"¿Esperas a alguien Alis?", le dije mirando hacia a los lados.
"Estoy buscando a George, pero ya tardó mucho".
**silencio incómodo**
"Será mejor que vaya a buscarlo", dijo mientras se alejaba.
En ese momento recordé que George me había dicho que había quedado de salir con otra chica de la escuela, ¡carajo!.
"¡Alis!... ¡Espera!", corrí hacia ella.
"¿Qué pasa A?", puso su mano en mi hombro.
"Es que recordé que George va a entrenar todo el día ... Y no le gusta que lo molesten". Lo que tengo que hacer por un amigo, además no quisiera verla mal a ella...
"¡Excelente!, entonces vámonos", me tomó de la mano y nos dirigimos a un parque; me puse tan nervioso, sus manos son pequeñas y suaves, es adorable está chica...
"Ale, ¿qué es lo que pasa contigo?", me preguntó.
"Perdón", me ruboricé, " me suda la mano...".
"No tonto, no hablo de eso... Me refiero a que...uhm... Los maestros te sacan de las clases, en ocasiones no entras a la escuela y todo el tiempo tus ojos están irritados..."
En ése momento la sonrisa se borró de mi cara.
"No es nada...", bajé la mirada.
"¡No es nada! ¡Eso dicen todos!", me pegó en la frente.
"Alis, en verdad, estoy... Bien", **sonrisa falsa**.
"Ale, no sé que es lo que atormenta tu cabecita, pero... Cada vez que te sientas mal te prestaré mi hombro para que puedas desahogarte", puso su mano en mi mejilla izquierda, " No estás sólo", sonrió.
En ese momento tuve miles de emociones encontradas, tomó mi mano y seguimos caminando, en todo el camino hacia un pequeño restaurante no pude dejar de verla, ¿acaso me gusta?, ¿estoy enamorado?
"Imposible...", dije en voz alta.
"Todos es posible señorito", rió.
¿Me habrá escuchado?, ¿dije todo en voz alta?, ¡rayos!, ¡debo de dejar de hacer eso!
"¡Llegamos!, esté es la cafetería de mis padres, les e hablado mucho de ti", sonrió; entramos y la madre de Alis nos recibió a los dos con un beso en la mejilla. "Chicos, que maravilla que estén aquí", sonrió.
"Mamá él es Alejandro", me señaló Alison.
"Señor Thomson", volteé pero no logré ver quien me había llamado, " Es un gusto tenerlo en nuestra cafetería, por favor, tomen asiento", dijo el señor Taylor (padre de Alis) saliendo de la cocina con una bandejita de pastelillos
Estuvimos platicando como 3 horas, vi que ya era tarde así que les dije que tenía que marcharme, la señora se levantó rápido de su asiento, envolvió unas cosas mientras que su esposo me decía que había sido un honor haberme conocido, ¿un honor?, la señora me dio una cajita con varios de los postres que tenían.
"Por favor, no se moles...", me interrumpieron.
"Alejandro, por favor", dijo Alison mientras tomaba mi mano.
"Gracias por los aperitivos, fue un placer conocerlos", les dije.
Los tres sonrieron y yo salí del lugar, camino a casa me encontré un gatito negro.
"Hola pequeñito", se acercó a mi y empecé a acariciarlo; el sonido de unos botes que cayeron al piso hizo que el gato saliera corriendo.
"No salgan... Thomson está sentado en la banqueta, puede ser peligroso", susurraron.
Me levanté y seguí con mi camino. Al llegar a casa puse los postres que me habían dado en el refrigerador, Marian, como siempre me estaba esperando, su casa estaba junto la mía, la ventana de su cuarto y el mío estaban a tan sólo 2 metros o menos, de distancia.
"¿En donde estabas?", dijo triste.
"Con las estrellas...", Sonreí.
"Alejandro, estaba preocupada por ti", me dijo llorando.
"Marian tranquila, estuve con Alison, hoy conocí a sus padres", suspiré.
"Aah... Bien", cerró su ventana y apagó las luces.
No sé por que se comportó así.
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Empezaron a tocar muy fuerte en la puerta de mi cuarto, sentí que la iban a tirar.
"Alejandro, ¡abre la maldita puerta!", gritaba mi padre.
Yo sólo me quedé viendo el cartel de Pink Floyd que estaba colgado en la puerta. Mi padre no dejaba de gritar.
Al día siguiente desperté en un cuarto de hospital, mi papá y mi mamá estaban llorando. "Das pena, a partir de hoy olvidate de nosotros, tú ya no eres nuestro hijo", dijo mi padre.
"Hasta ahí, fue suficiente Alejandro, puedes abrir los ojos", dijo la doctora.
"No sé por que vengo a éstas terapias, ¿de qué sirven? Si a los demás les doy... Miedo...", miré el piso.
"Alejandro es importante que te sientas bien contigo mismo, así podrás llevar una vida normal", sonrió.
"¿Vida normal?, es imposible, les doy asco a los demás, cada vez que me ven se esconden o dicen cosas horribles de mi, yo... Yo no quería matarlo...", empecé a llorar.
"Ale... Alejandro", se escuchó desde la puerta del consultorio; la doctora se levantó y señaló la puerta.
" Alejandro, es tu mamá", dijo la doctora.