Los días pasaban...y todo seguía igual. A diario, me hallaba todo el día y toda la noche metido en la cama. Por suerte o por desgracia, en mí habitación había una ventana, la cuál daba a un patio, dónde normalmente había niños merodeando. Jugando al fútbol...ojalá pudiese ser uno de ellos. Cada vez que jugaba al fútbol, lo pasaba genial. Pero claro, tenía sus consecuencias. Luego me costaría respirar, tendría que tumbarme en el suelo y, poniéndonos en lo peor, podría llegar a ser algo grave... ¡Y qué! Amo el fútbol con todo mi corazón, daría todo por él...aunque...
Mis pensamientos se vieron cortados por una voz. Era de alguien conocido, por lo que giré la cabeza, dejando así de ver a los niños por la ventana. Efectivamente, se trataba de su enfermera, la cuál ya trataba cómo a una hermana mayor.
-¡Taiyou-kun! ¿Qué te dije de mirar por la ventana?-replicó la muchacha-
-Ya, ya, que me darían ganas de jugar y me volvería a escapar pero...¡es que el fútbol es maravilloso, ¿no cree?
-Exacto...sabes que no puedes, deja de comerte la cabeza. Si nos haces, caso, te recuperarás pronto, ¿vale? Y, ¿sabes? Me recuerdas tanto a alguien...¡eres igual! Tu espiritu...nunca te rindes, ¿eh? Bueno, me estoy demorando, vamos a medirte la temperatura.
Y me dió el termómetro. Como odiaba medirme la temperatura, había que hacerlo tantas veces al día que acabó aburriéndome. Cada vez que tocaba hacerlo, era un sufrimiento para mí. Aunque claro, no más que el que es ver a los demás jugar al fútbol y tú...no poder hacer absolutamente nada aparte de estar tumbado en la cama. Por lo que, por mucho que lo odiase, lo cogí sin decir nada.
-Temperatura perfecta, Taiyou-kun.
Pero no contesté. Solo viré la mirada, dando a entender que quería estar solo. Y lo entendió, pues se fue al instante. Suspiré fuerte, pues me sentía ciertamente mal. Por lo de Fuyuka-san, por el hecho de tener que estar encerrado...
¡Ya basta! ¡Tengo que jugar al sakka! ¡Ahora! ¡Lo necesito! Y al decir esto, me levanté, intentando no hacer demasiado ruído con los muelles de la cama. De puntillas, me acerqué a la puerta, la abrí, y comprobé que no había nadie acechando. Al ver que así era, caminé lentamente por aquel pasillo. Fue eterno aquel viaje, pero finalmente llegué a las escaleras. Bajándolas, me quedé por fin en la primera planta. Ya veía la salida.
Porque no, hoy no iba a ser una de mis salidas de siempre, al patio trasero. No. Hoy me iba a ir del hospital, a la ciudad, al parque, a dónde hiciese falta para poder jugar finalmente al sakka. Aunque ahora, no iba a ser tan fácil cómo lo fue antes, porque justo esa zona abundaba de médicos. Tapándome entre la muchedumbre, conseguí llegar a la entrada. Ya en esta, salí como si me fuese la vida en ello, como si no hubiese un mañana, hacía mi libertad, con la que había soñado hace muchos años. Aquella que solo se me había permitido contemplar. Solo ver desde la ventana, y jamás vivirla. Era...simplemente maravilloso.
La brisa me daba en la cara, me movía el pelo. Por primera vez, me sentí vivo. Así sí que podía respirar, mucho mejor que en el hospital. Con una sonrisa sincera en la cara, fui recorriendo las calles de Inazuma, sin un rumbo en concreto, solo quería un sitio dónde jugar al fútbol...pero...¡el balón! ¡se me ha olvidado el balón de fútbol en el hospital! Pero...no puedo volver. No ahora que he logrado escapar. ¿Y qué hago? No puedo jugar al fútbol sin balón...
En ese preciso instante, unas voces sonaron en el fondo. Eran de chicos, chicos más o menos de mí edad. Parecían pasárselo bien, por lo que decidí acercarme. Al verles, una sonrisa de dibujó en mi cara. Mis ojos no daban crédito a lo que veían. ¿Realmente estaban jugando al fútbol? ¡Sí! Sin temor alguno, me acerqué a ellos, y cómo si les conociese de toda la vida les solté de sopetón, ante el alegre recibimiento de uno de ellos. Un muchacho castaño, al que claramente conocía por haber salido en los partidos de la televisión. Matsukaze Tenma. Y definitivamente, los otros muchachos eran el gran equipo del Raimon...
-¡Hola! Vine a jugar al fútbol, pero se me olvidó el balón, ¿me dejaríais?
-¡Claro que sí! Estaremos encantados de tenerte, un amante del fútbol siempre es bien recibido-contestó con el mismo entusiasmo el castaño-
-Por cierto, ¡soy Amemiya Taiyou! ¡Llamadme Taiyou! Sakka yarouze!
-Sakka yarouze, Taiyou! ¡Soy Matsukaze Tenma, pero llámame Tenma! ¡Es un placer!
Realmente lo admiraba. Para no admirarlo, era un chico que nunca se rendía, que luchaba por lo que amaba. Él...Matsukaze Tenma...era una de mis inspiraciones para seguir adelante. Día tras día, lo hacía gracias a él. A su espíritu. A su fútbol.
Y empezamos a jugar. ¡Era genial! El equipo era muy bueno, pero mis ojos solo se fijaban en una persona. Matsukaze Tenma. Él...tenía muchas cosas que me llamaban la atención, aparte de lo ya mencionado. Es decir, ¿qué persona acepta a un desconocido como él lo hizo? Pocas, muy pocas.
En uno de estos enfrentamientos que tuve con él, sonó como de fondo una voz. Un eco, y gritaba mi nombre. Giré la cara, completamente asustado. Y, abrí los ojos. Pero....¿qué? Estaba en la cama...del hospital...¿qué había pasado? ¿realmente había ocurrido todo eso? ¿o solo fue un sueño? Fuese como fuese, algo había pasado, pues hace unos instantes estaba con Tenma jugando al fútbol. Y ya no.
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Sakka Yarouze, Taiyou!
RandomAmemiya Taiyou. 13 años y con un problema físico desde pequeño que le impide jugar al fútbol, lo que más le gusta en este mundo. ¿Se resignará y renunciará a su gran pasión? ¿O luchará por recuperar lo que más le importa?