A Ti

80 7 4
                                    


Oye, ¿me lees?

Sí, tú, que estás frente a la pantalla. No pienses que hay más, porque no hay más. Me refiero a ti.

Escucha, o mejor dicho lee, porque esto es para ti.

Me he enamorado de ti.

Así, sin más.

All in.

No te conozco y tú tampoco me conoces. Pero da igual. Sé que estás ahí y que me gustas mucho. Sentada, mirando la pantalla mientras yo TE escribo. No me hace falta más, sé que podríamos vivir una vida juntos. Felices.

Te observo callada, con esa inseguridad que a veces detestas, pero que a mí me gusta. Y es que las personas inseguras en ocasiones esconden los mejores tesoros. Pero cuesta más llegar a encontrarlos. Hay que bajar mucho en la profundidad, con una bombona de oxígeno bien grande y unos pulmones bien entrenados. Y hoy en día nadie nos enseña a entrenar los pulmones.

Para bajar.

Y encontrarte.

Siempre es más fácil pescar en la superficie. Aunque el premio sea menor.

Pero volvamos a lo mío nuestro. Estoy enamorado de ti aunque tú no lo sepas. No me hace falta más, si tuviese un papel delante lo firmaría para que seas la madre de mis hijos. Así de fácil. Y sé que tú también.

Tú estás ahora sentada, mirando una pantalla pensando que no, que esto se lo digo a todas. Pero te equivocas.

Te veo ahí sentada y pienso en recogerte como a Moisés, porque ninguno hemos encontrado nuestro rumbo, y que tus noches no vuelvan a ser frías.

Para que no vuelvas a maldecir a los hombres. Y para que los únicos silencios que compartas sean conmigo.

Y es que he buscado mucho para encontrarte. He salido a discotecas, he viajado e incluso he mirado en Internet. Pero nada. Y mira, donde menos se podía esperar, ahí estabas.

O mejor dicho, ahí estás. Leyéndome.

Pero hay poco que podamos hacer. Porque tengo una mala noticia.

No te voy a encontrar.

Sí, sé que estás ahí. Te siento. Pero no han descubierto todavía la aplicación para encontrar almas perdidas en el fondo del océano. Más bien todo lo contrario, existen aplicaciones para mirar en la superficie. Pero no es lo que tú y yo queremos. Queremos algo más, pero aún no existe nuestra aplicación.

Y ya es tarde para Steve Jobs.

Y hay muchas almas perdidas que estaban esperando.

Así que poco podemos hacer. Quizá un día nos veamos en algún Vips. Tú irás con tu amiga, a contarle tus historias del fin de semana y a ojear algún libro. Porque siempre te acercas a los mostradores a mirar. Porque se apodera de ti una repentina obsesión por leer, y todos los libros te apetecen cuando los ves en el mostrador de Novedades. Yo iré con algunos amigos. Nos miraremos. Sabré que eres tú y tú también sabrás que soy yo. Pero no diremos nada. Ni siquiera una sonrisa, nos conformaremos con una mirada robada.

Clandestina.

Como clandestino es nuestro amor secreto.

O quizá ocurra en el supermercado. Estaré delante de ti en la fila para pagar. Porque los dos hemos escogido la fila lenta. Como siempre. Y la cola de al lado pasa a una velocidad de vértigo. A veces me pregunto si existen las personas que cogen la cola rápida. Yo las veo pasar, están ahí, pero cuando lo comento con alguien, siempre, todo el mundo, escoge la fila lenta. Siempre. ¿Dónde están los que veo pasar por la caja rápida? A veces pienso que no existen, que son hologramas que nos ponen para que nos sintamos aún peor.

A nosotros se nos ha adelantado una señora que no atina a encontrar en su monedero los 8 céntimos de la cuenta. O se ha estropeado el lector de tarjetas. O repentinamente quiere cambiar un producto porque no está rebajado como ella pensaba. O quiere hielos, alcohol o cualquier otro producto del almacén. El caso es que ahí estamos, esperando que ese momento dure eternamente, por una vez. Que la señora no encuentre la moneda, que el lector de tarjetas se estropee para siempre o que la dependienta se vaya a por hielos y no vuelva nunca. Pero no. Ese momento termina y la oportunidad pasa.

Y yo no me atrevo a decírtelo.

O quizá sea en un parque. Paseando. O en un bar. O en el metro, incluso en el mismo vagón. O en el cine, viendo la misma película y sintiendo nuestra presencia. Debe ser bonito compartir ese momento contigo. Sea el sitio que sea, lo más probable es que sólo consigamos una mirada robada. Y nos vayamos.

Y volverás a casa y recordarás al chico que has visto. ¿Era él? Sí, quizá fuese él. Pero no hay solución ahora. A la próxima le digo algo.

Pero no habrá próxima.

Porque el mundo es muy grande.

Y nosotros muy pequeños.

Y no nos volveremos a ver.

Y recordaremos lo que pudo ser y no fue.

Y luego lo olvidaremos, porque fue demasiado leve como para permanecer.

Porque no tuvimos agallas. Porque era una locura. Si no le conozco de nada.

Pero quería que lo supieras. Que me enamoré de ti en aquel instante. Y no me he olvidado.

Y que te sigo esperando. Que sigo esperando que el azar te ponga otra vez en mi camino. Porque, a la próxima...


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 21, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Soldadito MarineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora