Para Kati y Jorge la relación que los unía era una pesadilla verde y permanente: sus pleitos alcanzaban los puntos más álgidos a las cuatro de la mañana comenzando en la cama, bajo las sábanas calentitas, tal y como lo hacen las pesadillas verdes. La ventaja con los sueños podridos es que siempre despiertas de ellos (a menos que en la pesadilla te de un infarto fulminante) y cuando mucho quedas llorando en la almohada. Pero los espectáculos de luz y sonido que Jorge y Kati armaban de madrugada no tenían él consuelo de despertar, como cuando la propia Kati sufría ese horrible sueño recurrente en él que se veía corriendo desnuda por la calle, atenazada por la angustia de nunca encontrar una esquina o matorral donde esconderse. Las discusiones con Jorge la animaban volver realidad estos sueños y salir disparada de la cama a la calle, así tal cual sin ropa, pues ellos desde novios, dormían desnudos,incluso durante las peleas invernales. A lo más lejos que llegaba Kati era a la puerta. Ella quería huir de los sarcasmos crueles y violentos de él,pero él piso de la loseta siempre estaba helado, así que Kati, descalza, regresaba al tapetito de la sala ha echarse a llorar. Jorge se burlaba y la acusaba de cobarde, a lo que ella respondía lanzándole algún pisapapeles de piedra rumbo a la cabeza, sin atinarle jamás.
Pero algo ocurrió aquella noche del veinticuatro de marzo, ¿la primavera?, en que Kati se hecho a andar veloz, repleta de angustia rabiosa, ensordecida por los gritos de Jorge, abrió la puerta,bajo los dos pisos del edificio y cruzó el pasillo del zaguán con ganas de reventar y hacer culpable a Jorge por todo él mal que le pudiera ocurrir. Y salio a la calle desnuda,corriendo,para morirse bien muerta y desaparecer fulminada. En eso recordó que una tía suya, esquizofrénica e insomne, salía trotando en cueros a la calle en sus ataques de desesperación. Un terror místico se le hecho encima a Kati al darse cuenta de la desmesura que hacía, pero no podía detenerse ni volver a casa, pues Jorge venia detrás de ella, con sus aullidos de loco, también desnudo. Él terror de que alguien la viera así y le gritara obscenidades o la trepara a un coche a golpes para hacerle lo peor se fundía con la vergüenza radical y un pudor gigante ardiéndole por dentro como si se hubiera tragado una fogata entera y viva. Pero a diferencia de sus sueños recurrentes, Kati encontró una esquinita salvadora y dobló por ella, entonces un alivio absurdo le pellizcó los talones y corrió aun más de prisa para alcanzar una segunda, tercera y cuarta esquinas por las que doblaba siempre a la izquierda en torno a su manzana.
Como en un sueño (otro sueño, este no verde si no azul, de alivio), estaba de nuevo en la calle de su depa. Jorge casi la alcanza, pero un guijarro con sus filos se le clavó en él pie. Kati volvió a entrar por él zaguán de su edificio, subió los dos pisos, cruzó por la puerta que Jorge había dejado abierta,se un clavado a la cama y se cubrió con él edredón. Su corazón retumbaba a más de ciento cincuenta bofetones por minuto. Jorge apareció pálido, sofocado por la carrera y se le quedo mirando a ella sin dar crédito a lo que había pasado. Permanecieron callados por más de un minuto , recuperando él aliento, quitándose él sudor de la cara. De pronto , kati se hecho a reír, así nomas, como la loca de su tía, y Jorge también. Rieron y rieron, se abrazaron, se una perdón E hicieron él amor en Una calma inaudita esa noche en que salieron , como en una pesadilla de la que despertaran al día siguiente.