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No recordaba cuándo había empezado, pero parecía una eternidad y quería que parara. Caminaba y sentía el peso de mi cuerpo llevándome hacia abajo, cada una de las partes de mi cuerpo dolían. Cada paso requería una fuerza descomunal, como si tuviera ladrillos atados a mis pies.

Llovía fuerte, por eso mi ropa pesaba como el resto de mi cuerpo. Pero aparte de eso la lluvia no me hacía mucho más. Veía una cantidad de gotas caer al piso y sobre mí, pero no las sentía. Creo que la concentración por seguir de pie sacó mi atención del agua penetrando mi piel. Los truenos y relámpagos eran abruptos y tan fuertes que hacían que mis oídos dolieran como nunca antes y mi corazón fuera a un ritmo inexplicable.

Miré hacia abajo y vi a un hombre tirado boca abjo. Mi mayor sorpresa no fue que estuviese sin vida. Fue que estuviese seco. La impresión y el miedo me dieron la energía para dar los tres pasos más rápidos que había dado hasta el momento, y cuando subí la mirada luego del cuarto, vi a una mujer caminando como si no estuviese lloviendo, como si fuese cualquier otro día. Me dio algo de esperanza, porque quizá ella había estado más tiempo en la tormenta y había tenido la suerte de salir de un estado deplorable como el mío.

Entonces con esto me pregunté "¿En dónde estoy?", "¿Qué es esto y por qué no parece tener fin?". Sentía tal cansancio que me derribaba, pero tampoco era capaz de caer finalmente. "¿Me merezco esto?" de repente sentí ansiedad y culpa por algo que todavía no sabía qué era, pero esos sentimientos me carcomían. El último trueno sonó y perdí la conciencia.

Aunque abrí los ojos, mi alrededor estaba completamente negro. No más lluvia, mi cuerpo volvía a su peso normal y cada movimiento que hacía no se sentía como levantar una pesa. Disfrtuté de la sensación de livianidad por un momento mientras saltaba y movía mis piernas y brazos libremente.

Pero la culpa y la ansiedad seguían devorándome por dentro. Me frustré por no saber de dónde venían.

Y entonces comencé a esuchar, voces por todos lados que decían cosas indescifrables. Cuando trataba de entender algo la voz se perdía en el murmullo, el cual se hacía cada vez más fuerte.

Y más.

Y más.

Y más. Hasta que fue peor que los truenos porque no sólo era más fuerte sino que constante. Me arrodillé y bajé mi cabeza cubriéndome los oídos.

Mi ansiedad estaba a tope. Nuevamente todo dolía y mi respiración era agitada.

- ¡BASTA! ¡BASTA!

Un último estruendo agudo fue lo que escuché antes de caer finalmente al suelo.


Luz. Silencio. Calma. Lo único que dolía era mi espalda, ya que estaba recostada sobre algo duro. Sentí voces familiares a mi rededor.

- ¿Estás bien? Te desmayaste en el medio del pasillo.

Una ola de preocupación me atrapó.

- No te alteres, la falta está justificada. Podés hacer la prueba la semana que viene.

De repente todo estaba bien.

Esto no tiene título.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora