."pensó Zoro. "Lo hace a propósito. Me odia, sabe que no puedo dejar de mirarla y sigue pinchándome. Pues no voy a darle el gusto, no voy a demostrarle lo mucho que me agrada". Desde el principio le había gustado Nami. Su manera de moverse, ágil, grácil, casi como una espada, su cuerpo esbelto y su cara dulce que escondían un carácter fuerte y decidido. Era una chica fascinante y realmente fuerte, nada en Nami denotaba fragilidad. Y cuando dejaba ver su debilidad, como aquel día en su pueblo, cuando había llorado a mares, todos se lanzaban a cuidarla y protegerla a pesar de lo mandona y gruñona que era habitualmente. Simplemente era imposible no apreciarla, tenía algo que atraía todas las miradas y a la vez algo que atraía todas las simpatías.

Cuando Sube El CalorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora