Octubre 03
Iba camino a casa después de un largo día de escuela, el viento tiraba las hojas de los árboles, causando un paisaje triste. Henry, mi amigo de la secundaria, me gritó "Ale, aguarda, me voy contigo". Me detuve y esperé a que llegara hasta donde yo estaba.
" ¡Wow!, mira esa cara, te ves triste, ¿pasa algo?" me dijo.
"No Henry, estoy bien, ¿podemos seguir?".
Asintió y seguimos caminando, hasta encontrar el pequeño puesto de helados que tanto le gustaba.
"¡Mira Ale!, apuesto a que un helado de esos quitará esa mala cara que tienes, vamos", me jaló del brazo, intenté resistirme pero fue absurdo.
"Por Dios Henry, ¡quiero irme a casa ya!, no estoy de humor para uno de tus estúpidos helados", él bajó la mirada y seguimos caminando, me sentí peor por haberle contestado de esa manera, cuando él sólo quería verme feliz. Le di un codazo, pero no volteó a verme.
"Henry puedes presumir que eres más fuerte, pero ambos sabemos que soy más rápido que tú", le dije sonriendo.
"¿Qué insinúas chico débil?".
"¡Vamos!, si me lo propongo puedo ser más fuerte que tú". Empezó a reírse al escucharme decir eso.
"Sabemos que odias el ejercicio pesado, apenas y puedes cargar esa mochila", rió.
"Bueno ya, ¿apostamos?", le dije.
"¿Qué cosa?", alzó una ceja.
Tenía esa rara maña, cada vez que tenías su atención alzaba esa ceja.
"A ver quién llega primero a la estación del tren, el perdedor le comprará lo que pida el ganador, ¿de acuerdo?".
"Primero alcanzame tortuga", me gritó. Como siempre hacía trampa, conté hasta diez y salí atrás de él.
Logré alcanzarlo, al verme junto de él se detuvo, me empecé a reír y seguí corriendo hasta llegar a la esquina de la calle "Check", donde cruzar era casi imposible, ya que los carros iban a una gran velocidad, por fortuna en ese momento no había ningún auto que impidiera que yo pasara, así que crucé, volteé y vi a Hanry fijándose si había carros.
"¡Vamos Henry, cruza ya, no viene nada!", le grité. Henry corrió hacia mi... Cerca de nosotros se escuchó el rechinido de unas llantas
"¡Henry...!" le grité con tanta desesperación. Se detuvo y me sonrió, nunca podré olvidar su rostro. Traté de correr hacia él pero me detuvieron, por más que trataba de salir de los brazos que me estaban agarrando no pude, sentí tanta impotencia y me tiré al piso, lo último que recuerdo es ése sonido molesto de las ambulancias."Doctora, yo... ¿lo maté?", dije con la mirada hacia abajo.
"Tú no lo hiciste, no sabías que iba a pasar..."
"¡Eso no lo dicen los demás!", la interrumpí.
"Alejandro, el culpable fue el señor que iba conduciendo. Fue suficiente por hoy, puedes irte a casa"
Salí corriendo del consultorio, camine sin rumbo con los audífonos puestos, levanté la mirada pero los rayos del sol no me permitían ver el camino, hasta que apareció...