Capítulo 1: Cenizas a las cenizas

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El ruido de los zapatos de Jay Anne contra la escalera de madera sobresaltaron a Joanne. Que estaba sentada en el sofá beige del salón. Su rostro mostraba una expresión de preocupación; descansaba sobre sus manos entrelazadas. Llovía, intuyó Jay Anne sin necesidad de pararse a mirar por la ventana, o escuchar siquiera el repiqueteo de la lluvia contra el cristal y el techo. Su gran melena rizada era como un meteorólogo o algún dispositivo que avisaba del tiempo incorporado en su cuerpo. Siempre que había humedad su pelo se encrespaba, y esa era la señal que necesitaba para colocarse una gorra en la cabeza, o algo que pudiera ocultar el desastre que llevaba.

Vio a su madre absorta en un programa de televisión. Al acercarse se dio cuenta de que era el canal de noticias. La imagen que vio le erizó los pelos. El titular hablaba del descubrimiento de tres cuerpos de chicas que habían sido secuestradas y asesinadas. Los cuerpos encontrados estaban marcados con alguna especie de dibujos hecho con la hoja de un cuchillo. Estos dibujos eran desconocidos para Jay Anne. Sus edades se encontraban entre los quince y los diecisiete años, la edad que ella misma cumpliría en tan solo dos meses. Joanne notando la presencia de su hija tomó el mando a distancia y pulsando un botón apagó el televisor.

-¿Por qué estas vestida así?.- Dijo Joanne levantándose del sofá. Había algo extraño en ella, no solo la forma en que vestía, su pelo negro, echado hacía atrás en una rígida cola de caballo, su bata de dormir atada en un nudo flojo, pero echando una mirada abajo se podía vislumbrar lo llevaba. Unos vaqueros oscuros, y unas botas que si te impactaran en la cara podrían romperte la nariz.

-¿Cómo es así?.- Preguntó Jay con un gesto dubitativo.

-Como si fueras a salir.- Contestó su madre, caminando hacía la cocina.

-Voy a salir.- Dijo Jay siguiendo a su madre hasta la cocina. La planta baja de su casa era abierta y luminosa, sin tabiques ni columnas innecesarios, no poseía mucha decoración, no habían cuadros en las paredes como era de esperarse, tampoco floreros, dibujos infantiles pegados a la puerta de la nevera o cualquier decoración de cualquier tipo, casi como si estuvieran siempre preparadas para una posible huida, durante un tiempo eso fue lo que Jay Anne pensó que hacían, huir. No había presencia de ornamentación a excepción de algunas fotos familiares que consistían en fotografías de ellas y Joanne, en algunas aparecía Iesiah, quien era casi como un padre para Jay. Estaban distribuidas por la sala de estar y vestíbulo. Las paredes desnudas pintadas de blanco, los muebles en tonos neutros, cada estancia muy bien organizada y recogida. Todo se encontraba de la misma forma en la que estaba cuando se mudaron en aquella casa hace cinco años. Incluso seguían teniendo el mismo felpudo que venía con la vivienda.

-¿Quién te dio permiso?- Removió con una cuchara de madera el contenido de una olla, que humeaba en la hornilla de la estufa.

-Tú - Contestó Jay intentando no alterarse.

-¿Yo? No lo recuerdo.- Mintió Joanne. Sabía que Jay Anne le había pedido permiso para asistir a ese concierto hacía un mes pero había un motivo especial por el que no debía salir esa noche. Había un motivo por el que mentir, había un motivo para engañar, a pesar de que la haría enojar, probablemente discutirían. Jay Anne le dejaría de hablar durante un tiempo pero todo valdría la pena si con eso podría proteger la vida de su hija.

-Sólo te acuerdas de lo que quieres.- La acusó.

-Eso no es cierto.- Aunque a Joanne no le gustaba mentir, y menos a su hija, lo hacía con gran facilidad, habían sido años de practica ocultando y esquivando la verdad.- No me pediste permiso y por lo tanto yo no te lo di. Eso lo recuerdo.

-Bueno, te lo pido ahora.- Se acercó - ¿Puedo...?

-No.- Contestó sin dejarla terminar.

-Me odias ¿verdad?

Red MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora