A veces solo necesitamos decir adiós, mirar a esa persona por última vez y prometerte a ti mismo que vas a seguir hacia adelante, fuerte.
Pero a veces no puedes, a veces esa persona desparece antes de que puedas decirle adiós y te quedas tambaleante ante una lápida preguntandote cómo has llegado a eso.
La respuesta no es sencilla, la mía al menos no lo fue; yo había llegado ahí por soñadora, por ilusa, y tal vez por egocéntrica.
Cuando pierdes a un persona a la que quieres pero la gente de tu entorno no conoce, tienes dos opciones, la primera es que sigan sin saber de su existencia y callarte todo el dolor, llorar a oscuras y fingir sonrisas, pero no llamar la atención, o contarlo y que pase exactamente lo mismo pero con multitud de personas a tu alrededor, abrumándote, presionándote... Hagas lo que hagas va a acabar igual, esa persona no va a volver, y tú vas a acabar en un psicòlogo, estés o no estés dispuesta una persona va a intentar sonsacarte todo tipo de información a cerca de ti, de cómo comes, si tienes pesadillas, si se te pasa por la cabeza reunirte con la persona en el otro lado... Todo es incluso peor si esa persona se suicidó. Todas las atenciones se van a centrar en ti de repente y acabarás así, escapando entre palabras, viendo como tu vida pasa mientras tus palabras brotan buscando un hogar, queriendo llegar a una despedida que cierre las heridas.

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Tan sólo diré adiós.
Ficção AdolescenteA veces para cerrar una herida solo hace falta decir adiós. A veces no da tiempo a decirselo a esa persona, a veces tienes que callarte y avanzar con ese lastre... A veces lo escribes y rezas para que funcione y la herida cicatrice.