U N O, EL VUELO.

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─ ¿Ana? ─me dice papá por enésima vez antes de colgar la llamada─ no hables con desconocidos.

─ Lo sé papá, yo también te quiero.

Definitivamente aunque hubiese querido entablar una conversación con alguien, no iba a poder hacerlo, a papá le gustaba mantener todo bajo control y Taylor, el mejor de sus guarda espaldas, se encontraba siempre a tan solo dos centímetros junto a mí, vigilándome, asegurándose que cumpliera estrictamente la palabra de mi padre.

Colgué la llamada.

─ ¡Señorita! ─levante la mirada hacia Taylor─ ¿podría pasarme el celular? Ya debemos abordar el avión.

─ No te preocupes ─ le dije amablemente mientras me ponía en pie─, no es que vaya a pedirle el numero al piloto.

─ ¡Por favor! ─ suplico entre risas y acomodaba las sillas de la pequeña cafetería en la que nos encontrábamos esperando─ déjame conservar un poco más mi trabajo. La verdad es que me caía bien. Y si no fuese porque manejaba un buen sentido del humor, su trabajo ya habría terminado.

Escuche el altavoz detrás de mi anunciando nuestro vuelo por fin, así que pasamos los tiquetes y caminamos por el pasillo hasta llegar al avión, nuestra próxima parada era la ciudad de Chicago.

Me sentía un poco entusiasmada, iba a mudarme a una ciudad nueva y mis expectativas eran elevadas. Todo pintaba perfecto hasta que noté a Taylor algo enfadado al observar el interior.

─ Esto debe de ser un error ─ su ceño estaba bastante fruncido. Todos los puestos estaban ocupados y las únicas sillas vacías estaban de extremo a extremo.

─ Tal vez, alguien se equivoco de puesto ─trate de tranquilizarlo mientras buscaba el número de nuestros respectivos lugares─ la aerolínea es exigente.

─ Vuelvo en un momento

Taylor se devolvió y yo seguí buscando el número. Después de algunos minutos de búsqueda, como había dicho, alguien estaba sentado en nuestro puesto. Me acerque un poco más y vi que era un chico. Tenía un buzo con capucha color grisáceo que le cubría la cabeza y unos lentes grandes de sol negros. Volví la mirada hacia la entrada para asegurarme de que Taylor no estuviese cerca y le toqué el hombro. Él chico misterioso levanto la mirada expectante.

Vaya. No sabía que decirle.

─ Creo que te equivocaste de puesto ─ le dije con un tono de voz muy bajo

─ ¿Disculpa?

Aclare mi voz para sonar un poco más segura.

─ Te has sentado en nuestro lugar ─le repetí─ creo que te equivocaste de puesto. El chico observo su tiquete y me volvió a mirar.

─ No lo creo, aquí es exactamente donde debería sentarme según este papel.

─ Bueno, nuestro papel también dice que este es nuestro lugar.

─ En ese caso ─ se puso en pie─ tal vez hubo una equivocación.

El chico misterioso era alto, muy alto, media muchísimo más que yo, bueno, es cierto,todo el mundo media muchísimo más que yo... la forma acorazonada de sus labios, completamente atractivos, desnudaron una perfecta sonrisa cuando se quedó parado en frente de mí, no me había dado cuenta de que llevaba un largo tiempo observándolo y sentí la extraña sensación de que me miraba fijamente a través de sus lentes. 

─ Por supuesto ─ los dos volvimos la mirada hacia Taylor que se acercaba ahora con un semblante pálido─ pero fue mía, el señor Joseph va a despedirme.

─ ¿Qué fue lo que sucedió? ─ Dije, agradeciendo por la vida de Taylor, quien ademas de todo era bastante oportuno

─ No lo sé, al parecer no reserve los dos puestos juntos, fue un grave error.

─ Tranquilo ─nos interrumpió el chico misterioso─ el señor Joseph no tiene por qué enterarse.

Mire a Taylor con serenidad y él se acerco un poco más a mí.

─ ¿Podrías ayudarme a guardar un secreto? ─ me susurro al oído.

─ Claro, pero solo si me ayudas a guardar otro secreto.

─ ¿Cuál?

─ Acabo de hablar con un desconocido, el señor Joseph no tiene por qué enterarse.

─ Hoy ─me sonrió─ es un día para romper las reglas ─Taylor me guiño un ojo y se encamino hacia su silla. 

Está bien, tal vez no era buena idea sentarme al lado de un chico misterioso, pero, parecía amable y en caso de que fuese un asesino de mujeres Taylor se había sentado del otro lado del pasillo.

─ ¿Te gustaría sentarte junto a la ventana? ─preguntó─ no quisiera que te perdieras el espectáculo que nos ofrece la ciudad al perderse entre las nubes.

─ Claro que me gustaría ─intente sentarme con cuidado, pero como era un tanto torpe, me tropecé con uno de los dobleces de la alfombra y de no ser porque iba con poco impulso hubiese salido volando por la ventana.

─ ¿Te encuentras bien? ─ preguntó preocupado

─ Si, no te preocupes─ me senté rápidamente para disimular un poco, tal vez había ahogado la risa que sin pensarlo yo hubiese dejado explotar.

─ ¿De verdad?

─ Si, si, no me golpee ─ Si me había golpeado, pero no iba a decírselo, tampoco iba a revisarme, me imagine el hematoma formándose en mi rodilla por debajo del pantalón.

El se sentó lentamente sin aun reírse.

─ Hoy ha sido un buen día.

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