Citas a ciegas...
No es el pasatiempo con el que definiría a mi papá; un hombre que ronda los cuarenta, un poco de sobre peso y soltero desde hace catorce años.
Me odio a mi misma por haber entrado a aquella página de internet y organizarle una cita a ciegas con la primera mujer que encontré. Pero no odio que mi papa salga y se divierta, sino lo que precisamente esa cita trajo.
-y bien ¿tarda mucho? -pregunté a mi padre, aburrida.
-ya está por llegar, espera un poco -respondió, acomodando los aperitivos al otro lado del comedor -¿puedes alcanzarme la limonada? Está en la cocina.
-claro -resople y caminé desanimada a la cocina -¿por qué simplemente no llegó contigo después de la cita?
-quería estar presentable para la ocasión.
-¿acaso ya no lo estaba? -dejé la jarra de jugo sobre la mesa y acomodé los vasos en cada lado correspondiente a los asientos.
-bueno, si. Pero quería causar una impresión buena en ti -explicó, quitándome de las manos un plato de salsas y snacks que comía -ya deja eso y anda a abrir la puerta que ya llegó.
Efectivamente, el ruido de un carro estacionándose en la calzada me recordó que tendríamos a una tercera persona en la cena, que usualmente, compartíamos sólo papa y yo.
Esboce mi mejor sonrisa de niña buena y le abrí la puerta.
-hola, señora Murray. Adelante, está en su casa.
-ohh, pero que chica más amable y educada -me quedé estupefacta al ver a esa mujer. En la foto de su perfil en MiCitaACiegas.com lucía muchísimo más vieja, pero esta mujer parecía tener diez años menos que mi padre, y ese descotado vestido, hacía relucir sus curvas y grandes atributos-ohh cielo, cierra esa boca, se te podría meter una mosca.
Sacudí la cabeza y me aparte para dejarla pasar.
-cariño, te ves hermosa -le dio un sonoro beso en sus labios -¿ya conociste a mi hija?
-cuchi poo, gracias. No, todavía no nos hemos presentados.
¿Pero qué es esto? ¿Cómo es posible, que apenas llevaran unas horas de conocerse, y ya se estuvieran besando y dando apodos cariños?
Mi padre me dirigió una mirada disimulada para que hablara. Desperté de mi confusión y comencé a hablar torpemente.
-ahh... ¡Ahh, si, es cierto! -me acerqué a la señora (que no se veía tan señora, sino al contrario) y le tendí mi mano -mucho gusto señora murray, soy Ailyn chemmarry.
-pero que nombre tan lindo. Gisel, -invadió mi espacio personal, dándome un beso en cada mejilla -espero que nos llevemos bien.
-si... yo también lo espero -me separé de ella y me mantuve lo más alejada posible. Gisel me estaba asustando.
-bueno, pasemos al comedor -mi padre rompió el momento de tensión y tomó a su reciente cita por la mano guiándola hacia adentro. Suspire y los seguí a la mesa.
Me mantuve retraída durante toda la cena, con ganas de cavar un hueco y enterrarme viva por los constantes chistes malos de mi padre. En una de sus charlas, descubrí que la señora murray tenía treinta y ocho años, y no estaba en los treinta recién cumplidos como había calculado. Mi padre y gisel pasaron a estar besándose y diciéndose palabras cariñosas delante de mi, quería que la tierra me tragara en ese momento.
-disculpen -llamé su atención y me paré de mi asiento -voy al baño, ya regreso.
-adelante, ve sin cuidado -dijo gisel dándome una sonrisa encantadora, que dejaba al descubierto sus brillante y blancos dientes.
ESTÁS LEYENDO
¡¿Mi Hermanastro Es Gay?!
Teen FictionLa vida de Ailyn Chemmarry cambia drásticamente cuando su padre, gracias a ella, conoce a Gisel Murray en una cita a ciegas. En un abrir y cerrar de ojos, los dos se enamoran de una forma increíblemente rápida e irreal. Se ve obligada por su padre a...