One Shot

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¿Se puede amar algo que no se conoce? Opino que sí, nunca en mi vida he visto la nieve y la amo, la amo porque me recuerda a alguien que hizo latir mi corazón como jamás nadie lo ha vuelto a hacer.

Recuerdo que lo conocí en mis sueños una de esas noches en que mi ánimo estaba realmente decaído y la soledad me abrumaba, mi corazón se encogía y mi alma lloraba.

Soñaba estar frente a una casa de aspecto antiguo y descuidado, el techo parecía podrido y amenazaba venirse abajo, las puertas frontales se encontraban cerradas y la pintura se desprendía de las paredes. No sabía si acercarme debía, pero algo muy dentro de mí a gritos lo pedía.

Comencé a rodearla por la izquierda hasta que mi mirada tropezó con algo fuera de lo común, que hizo me detuviera y lo mirara atentamente. Un chico de cabello castaño a lo sumo de mi edad, de ojos oscuros, piel pálida y mirada triste me observaba sentado sobre el techo sin siquiera pestañear. Algo en él parecía no encajar y no podía deducir si era su extraña ropa o su triste mirar.

Se irguió de donde estaba y de un salto se plantó frente a mí, sin despegar sus ojos de los míos, tímidamente dijo: -Hola, te he estado esperando -mientras posaba un delicado beso en mi mano y esbozaba una preciosa sonrisa.

-Pues... aquí estoy -dije sonrojándome sin entender el motivo.

-¿Vamos? -preguntó, ofreciéndome su brazo para que lo tomara.

-Vamos... -asentí. Era como si lo conociera desde siempre, como si lo conociera de otra vida. Su piel era demasiado fría, pero a mí me resultaba agradable.

Lo siguiente que recuerdo es encontrarme con él en una colina con nieve hasta las rodillas. Él viéndome tiritar de frío colocó un abrigo de piel sobre mis hombros para calentarme y dijo: -Gracias.

-¿Por qué? -interrogué confundida -soy yo quien debería agradecerte.

-Por desatarme de esa casa -respondió mirando la vasta extensión montañosa que se extendía frente a nosotros.

-¿A qué te refieres? -pregunté nuevamente.

-Solo necesitaba una razón, un motivo para poder descansar.

Estaba a punto de hacer otra pregunta cuando él se giró hacia mí y me dió un dulce beso que aunque duró unos pocos segundos, para mí fue como si el tiempo se detuviera. Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, mientras miles de sensaciones se manifestaban en mi estómago.

-Ahora estaré contigo por siempre, protegiéndote y cuidando de ti aunque no puedas verme -dijo mirándome a los ojos con tal adoración que me abrumaba.

Me alejé de él y angustiada pregunté - ¿No te volveré a ver?

-No, pero siempre estaré aquí -respondió señalando mi corazón que aún latía desbocado.

-¿Qué eres? -pregunté.

Él volvió a besarme y susurró sobre mis labios la respuesta al tiempo que se iba desvaneciendo poco a poco como si de humo se tratara hasta el punto de desaparecer completamente.

Desperté exaltada en mi cama con los rayos del amanecer entrando por mi ventana que abierta dejaba pasar una brisa fría. Retiré de mí las cobijas y un recuerdo me asaltó inmediatamente. Aquel abrigo que él había puesto sobre mí, aún lo llevaba y en mi mente se repetían una y otra vez sus últimas palabras...

Un fantasma...

NieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora